Ser turista en la Barcelona que señala el turismo como problema
La principal queja del visitante es la masificación de los enclaves más solicitados
Un grupo de cuatro amigas británicas disfruta de una soleada mañana en el Park Güell. Ellas y miles de visitantes más llegados de todo el mundo se mezclan con vendedores ambulantes, vecinos y algún que otro carterista. Están a gusto. Dicen que hasta el momento no han percibido hostilidad alguna en una ciudad que sitúa el turismo como el principal problema, incluso por delante del paro. “Puedo imaginarme que los vecinos estén hartos de las masas, los entiendo, pero nosotras somos cuatro chicas, no vamos con un grupo numeroso y quizás por eso no hemos notado animadversión, no hemos tenido ninguna mala experiencia”, comenta Yasmin Kennedy, una recién licenciada en Marketing de Bristol.
Yasmin, de 22 años, y sus colegas compraron un paquete de cuatro días que incluye vuelo y alojamiento en un albergue cercano a la Sagrada Família por 250 libras (284 euros). “¿Por qué hemos venido a Barcelona? Por el precio, es una ciudad asequible, y por el sol”, concreta Yasmin.
Salvo excepciones, los británicos, franceses, estadounidenses... que pasan unos días en Barcelona manifiestan que nadie les ha hecho notar que no son bienvenidos. Algunos, una minoría, han leído en la prensa de sus países artículos referentes a la presunta turismofobia, sobre todo en los barrios más masificados y en los que los apartamento ilegales proliferan como setas. Pero una vez aquí han disfrutado de sus vacaciones sin incidentes remarcables.
Ignasi de Delàs, subdirector general de Barcelona Turisme, indica que el sector no dispone de “in- formación directa”, sobre si las personas que visitan la ciudad sienten rechazo por parte de los vecinos. “Pero indirectamente –señala– en las encuestas, cuando les preguntamos sobre la ama-
YASMINE KENNEDY, BRISTOL “Puedo imaginarme que los vecinos estén hartos de las masas, los entiendo”
bilidad de la gente, la nota que pusieron el año pasado fue un 8,4. Una puntuación muy alta y que ha ido ligeramente al alza: en el 2014 fue el 8,2, y en el 2015 el 8,3”.
“No hay hostilidad hacia el turismo y de hecho los estudios indican que un 86% de los vecinos lo ven de forma positiva. Por otro lado, hay consenso en que deben ponerse límites, hay que gestionar una situación de masificación: el 40% de los turistas contesta que hay demasiada gente en las visitas”, subraya Agustí Colom, concejal del área.
En la zona monumental del Park Güell, donde el año pasado vendieron cerca de tres millones de entradas, se permite el acceso cada media hora a 400 personas y se considera que la capacidad de este espacio es de un máximo de mil. Ni las amigas británicas ni las hermanas francesas Laura y Lisa Heid han pagado los siete euros que dan derecho a explorar los rincones más emblemáticos, se dan por satisfechas con un paseo por el resto de los jardines.
“Somos de Estrasburgo y estamos acostumbradas a recibir mucho turismo. La gente aquí es muy maja y si comparamos Barcelona con París... Allí no son ni de lejos tan amables”, comentan sentadas bajo la sombra de un árbol las hermanas Heid. También ellas afirman desconocer la preocupación de los barceloneses por el impacto del turismo, sobre todo debido al papel que tienen los apartamentos ilegales en la distorsión del mercado inmobiliario; por la gentrificación, y por la masificación. Su única queja es haber tenido que renunciar a la Sagrada Família “por sus elevadas tarifas”.
En el Park Güell, el visitante está más preocupado por evitar la acción de los carteristas que por la reacción que suscita entre los locales. Dos parejas de estadou“Como nidenses que esta semana se han acercado desde Peratallada a la capital para conocer la obra de Gaudí también afirman desconocer el debate que suscita este sector.
“Ahora no hay animadversión, pero tenemos que evitar que se llegue a esa situación”, dice el concejal Colom. Los motivos de conflicto que pueden ir a más son la concentración de grupos demasiado numerosos en las zonas más solicitadas, de la Sagrada Fa- mília a la Barceloneta pasando por la Boqueria, incordiando a vecinos y viandantes por el bloqueo de las calles. Colom replica que el Ayuntamiento está trabajando en una suerte de planes piloto para gestionar la movilidad de este colectivo en el espacio público.
Sí han sido testigos de insultos, con cierta frecuencia, y de algún que otro empujón y codazo los guías que pasean a grupos desmesurados por Ciutat Vella. profesionales que hacemos de media dos visitas o rutas al día es más probable que veamos este tipo de agresiones. A mí se me han quejado vecinos y en una ocasión nos tiraron agua desde un balcón sin mediar palabra. No se trata de turismofobia, sino de una reacción a la masificación y a un guiaje que está molestando cada vez más a los ciudadanos”, considera Joan Coll, vicepresidente de la asociación de guías Aguicat. “Los que se sienten más intimidados son los que acompañan a mucha gente. Si vas con 50 personas y utilizas un altavoz en lugar de la audioguía, lógicamente los vecinos protestan. Nosotros ya pedimos al Ayuntamiento que regule para que los grupos sean de un máximo de 25 personas y que los superiores a diez utilicen obligatoriamente audioguías para no hacer ruido”, añade. Más que por sentir rechazo, el extranjero que aterriza en Barcelona muestra su desencanto por otras razones; la primera, según Coll, por la congestión de los lugares más emblemáticos. “Nos comentan que esperaban más autenticidad, menos turistas, más comercio singular... Van a la Boqueria, al Gòtic, a la Barceloneta... y ven un entorno no tan especial y, además, muy saturado”.
La opinión de Coll coincide con algunas conclusiones de la última encuesta sobre Actividad Turística (correspondiente al periodo febrero-diciembre del 2016) de Barcelona. Un 40,3% de los visitantes piensa que hay demasiada gente y el aspecto peor considerado es el nivel de ruido (Véase la información anexa). Un dato para la reflexión es que el porcentaje de los que afirman saber que el piso en el que se alojan cumple con la normativa ha caído del 46,7% en el 2015 al 19,7% el año pasado. Después del cliente nacional, las siguientes nacionalidades son la británica, francesa, alemana, italiana y estadounidense, que pasan de promedio 5,2 días en la ciudad. El 53,8% ha visitado Barcelona en más de una ocasión.
Desde la dirección general de Turisme de la Generalitat, un portavoz muestra preocupación “por la imagen que pueda transmitir Barcelona, el buque insignia de Catalunya. Ahora la situación no es de alarma, pero es peligroso transmitir antipatía, eso iría en contra de todos los destinos catalanes”.
La prensa internacional se ha hecho eco de este debate y una importante cabecera del Reino Unido, The Independent, publicaba el pasado mayo una cuestionable lista sobre los ocho lugares que más “odian” a los turistas. Tras las islas Koh Khai, en Tailandia, y Bután, en el Himalaya, figuraba Barcelona.
JOAN COLL, GUÍA “Los vecinos se nos quejan y en una ocasión nos tiraron agua desde un balcón”
TEMOR “Es peligroso transmitir antipatía; iría también en contra de los otros destinos catalanes”