¡Pero cuánto pesa ese poco!
Carlos López-Otín es un investigador humanista, un bioquímico que trabaja en la Universidad de Oviedo y pertenece a esa raza de cerebrines que no tienen reparo en adornar una explicación del genoma humano con una cita de Borges o Gerardo Diego. La semana pasada, en el acto de entrega de los premios Princesa de Girona, López-Otín protagonizó un diálogo con el actor Antonio Banderas acerca de sus inicios profesionales y de cómo ambos pudieron encarrilar sus respectivas trayectorias.
Esa conversación de apertura en el auditorio gerundense a cargo de invitados conocidos constituye uno de los platos fuertes en una velada que pone énfasis en la vocación y el compromiso juvenil con la sociedad, tema central de los galardones. Que en el 2017 han recaído en personajes como Miriam Reyes, 30 años, creadora de materiales visuales para el aprendizaje de niños autistas, o Héctor Gómez, 35, quien ha mejorado la predicción del cáncer de próstata mediante ingeniería computacional.
El año pasado, el invitado famoso fue el director de Lo imposible, José Antonio Bayona. Contó que, aún adolescente, se presentó al examen de entrada para la hoy conocidísima Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya, que abría entonces su primer curso. Les dijo algo así como: tenéis que aceptarme porque soy bueno y estoy motivado, pero, aunque no me cojáis, voy a hacer cine de todas formas. Y le cogieron, claro.
Este año, López-Otín y Antonio Banderas, moderados por Julia Otero –que no tuvo mucho trabajo porque ambos eran buenos conversadores–, contaron que compartían una imagen. Ambos, el futuro científico y el intérprete malagueño, en cierto momento, siendo muy jóvenes, tomaron la decisión de abandonar su ciudad de origen y dirigirse a Madrid a ampliar horizontes. Toda una aventura. Y ambos coinciden en un recuerdo: cuando, desde el tren, vieron cómo las figuras de sus padres, que habían ido a despedirlos a la estación, se iban haciendo, a lo lejos, muy chiquititas...
Es una estampa de novela del siglo XIX, de película neorrealista italiana... Una imagen conmovedora porque nos habla de ese momento en que un ser humano abandona la protección familiar para lanzarse a lo desconocido, con el motor interno que le proporciona la certidumbre de una vocación.
Hoy la palabra clave es narrativa. Psicólogos y pedagogos nos instan a analizar nuestra vida como si fuera una novela para así poder detectar los puntos fuertes, que hay que potenciar, y los débiles, que debemos mejorar o corregir. En EE.UU., sobre todo, animan a plantearse esta historia biográfica con una narrativa de “redención personal”, en la que el protagonista (nosotros) va siendo capaz de superar las adversidades para desplegar un resultado positivo. En la narrativa de Banderas y López-Otín, el trauma de la separación dio paso al ancho camino de la realización personal.
Y es lo que ya decía Elias Canetti: “Queda muy poco de lo que soñamos de jóvenes. ¡Pero el peso de ese poco...!”.
Desde el tren, López-Otín y Banderas veían a sus padres hacerse pequeños en la estación, a lo lejos