La Vanguardia

Y el show continúa

- JOAQUIM NOGUERO

Béjart Ballet Laussane Coreografí­a: Gil Roman (t’M et variations), Maurice Béjart (Béjart fête Maurice, dirigida por

Roman)

Lugar y fecha:Festival Castell de Peralada (6/VII/2017)

Los aficionado­s a la jubilosa danza del marsellés Maurice Béjart recordarán las dudas, las incertidum­bres, los nervios a flor de piel que revelaban los primeros planos del rostro de su heredero, Gil Roman, en ese documental de Arantxa Aguirre titulado con acierto El

esfuerzo y el ánimo. El esfuerzo se reflejaba en los silencios de Roman, en sus labios tembloroso­s o en la mirada con la que parecía buscar un asidero seguro para el futuro de la compañía. Pero estuvo entonces a la altura de la confianza que su maestro había depositado en él, y el Béjart Ballet Lausanne ha seguido no solo vivo, sino sorprendié­ndonos desde esa coreografí­a firmada por Roman en el 2011, Syncope, que en absoluto constituía una versión diluida de su maestro.

En la inauguraci­ón de Festival Castell de Peralada, Roman confirmó esa promesa. El programa tuvo dos partes de parecida estructura. Una hora para cada pieza, ambas abriéndose a la riqueza de distintas posibilida­des y variacione­s, hasta cerrar con el golpe de efecto de los cuarenta bailarines en escena. La primera pieza fue la de Gil Roman, t’M et variations .Y la segunda, la de Béjart, Béjart fête

Maurice, una selección de Roman de coreografí­as del maestro, sin recurrir a los grandes éxitos, incluso renunciand­o de forma expresa a los momentos más recordados. Aun así, la antología es una buena pieza, que demuestra la variedad de registros de Béjart (del más lírico y clásico al más étnico o contemporá­neo), su amplitud de movimiento­s o su vitalidad. Sin embargo, el jueves brilló con más luz Roman: por el humor, el punto de contención, la humildad e incluso el esfuerzo.

Consciente de su tiempo, la mirada de Béjart era moderna. La de Gil Roman, no menos consciente de su tiempo, es postmodern­a. No tiene sentido museizar el legado de un coreógrafo que representó la anti rigidez, por lo que Roman es muy fiel al espíritu de su maestro al tomarlo con tanta libertad de espíritu. Llega al alma y al ánimo de Béjart por el camino del esfuerzo, de esa artesanía que no sólo representa­ron los cuerpos, sino los dos percusioni­stas que en escena creaban el espacio sonoro de la pieza.

Una espectador­a afirmaba que es una compañía para ver bailar a los hombres. Las chicas no quedan atrás. Quizás es simplement­e una compañía para disfrutar sensualmen­te los cuerpos que bailan. En el Béjart Ballet Lausanne. “The show must go on”.

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