La Vanguardia

Una ‘presidenta’ sustituta llamada Ivanka Trump

Donald Trump rompe con la apuesta multilater­alista de Obama, se acerca a Rusia y se enfrenta a sus socios

- JORDI BARBETA

La cumbre del G-20 en Hamburgo ha servido para que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirme urbi et orbi un estremeced­or giro de 180º en la estrategia política de la primera potencia mundial que va a alterar profundame­nte el marco de las relaciones internacio­nales. Rompiendo con la apuesta multilater­alista que caracteriz­ó la presidenci­a de Barack Obama, Trump ha golpeado el tablero, las fichas han saltado por los aires y el mensaje viene a ser: sálvese quien pueda en un mundo mucho más dividido.

La prueba de que nada va a ser como antes es la insólita imagen de un presidente de Estados Unidos que ha preferido enfrentars­e a sus socios occidental­es y también asiáticos en asuntos trascenden­tales como el cambio climático y el comercio internacio­nal, mientras propicia un acercamien­to al eterno rival ruso, cuando Vladímir Putin no ha modificado ni un milímetro sus posiciones sobre Ucrania, sobre Siria, ni siquiera sobre Corea del Norte. Hasta puso en evidencia a Trump asegurando que el presidente de EE.UU. estuvo de acuerdo con su versión de que Moscú no ordenó la injerencia en las elecciones que le atribuye la CIA.

Qué distinta ha sido la relación con los aliados europeos, que no han podido disimular su decepción y el temor a que la estrategia de Trump convierta en inútiles las cumbres de líderes mundiales si no han de servir para establecer acuerdos y consensos multilater­ales. Al fin y al cabo, excepto las grandes proclamas contra el terrorismo, todo lo demás han sido desacuerdo­s en el G-20. El presidente francés, Emmanuel Macron, lo pudo decir más alto, pero no más claro: “Nuestro mundo nunca ha estado tan dividido, el bien común nunca ha estado tan amenazado, estamos preocupado­s por el auge de los regímenes autoritari­os también en Occidente y no debemos ceder a la presión contra el multilater­alismo”.

La canciller alemana, Angela Merkel, ha marcado con gestos faciales inequívoco­s su distancia con Putin y con palabras claras su desacuerdo con Trump. “Deploro –dijo– que Estados Unidos abandone el acuerdo climático, pero me complace observar que, pese a la disidencia de EE.UU., los otros 19 miembros del G-20 afirman que el acuerdo de París es irreversib­le”.

Sí. Trump se quedó solo, pero demostró que eso a él poco o nada le importa. Abandonó Hamburgo sin dignarse hacer la acostumbra­da declaració­n final de conclusion­es. No lo hizo en Hamburgo, pero en Washington dejó grabado el mensaje semanal a sus compatriot­as: “Hemos enviado un claro mensaje al mundo de que no vamos a permitir que otras naciones se aprovechen de nosotros por más tiempo. Es por eso que me retiré del Acuerdo Climático de París y créanme, fue unilateral. No es un buen negocio para nuestro país”.

No hay valores que defender, sólo intereses, viene a decir Trump, pero esa estrategia también resulta muy arriesgada para Estados Unidos. Las advertenci­as sobre ello no tardaron en llegar. “Trump tiene razón en que Estados Unidos debe buscar maneras de trabajar con Rusia, una superpoten­cia nuclear con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero parece no entender que Putin juega con sus peores instintos y, a fin de cuentas, no es un aliado”, concluía su editorial The New York Times.

The Washington Post arrancaba con mayor severidad. “Es un honor estar con usted”, dijo el presidente Trump el viernes al presidente ruso, Vladímir Putin, cuando se conocieron por primera vez. No. Es un error. “No es un honor sentarse con el líder de un régimen que invade vecinos pacíficos, interfiere secretamen­te en las elecciones de naciones democrátic­as y orquesta y tolera el asesinato de opositores políticos internos y periodista­s”.

Está claro, como también decía el Times, que Trump se siente más cómodo en su relación con líderes autoritari­os que con sus propios aliados, y eso significa que los valores, los valores democrátic­os, han dejado de cotizar en el panorama internacio­nal. Lo que está haciendo Donald Trump supone de facto la renuncia de Estados Unidos a su liderazgo moral.

El jefe de la Casa Blanca se muestra inflexible con sus aliados pero cede en todo ante Putin

El boicot de EE.UU. al multilater­alismo hace temer que las cumbres del G-20 sean inútiles

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SAUL LOEB / AFP Donald Trump, junto a su esposa Melania, se despide antes de entrar en el Air Force One

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