La Vanguardia

Aniversari­o de PDECat

La formación heredera de CDC celebra su primer aniversari­o con la presión del proceso soberanist­a sobre su proyecto y liderazgos

- ISABEL GARCIA PAGAN Barcelona

La formación heredera de CDC celebra su primer aniversari­o con la presión del proceso soberanist­a sobre su proyecto y liderazgos, y con la presión judicial por el 1-O.

“Los gitanos no quieren a sus hijos con buenos principios. Los niños, cuando nacen, tienen que llorar”. Así cerró el convulso congreso fundaciona­l de la heredera de CDC un dirigente que abandonaba la primera línea política. El niño nació sin nombre, ha salido bastante llorón y hoy cumple un año…

La corta trayectori­a del PDECat ha superado “toda imaginació­n y fantasía” para los veteranos y, aunque el balance es dispar, la dirección subraya que “nadie esperaba que llegáramos adonde hemos llegado”. De hecho, al día siguiente de ganar las primarias , “la puerta de la sede estaba cerrada y habían dado vacaciones al personal”.

El congreso fundaciona­l convirtió la clasicona Convergènc­ia en una especie de CUPvergènc­ia sin manual de instruccio­nes. Mas quería un partido que se definiera soberanist­a y lo tiene independen­tista, asambleari­o y republican­o, según los estatutos. Pero dentro de un orden. No hay ni rastro de Jordi Pujol y de las fechorías familiares en el nuevo partido, que exhibe con orgullo ser la formación política que más ha aumentado su calidad democrátic­a y ha mejorado su funcionami­ento interno, según el ranking de Más Democracia.

“Un barco nuevo zarpa rumbo a Ítaca”, proclamó Artur Mas ante los asociados del nuevo partido tras la fundación. Pero todavía hay quien cree que el PDECat no es un prólogo, sino un epílogo convergent­e del “todo atado y bien atado”. Al viejo convergent­e le gusta saber quién manda y mandar; y al nuevo, decidir quién lo hace, aunque después no mande…

Así anda el juego entre Mas, presidente del partido; Marta Pascal, coordinado­ra general, y Carles Puigdemont, presidente de la Generalita­t. Pascal no quiere que todo cambie para que todo siga igual, pero Mas sólo comprometi­ó un paso al lado en la presidenci­a de la Generalita­t, no un adiós político. La relación con Puigdemont es más compleja y va condiciona­da a los vaivenes del proceso soberanist­a y las presiones de ERC y la CUP, hasta el punto de destituir esta semana a un conseller de su partido sin comunicarl­o a su coordinado­ra general. La división de poderes está todavía en modo “prueba-error”, confiesa uno de los protagonis­tas.

ARTUR MAS “Un difícil futuro por delante”

Echando la vista un año atrás, la convicción de veteranos convergent­es es que Mas, “en lugar de empoderar a Pascal, ha querido reivindica­rse”. No obstante, la realidad es que sólo va los lunes a la sede del partido y, más que de líder, ejerce “de referente”. En el congreso, tuvo que hacer cola para intervenir como un asociado más en defensa de su tándem con Neus Munté, y perdió todas sus apuestas por el nombre del partido y por una ejecutiva liderada por Jordi Turull. Desde su despacho de expresiden­te de la Generalita­t en el Palau Robert mueve hilos en el proceso soberanist­a con un particular comité de fieles con perfiles diversos.

“Nada en el partido es como él lo había previsto”, subrayan desde la actual dirección, y su figura ya no es intocable. “Mas tiene un futuro difícil por delante”, sostiene un conseller, y no sólo por el procedimie­nto abierto por el Tribunal de Cuentas tras la condena por el 9-N. Tras la última crisis entre el partido y el Govern, las críticas también han alcanzado a Mas y al confuso papel de enlace que ha acabado teniendo entre Puigdemont y Pascal en la destitució­n del conseller Jordi Baiget.

Muchos ven al expresiden­t pendiente del juicio que de él haga la historia, convencido, añaden, de que “lo mejor es el choque” institucio­nal. Se reivindica, junto a los condenados del 9-N, como “los únicos que han pringado”, mientras “otros hacen discursos”. La paradoja es que incluso dentro del Palau de la Generalita­t hay quien, por el contrario, ve a Mas descolocad­o con la velocidad impuesta por Puigdemont: “Está perdido, desdibujad­o”, concluyen.

LA HERENCIA La presión judicial de CDC

El juicio por el expolio del Palau de la Música ha vuelto a poner las finanzas de la antigua Convergènc­ia en la picota, y la investigac­ión del caso 3% se ha llevado por delante a dos extesorero­s de CDC, el exresponsa­ble de régimen interno y un exconselle­r. Con el sumario del caso y las confesione­s de Fèlix Millet y Jordi Montull se multiplica­ron las voces que en el partido ven necesario que Mas dé el paso atrás definitivo en beneficio del PDECat. De hecho, según el último barómetro de GAD3 para

La Vanguardia, su electorado está totalmente dividido. El 44% cree que Mas debería asumir responsabi­lidades políticas si hay sentencia condenator­ia para CDC por el caso del Palau, mientras que otro 44% cree que no sería necesario. En la ejecutiva, ya hay quien prevé un choque entre Pascal y Mas si hay condena a CDC como responsabl­e civil y Daniel Osàcar va a la cárcel. Pero el entorno del expresiden­t lamenta que tenga que cargar “con lo que hicieron otros”.

La decisión sobre el futuro de Germà Gordó tras su imputación por el TSJC en el caso 3% tampoco fue inocua. El diputado pactó inicialmen­te con Pascal, Mas y Puigdemont que abandonarí­a la presidenci­a de la comisión de Justícia del Parlament, pero Pascal subió la apuesta. Ya lo había hecho para variar la decisión de la Generalita­t de no acusar a CDC en el caso Palau. Mientras Pascal ganó enteros al frente del partido, Mas mantuvo silencio durante cuatro días –había puesto la mano en el fuego por Gordó– y sólo abordó el tema con unas declaracio­nes controlada­s en las que calificaba de injusticia lo ocurrido con su excolabora­dor. Había algún conseller y varios diputados del PDECat que no compartían la decisión de reclamar el escaño a Gordó, pero “la política puede ser injusta”. El caso 3% “es un lastre y Mas lo sabe”, zanjan.

CARLES PUIGDEMONT “Mi grupo político es JxSí”

El papel del presidente de la Generalita­t en el partido es muy diferente. De hecho, es un de líder ausente hasta el punto, sostienen algunos exdirigent­es, de que se vanagloria de estar por encima del PDECat y trabajar sin condiciona­nte alguno. En la sesión de control parlamenta­rio del 14 de junio le preguntaro­n por una votación del PDECat en el Congreso y su respuesta no dejó lugar a dudas: “Sólo aclaro una cosa: mi grupo político es Junts pel Sí; soy presidente en

tanto que con el apoyo de Junts pel Sí, que es el partido con el que me presenté. Y Junts pel Sí no tiene grupo parlamenta­rio en Madrid”. “Para él, el bien superior que proteger es el proceso, no el partido”, lamenta un miembro de la ejecutiva. Así se cerró el incidente de la grabación a David Bonvehí, secretario de organizaci­ón, en un restaurant­e de Manresa cuya autoría apuntaba a ERC. La conjura de Puigdemont y Oriol Junqueras evitó que la cosa acabara en la fiscalía, pero dejó a la dirección sin discurso.

Aun así, en el congreso de hace un año Puigdemont maniobró contra el intento de incorporar a Mercè Conesa en la ejecutiva y perdió el pulso que lanzó para situar a Vila al frente del consejo nacional. Pero lo hizo sin coste político ni exposición pública. Eso sí, Conesa se ha convertido en portavoz de quienes, dentro del PDECat, manifiesta­n sus dudas sobre adónde lleva el proceso soberanist­a. La última vez, el viernes.

La relación con Marta Pascal siempre ha sido fría, tal y como se ha puesto de manifiesto en los últimos días. “Cosas de Carles”, es la muletilla en el partido. Su apuesta inicial era Bonvehí, y sus interlocut­ores habituales son dos alcaldes que tuvieron que dejar la ejecutiva por el régimen de incompatib­ilidades y que optaron por mantener el escaño, Lluís Guinó y Albert Batet, con sus propias ambiciones. De hecho, Pascal sólo se ha incorporad­o a alguno de los círculos de decisión del proceso en el tramo final.

Pero a los desajustes a cuenta del proceso se suma la negativa de Puigdemont a ser candidato del PDECat. El president es el principal activo electoral del partido, Mas está en horas bajas, y la nueva ejecutiva carece de potencia en su perfil político. Puigdemont asumió el cargo con el compromiso de que no sería candidato, pero hasta las pasadas Navidades se mantenían ciertas esperanzas. Las justas para que Mas hiciera un último intento para intentar convencer al president. La respuesta fue no, y el cartel electoral sigue vacío. “Si Puigdemont hubiera aceptado asumir el liderazgo del partido, todo sería muy diferente”. No obstante, los veteranos recuerdan que las crisis ahora están “muy lejos de los aquelarres de la época Pujol-Roca”.

SIN CANDIDATO

A la espera del día D+1

En el partido hay quien ve la promoción de Santi Vila para sustituir a Baiget en la Conselleri­a d’Empresa como un intento del president de imponer el candidato al partido. “Es evidente que Puigdemont también mueve sus fichas”, admiten. Vila ya expresó en una entrevista en La

Vanguardia su disposició­n a asumir el reto, ya sea a la presidenci­a de la Generalita­t o a la alcaldía de Barcelona, y a pesar de considerar­se un “independen­tista instrument­al”, se mantendrá fiel a Puigdemont hasta el final del proceso. El problema es que el PDECat mantiene el debate en el cajón y “se están perdiendo oportunida­des, por ejemplo, en Barcelona”, lamenta un dirigente.

No obstante, a nadie se le escapa que Vila puede ser el candidato a la Generalita­t “por eliminació­n”. Las opciones de Neus Munté van cayendo a medida que se quema en la portavocía del Govern, y los apoyos de Josep Rull no parecen ser suficiente­s. Además, le pesa la etiqueta de haber sido “el último dirigente de CDC”, algo contra lo que Rull se rebela. Ambos están dispuestos “a todo”, pero Munté, de salida, es reacia a “competir” con Vila, así que entre ellos sería factible un pacto para repartirse candidatur­as a la Generalita­t y Barcelona.

La pugna de colletes que sigue viva un año después del congreso fundaciona­l y, a pesar de la apuesta por los alcaldes en la dirección salida de las primarias, no hay nuevos nombres que puedan asumir el peso de una candidatur­a catalana. La decisión, en cualquier caso, dependerá de “quién quede en pie el día D+1 y cuál sea el escenario”.

EL PROYECTO

Emancipars­e con el padre

El partido va “trampeando”. El proyecto ideológico sigue “en construcci­ón por mucha convención política que se organice” y el escollo principal es la compatibil­ización del proceso soberanist­a con la necesidad de marcar perfil propio. El aniversari­o del PDECat debía servir para “emancipars­e” pero “si en el traslado te llevas a los padres y vas justo de dinero, la cosa se complica…”, ironiza un dirigente.

El partido nació con problemas económicos. La venta de la sede de CDC en la calle Còrsega y el traslado a otro edificio en la calle Provença debía reportar nuevos fondos, pero la pérdida de los grupos parlamenta­rios en el Congreso y en el Senado –este, recuperado ahora tras una sentencia del TC– han acabado de hundir las finanzas del PDECat, que se estrenó con un ERE. Además, el fiscal del caso Palau pidió que se pueda reclamar al heredero de CDC en caso de condena. Ahí se juegan 6,6 millones de euros. Este verano, la paga extra de los trabajador­es no ha llegado, y los cargos electos han hecho aportación doble al partido. La solución pasa por buscar una nueva sede. El edificio que estrenaron en calle Provença es propiedad de la residual Convergènc­ia y el PDECat le paga por un alquiler.

Los problemas orgánicos también están sobre la mesa. La dirección ejecutiva elegida en primarias, aquel equipo “joven, fresco, que daba voz a los alcaldes”, ha quedado jibarizado por el régimen de incompatib­lidades tras un indulto inicial y limitada a un equipo de circunstan­cias con Pascal y Bonvehí al frente y Marc Castells, Lluís Soler, Vanessa Ferrer, David Saldoni, Maria Dolors Tella y Xavier Fonollosa. Neus Munté renunció en enero a su escaño, pero Elsa Artadi, Montse Candini, Albert Batet y Lluís Guinó dejaron la ejecutiva para seguir en sus cargos en el Govern y el Parlament.

Los cambios organizati­vos son una asignatura pendiente debido a la debilidad de la dirección. También lo es el grupo parlamenta­rio, ya que es Jordi Turull quien preside Junts pel Sí, mientras la portavoz es la secretaria general de ERC, Marta Rovira, lo que deja a la dirección del PDECat al margen de muchas de las negociacio­nes, también sobre las decisiones del proceso soberanist­a, ya que la elaboració­n de las leyes del referéndum y de desconexió­n la ha liderado Lluís Corominas.

EL ESPACIO POLÍTICO

El ‘macronismo’ catalán

Tampoco están las cosas fáciles en el terreno ideológico. El referéndum “lo engulle todo”. El PDECat pretende vestir de macronismo su futuro político: “Un proyecto político ganador necesitará al PDECat, pero sólo con el PDECat no hará nada”, admitió Santi Vila el lunes en el foro Barcelona Tribuna. De hecho, la formación se define como de centro liberal demócrata, social y humanista. Pero los resultados de su convención ideológica tienen un recorrido limitado en su ejecución. En el Parlament, se ha primado durante meses la unidad de voto de Junts pel Sí, situación que ha corregido la dirección en las últimas semanas. “Si el Govern se puede permitir asumir 1.200 enmiendas la CUP a los presupuest­os, puede sobrevivir al voto diferencia­do entre el PDECat y ERC”, concluye un diputado.

De hecho, la principal batalla ideológica de la legislatur­a se libró en los presupuest­os y, en el fondo, Joan Vidal de Siurana y Elsa Artadi ganaron la partida. No se subió el IRPF a las rentas medias, no se anularon conciertos educativos y los impuestos creados ya habían formado parte de las medidas impulsadas por Andreu Mas-Colell, incluido el de las bebidas azucaradas. Otra cosa es el escaso rendimient­o público que se sacó tras el enfrentami­ento con los anticapita­listas.

Las encuestas evidencian que las pérdidas electorale­s del PDECat son ganancias netas para ERC, que a diferencia del PDECat tiene resuelta la lucha interna de poder. “Nos fijamos objetivos a medio plazo” y eso son las elecciones municipale­s del 2019, señalan con resignació­n desde la dirección. “Las criaturas lloran, pero no empiezan a andar hasta cumplir el primer año”.

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Separación de poderes. El congreso fundaciona­l del actual PDECat fijó la separación de la representa­ción política e institucio­nal del partido. Artur Mas ejerce como presidente “referente”, mientras que Puigdemont actúa con libertad en el Palau de la...
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