Corbyn desafía a May a poner fin a la austeridad
El líder laborista saca ahora 8 puntos de ventaja a los ‘tories’
Más de doscientos mil sindicalistas venidos de toda Europa celebran “el resurgir del socialismo”
Mientras Theresa May se codeaba en Hamburgo con Trump, Merkel, Macron, Putin y los demás grandes líderes del capitalismo, su rival laborista Jeremy Corbyn se ofrecía como alternativa de gobierno y exigía el fin de la austeridad ante más de doscientos mil sindicalistas de toda Europa viajados al norte de Inglaterra para celebrar el resurgir del socialismo, y el ocaso de los dogmas políticos neoliberales conforme los votantes asumen el deterioro del nivel de vida derivado de la gran crisis financiera.
Corbyn tiene razones para estar crecido. No sólo su victoria moral en las recientes elecciones generales británicas, sino el entusiasmo que genera entre jóvenes que portan camisetas con su foto y su nombre, la movilización de una generación de votantes que hasta ahora permanecían fuera del proceso, el temor creciente que inspira en sus rivales, la manera en que es tratado en los mítines como si fuera una estrella del rock, los ocho puntos de ventaja que de repente lleva a los conservadores en las encuestas, algo sin precedentes desde los tiempos de Tony Blair.
La debilidad de May, descrita por el exministro tory de Economía George Osborne como una zombi y tratada como tal por la prensa y su propio partido, hace que el Labour vea por primera vez en mucho tiempo un resquicio por el que llegar a Downing Street. Con la posibilidad de otros comicios anticipados en cualquier momento (el Gobierno tiene una mayoría tan precaria y está tan dividido que puede caer por las negociaciones del Brexit, los presupuestos o cualquier tema significativo), la oposición se encuentra en estado permanente de alerta, recaudando fondos como loca para la próxima campaña, que puede ser dentro de semanas, meses o un máximo de un par de años.
“Los conservadores están viviendo una pesadilla –proclamó Corbyn en la gran convocatoria sindical de Durban–, y les propongo que tengan misericordia con Theresa May, pongan fin a su tortura, desconecten el aparato que la mantiene artificialmente con vida en Downing Street y llamen de nuevo a las urnas. Y esta vez ganaremos nosotros, y acabaremos de una vez con la austeridad que tiene ahogado al país y a sus clases trabajadoras”.
Igual que hace un par de semanas en el festival pop de Glastonbury, el líder laborista fue aclamado a gritos de Oh Jeremy Corbyn .Y más aún cuando hurgó en las heridas del Gobierno y dijo que ya es hora de poner fin al tope del incremento salarial del uno por ciento en los sueldos de los funcionarios (incluidas enfermeras, bomberos y policías), que, con el nivel de inflación al tres por ciento y creciendo, ha hecho que su poder adquisitivo se deteriore de manera dramática, poniendo de relieve la flagrante desigualdad no ya entre los millonarios y quienes dependen de las ayudas estatales, sino entre los ricos y la gente normal que vive de un sueldo.
“Nuestra sociedad no puede seguir por este camino, que no lleva más que a la ruina”, afirmó Corbyn en la Gala Anual de los Mineros celebrada en el hipódromo de Durham, otros años ignorada por los principales medios de comunicación y considerada una celebración de la nostalgia y de un mundo ya inexistente, pero vista este año desde una perspectiva por completo diferente, tal vez un adelanto de que el viento ha cambiado, y del gobierno y las políticas que tendrá Gran Bretaña dentro de poco. El dirigente del Labour, caricaturizado hasta hace poco como un bufón anclado en los años sesenta e incapaz de ser elegido, inspira ahora terror en las clases dirigentes.