Barcelona necesita invertir en promoción turística
Barcelona superará este año su récord de visitantes. Ante este éxito, que envidian muchísimas ciudades, habrá quien se pregunte si aún nos hace falta una política de promoción turística. Sin duda la respuesta es afirmativa.
Una parte del turismo que nos llega es debido a los conflictos y la inseguridad existente en destinos con los que competimos. Por lo tanto, hay que descontarla y prepararse para cuando cambien las circunstancias y este turismo nos abandone.
Cuando se habla de turismo se tiende a generalizar, pero lo cierto es que el comportamiento de los visitantes varía muchísimo según cuál sea el motivo del viaje, la nacionalidad o el tipo de alojamiento que utilicen.
Por ejemplo, los turistas que no pernoctan en Barcelona, que vienen sólo a pasar el día desde la costa principalmente (y serán más de 16 millones este año, la mitad del total) gastan mucho menos que los que pasan la noche en la ciudad. Los que se alojan en hoteles gastan más que los que duermen en apartamentos. Los visitantes por motivos profesionales gastan en total casi el doble que los que vienen por ocio. Y, por nacionalidades, los americanos son los que más gastan en alojamiento y restaurantes y los chinos y de oriente medio en compras.
El turista que vuelve (más de la mitad ya ha estado en Barcelona por lo menos una vez) ya no contribuirá a congestionar los lugares más icónicos porque viene a disfrutar de muchas otras cosas que la ciudad ofrece: restaurantes, espectáculos, tiendas o exposiciones. Nos interesa pues que los turistas vuelvan. Y recordemos que, gracias al turismo, se puede mantener mucha de esta oferta de la que también disfrutamos los barceloneses.
Para Barcelona, pues, no es lo mismo porque no da lo mismo. No es lo mismo un tipo de turismo que otro. Deberíamos apostar por unas determinadas nacionalidades más que por otras y dando preferencia a unos motivos de viaje por delante de otros. Sin complejos. Por ejemplo, volviendo a promocionar el turismo médico, que además ayuda a retener talento en la ciudad y contribuye a mejorar nuestra dotación de equipamientos de los que también se beneficia la sanidad pública. O redoblando esfuerzos para atraer turismo de compras, uno de los principales motivos de viaje para los asiáticos.
Imaginemos por un momento que no hubiera una política promoción turística a nivel de toda la ciudad, ¿qué sucedería? Que la promoción la harían por su cuenta los diferentes operadores sin tener en cuenta el interés general y sin una visión estratégica de conjunto. Y entonces, ¿disminuiría el número de turistas? Me temo que no, porque las dinámicas globales del siglo XXI no se cambian así como así, y a Barcelona seguirá llegando gente de todos modos pero no necesariamente la más beneficiosa para la ciudad.
Afortunadamente, sí tenemos una única política de promoción turística diseñada y gestionada desde hace 24 años por un consorcio público-privado, Turisme de Barcelona, que cataliza el compromiso de más de mil empresas de todos los sectores con el turismo de calidad y que cuenta con el conocimiento y la profesionalidad para atraer al tipo de visitantes que más conviene a la ciudad.
Hace años, la promoción turística fue el motor para atraer más visitantes. Hoy la promoción es el volante para orientar el turismo hacia donde resulta más beneficioso para Barcelona y sus ciudadanos. Pues bien, resulta que ahora, cuando es más necesario que nunca realizar estas apuestas diferenciadas, el gobierno municipal limita el giro del volante al congelar los recursos que, procedentes de la tasa turística, destina anualmente a promoción.
Para que venga a Barcelona el turismo que más interesa a la ciudad hay que tomar la iniciativa, hay que ir a buscarlo. Para eso, necesitamos menos prejuicios ideológicos y, con los recursos necesarios, más rigor.
Deberíamos apostar por unas nacionalidades más que por otras y por determinados motivos de viaje