Merkel y May
En fecha reciente he visto comentarios que lamentaban la progresiva islamización de Europa. Más allá del terrorismo yihadista, señalaban que en Europa occidental hay 50 millones de musulmanes y van llegando más, y su tasa de natalidad es mucho más del doble que la de los europeos, y en 30 o 40 años Europa será islámica sin pegar un tiro ni poner bombas.
Recordé la intervención de Angela Merkel en octubre del 2015 en la Universidad de Berna. Una mujer le cuestionó cómo proteger a Europa y su cultura de la islamización. Pregunta muy pertinente por ser Alemania el país más abierto a los refugiados, gran parte de los cuales son musulmanes. Merkel dejó claro que en lugar de lamentarse o crispar el tono sobre la identidad, “los europeos deberían tener el valor de volver a la Iglesia y a la Biblia”. Añadió: “Nuestra tradición es asistir a un servicio religioso y aprender algunos fundamentos bíblicos” y “me gustaría ver a más gente tener el valor de decir: ‘Yo soy cristiano’”. La canciller remarcaba que más que temer al islam lo que hay que hacer es volver a las raíces.
También “se mojó” Teresa May en un vídeo emitido por Pascua de Resurrección. Resaltó la importancia de la aportación cristiana al Reino Unido y “el papel que el cristianismo debe desempeñar en las vidas de las personas de nuestro país”. Defendió la libertad religiosa: “Debemos seguir garantizando que las personas puedan hablar de su fe, y eso incluye absolutamente su fe en Cristo”.
De Estados Unidos no hace falta citar a nadie, puesto que, republicanos o demócratas, exponen abiertamente sus creencias y en muchos casos rezan al iniciar alguna actividad.
Resulta inimaginable algo similar en España. Rajoy ha desmantelado toda dosis de humanismo cristiano del PP e incluso en su congreso impidió debatir sobre el derecho a la vida del no nacido; Sánchez apuesta por un PSOE que revivaellaicismoagresivo;niquedecirde Podemos, algunos de cuyos dirigentes hasta han participado en profanaciones de iglesias; Rivera y Ciudadanos no muestran hostilidad a la religión porque para ellos ni siquiera existe y lo evidencian en sus propuestas. En Catalunya se va desde el indiferentismo de Puigdemont hasta la hostilidad de Colau o la locura de la CUP, pasando por el distanciamiento de lo espiritual o la enemistad de baja intensidad hacia lo católico de los demás dirigentes de partidos. Sólo se salvaría Oriol Junqueras, que abiertamente se declara católico, pero con la dramática comprobación de que donde gobierna ERC adoptan siempre posiciones hostiles.
La política de este país es un erial en contenido de fondo, y hasta se da la pintoresca paradoja de que algunos partidos son anticlericales cuando ya no hay clericales. Algunos quieren erradicar la religión de la escuela, marginarla. Les iría bien leer la carta que Jean Jaurés envió a su hijo. No era un clerical, sino un líder socialista, fundador de L’Humanité, que sería el órgano del PC, y que por ser pacifista fue asesinado el 1914, al empezar la I Guerra Mundial. Su hijo le pidió un justificante para eximirle de clase de religión. Se negó: “Tengo empeño en que tu instrucción y tu educación sean completas y no lo serían sin un estudio serio de la religión”. El padre le cuestiona cómo comprendería “la historia de Europa y del mundo después de Jesucristo sin conocer la religión que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización”. Argumenta que no entendería gran parte del arte, la literatura, la filosofía. “Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión. Pascal y Newton era cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón”. Le habla de la libertad de aceptar o no la religión, pero ello exige conocerla.
Diversos políticos y pensadores extranjeros tienen claro que las leyes no tienen por qué ser clericales, pero sí inspiradas en principios morales. Y saben dónde está la fuente de estos.
Algunos partidos son anticlericales cuando ya no hay clericales