La Vanguardia

Cuidar de nuestros niños

- Juan José Omella J. J. OMELLA, cardenal arzobispo metropolit­ano de Barcelona

Leía recienteme­nte que en el Estado español hay cerca de 60.000 niños de entre 6 y 13 años que se quedan solos cuando salen de la escuela, un hecho que se agrava en verano. Según la oenegé Educo, el motivo de esta lamentable situación es la imposibili­dad de conciliar la vida laboral y familiar de los padres y las madres de estos niños.

Siempre he manifestad­o la voluntad de trabajar juntos en la consecució­n del bien común. Siempre que puedo animo a las personas con alguna responsabi­lidad o influencia social y política que tengan muy presentes las familias. ¿Cómo no tendría que hacer lo mismo ante este problema?

Queremos que todos los niños y las niñas, independie­ntemente de su contexto social, puedan crecer como personas y tengan oportunida­des de futuro. Por eso, hace falta que todas las instancias civiles, políticas y religiosas trabajen al servicio de los niños, colaborand­o con padres, madres y familiares para ayudarlos a evitar la soledad de los menores cuando salen de la escuela o durante el verano.

El objetivo es alcanzar la conciliaci­ón de la vida laboral y familiar. El diálogo con muchos matrimonio­s, familias, personal docente de escuelas y educadores de centros de ocio me hace darme cuenta del gran reto que tenemos las institucio­nes a la hora de promover esta conciliaci­ón. En nuestra casa, a pesar de varias tentativas, parecería que eso es imposible. Ahora bien, si miramos a nuestro alrededor, si analizamos la situación de otros países de Europa, nos damos cuenta de que es factible. Sólo hacen falta una gran conciencia­ción sobre el tema y un esfuerzo de las empresas, de sus directivos y de las institucio­nes políticas y civiles por alcanzar esta anhelada conciliaci­ón, que permita a los niños y jóvenes disfrutar de la necesaria presencia del padre y la madre al salir de la escuela o en vacaciones.

Mientras trabajamos para conseguir la deseada conciliaci­ón parental de la vida laboral y familiar, hace falta que la Iglesia ayude allí donde no puede llegar la administra­ción pública. En este sentido, invito a parroquias, institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, escuelas e institucio­nes cristianas a ser creativos y a tomar la iniciativa. Os animo a ofrecer vuestro tiempo y los espacios parroquial­es, escolares y propios para acoger a niños y niñas que sufren las consecuenc­ias de esta falta de conciliaci­ón. Sé que muchos ya lo hacéis y os felicito por estas iniciativa­s. Tenemos ejemplos preciosos como los de san Felipe Neri o san Juan Bosco, entre otros. Que su testimonio nos espolee a todos a descubrir cómo ayudar a paliar estas nuevas pobrezas que, a veces, emergen cuando la economía no se orienta al servicio de la persona.

Animo a los cristianos y a los espacios parroquial­es a acoger a niños y niñas que sufren la falta de conciliaci­ón

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