Sin califato ni califa, el Estado Islámico se hunde
Fuentes militares corroboran la muerte de Al Bagdadi
Aunque ningún musulmán lo haya echado en falta, el sanguinario Abu Bakr al Bagdadi, que proclamaba delirantemente ser el califa del islam, está probablemente muerto desde hace semanas. Así se lo habían asegurado algunos de sus secuaces del Estado Islámico al Observatorio Sirio de Derechos Humanos, ente con sede en Inglaterra que difunde información de fuentes militares o, según asegura, recogida sobre el terreno. Esta fuente corroboraría así la primicia sugerida prudentemente por Moscú, de que uno de sus bombardeos había terminado con la vida de Al Bagdadi en Siria a finales de mayo.
Sin embargo, ni el Kremlin ni el Pentágono llegaban a confirmar ayer la muerte del caudillo yihadista, cuya desaparición resulta tan fantasmal como su salida a escena. En junio del 2014 sorprendió al mundo al proclamar la restauración de un califato de pacotilla, en Mosul, en sustitución del que la República Turca había disuelto en Constantinopla noventa años antes, ante las protestas de Gandhi.
Poco se sabe de su vida, más allá de que los estadounidenses lo excarcelaron a finales de la década pasada, después de algunos años entre rejas por su resistencia armada a la invasión decidida por George W. Bush y sus halcones. Se sabe que nació en 1971 en Samarra, Irak, y que al no conseguir la nota para entrar en Derecho se decidió por la Teología, para oprobio del islam. Su sectarismo salvaje se saldó con la ejecución de miles de civiles entre los yazidíes, los chiíes o los cristianos.
El sanguinario jefe del Estado Islámico deja atrás un irreparable legado de salvajismo sectario
El último de sus mensajes se difundió en el 2016, tras lo cual, pese a ser el hombre más buscado del mundo, diríase que se lo tragó una ballena, como a Jonás, el profeta de la bíblica Nínive, hoy Mosul. No obstante, se aventura que a principios de año abandonó dicha ciudad –bajo asedio iraquí e internacional– para infiltrarse en la Siria todavía bajo dominio del Estado Islámico, que él había ayudado a extender hasta Oriente Próximo. Hasta que un avión ruso lo mandó al infierno.
Mientras tanto, las fuerzas del dictador Bashar el Asad y sus brigadistas chiíes, al parecer, han logrado recuperar más de trescientos kilómetros cuadrados desde el lunes, en una triple ofensiva sobre reductos insurgentes del sur de Siria. No obstante, grupúsculos apoyados por EE.UU. declaraban ayer haber abatido un avión gubernamental, aunque otras fuentes matizan que el aparato, dañado por un proyectil, habría podido regresar sin estrellarse.