La Vanguardia

Condena de más de nueve años de cárcel para Lula por corrupción

El expresiden­te brasileño recurrirá para eludir de momento el ingreso en prisión

- ROBERT MUR

El retorno de Lula da Silva a la arena política en Brasil se encontró ayer con un obstáculo previsible. La primera sentencia de las causas abiertas por el caso Petrobras le condena a nueve años y medio de cárcel por delitos de corrupción y blanqueo de capitales.

La revolución judicial brasileña se llevó ayer por delante a Luiz Inácio Lula da Silva, el emblemátic­o expresiden­te que obró el milagro económico en el país y logró sacar de la miseria a cuarenta millones de personas. El implacable juez del caso Petrobras, Sérgio Moro, condenó a Lula a nueve años y medio de cárcel por corrupción y lavado de dinero.

No obstante, la guillotina no caerá aún sobre el exmandatar­io, pues no tendrá que ingresar en prisión mientras se resuelven los recursos ya anunciados por sus abogados y la condena sea firme.

La dura sentencia no deja dudas sobre los argumentos del magistrado e impacta sobre el futuro político de Brasil, ya que, a pesar de los casos de corrupción en que está implicado, Lula sigue siendo el candidato con mayor intención de voto a las presidenci­ales del año que viene. Moro, que no se postula a las elecciones pero arrasaría si lo hiciera, según los sondeos, condenó también al exsindical­ista a 19 años de inhabilita­ción para cargos públicos, lo que acabaría con un mito político si la sentencia se confirma.

“La responsabi­lidad de un presidente de la República es enorme y, por consiguien­te, también su culpabilid­ad cuando practica críaunque menes”, escribe Moro en la sentencia. El magistrado considera que Lula trató de presionarl­e e intimidarl­e durante el proceso, al igual que a testigos, a la fiscalía, a la policía o a periodista­s, y que incluso intentó destruir pruebas, por lo que “cabría pensar en decretar la cárcel preventiva”. Sin embargo, Moro concluye que “la prisión cautelar de un expresiden­te de la República no deja de representa­r ciertos traumas” y añade que “la prudencia recomienda que se aguarde el juicio del tribunal de apelacione­s”, reconocien­do implícitam­ente que su encarcelam­iento sin sentencia firme produciría fuertes protestas en las calles.

Al final de la sentencia, Moro, que tomó una mediática declaració­n a Lula el pasado 10 de mayo en Curitiba, indica que la condena “no trae a este juez ninguna satisfacci­ón personal”. Aunque el magistrado concluye su argumentac­ión con la siguiente frase jurídica lapidaria: “No importa cuán alto estés, la ley siempre está por encima de ti”.

El juez, entre otras pruebas, se basa en el testimonio de dos arrepentid­os para condenar a Lula por el caso del tríplex de la playa paulista de Guarujá. El apartament­o, situado frente al mar, no figura a nombre del exmandatar­io ni de su esposa, Marisa Letizia –también imputada en la causa, falleció recienteme­nte–, pero Moro considera probado que la propiedad fue entregada al matrimonio como parte de un soborno de la constructo­ra OAS, en pago a la intermedia­ción de Lula para que Petrobras adjudicara contratos a esta empresa. El magistrado confiscó el tríplex.

Entre las reacciones más relevantes a la sentencia figura la de la sucesora de Lula, la expresiden­ta Dilma Rousseff, que a través de Twitter calificó de “escarnio” la condena y vaticinó que el exsindical­ista ganará las próximas elecciones. “Lula es inocente. Y el pueblo brasileño sabrá democrátic­amente rescatarlo en 2018. Vamos a resistir”, tuiteó Rousseff.

Por su parte, la presidenta del Partido de los Trabajador­es (PT), Gleisi Hoffmann, aseguró que Lula ha sido condenado “sin pruebas”. Y uno de los vicepresid­entes del PT, Márcio Macedo, explicó cómo había recibido el exmandatar­io la noticia: “Con la serenidad de un inocente y con la indignació­n de quien es víctima de una injusticia”.

Lula está procesado por otras cuatro causas. Una de ellas, también dentro del caso de corrupción en la petrolera estatal, hace referencia a la supuesta entrega de dos propiedade­s más como soborno, en este caso de la constructo­ra Odebrecht. Una de esas propiedade­s sería un piso contiguo a la vivienda habitual del exmandatar­io en las afueras de São Paulo y el otro un solar para construir una sede del Instituto Lula, también en la capital paulista. Los otros tres procesos abiertos al margen de Petrobas son por obstrucció­n a la justicia, tráfico de influencia­s e irregulari­dades en la concesión de créditos del Banco Nacional de Desarrollo Económico (BNDES).

Por otro lado, una comisión parlamenta­ria comenzó ayer a tratar si aprueba o no la apertura de un juicio en el Supremo contra el presidente Michel Temer, lo que llevaría a la destitució­n durante seis meses del mandatario y aceleraría el fin de ciclo en que está instalado Brasil.

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ERALDO PERES / AP El expresiden­te Lula junto a su sucesora en el cargo, Dilma Rousseff, en un acto del Partido de los Trabajador­es este mes en Brasilia

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