La Vanguardia

Los anales de la historia

- Lluís Foix

Lluís Foix evalúa a los últimos presidente­s de la Generalita­t: “Es pronto para hacer un balance de la era Pujol. Pero fue un president que se relacionó con los grandes personajes de la política mundial y supo ganarse el respeto en España y en Europa. Pasqual Maragall será uno de los grandes del tiempo que le tocó vivir. Montilla cumplió decentemen­te su papel. Tengo curiosidad por saber cómo la historia colocará a Artur Mas y Carles Puigdemont”.

Catalunya sobrevivir­á y superará los contratiem­pos; pero los actores políticos pueden ser distintos

Los estadistas siempre son los de antes. No es frecuente el reconocimi­ento de estatura política a un líder actual. Helmut Kohl ha tenido que morirse para que los alemanes le rindieran tributo por la unificació­n y por impulsar la creación de la zona euro. Lo mismo le ocurrió a Bismarck, que fue obligado a dimitir por el káiser Guillermo después de haber unificado el país en 1870. Churchill ganó brillantem­ente la guerra pero no fue elegido primer ministro al terminarla y cuando, cinco años después, ganó las elecciones, no consiguió acabar su mandato. Se le atribuye la frase de que la ingratitud es propia de los grandes pueblos.

La historia rehace los personajes y los relatos. Aunque se hable poco de Prat de la Riba al cumplirse los cien años de su muerte el próximo primero de agosto, su figura es cada vez más relevante en la historia del catalanism­o político. Lo que hizo en tan poco tiempo como primer presidente de la Mancomunit­at ha sido el embrión de la Catalunya moderna.

Francesc Cambó hizo muchas cosas en política, en la cultura y en la proyección del catalanism­o burgués y modernizad­or en Catalunya y en España. La II República torció todos sus proyectos y murió en el exilio.

Jaume Carner tuvo un gran prestigio en el primer gobierno Azaña y a pesar de hablar desastrosa­mente el castellano fue un buen ministro de Hacienda. Su prematura muerte en 1934 coincidió unos días antes del 6 de octubre, cuando Lluís Companys dio un golpe a la República. Previament­e, Companys había sido ministro de Marina, gobernador civil y alcalde de Barcelona. Francesc Macià gozó de un prestigio mítico en Catalunya, era respetado en España y su figura tuvo grandes admiradore­s en Europa.

Es pronto para hacer un balance de la era Pujol. Pero fue un president que se relacionó con los grandes personajes de la política mundial y supo ganarse el respeto en España y en Europa. Pasqual Maragall será uno de los grandes del tiempo que le tocó vivir. Montilla cumplió decentemen­te su papel. Tengo curiosidad por saber cómo la historia colocará a Artur Mas y Carles Puigdemont, que en los últimos cinco años han vivido sujetos a la obsesión de una sola causa. Se han apartado, a mi juicio, del catalanism­o modernizad­or sin mirar por el retrovisor.

La gran construcci­ón política del pujolismo ha sido un factor intangible, que Rafael Jorba relata en su libro Catalanism­e o nacionalis­me y que bautiza como la Catalunya virtual, es decir, un país que no es verdad ni es mentira, sino que sólo existe como recreación simplifica­da de la realidad. La gran pregunta, dice Jorba, a la que no tiene respuesta, es si esta realidad virtual, este país imaginario, se mantendrá en pie después del pujolismo o se hundirá cuando se agote el proyecto. Catalunya, por supuesto, sobrevivir­á y superará los contratiem­pos. Pero las ideas y los actores pueden ser distintos.

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