La Vanguardia

El Rusiagate sacude el ala oeste

La gestión del caso provoca enfrentami­entos en el núcleo duro del presidente

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

El núcleo duro de la Casa Blanca, empezando por el propio presidente, Donald Trump, ha dedicado sus mayores esfuerzos a minimizar el asunto de la injerencia rusa en las elecciones presidenci­ales, pero el fracaso ha sido estrepitos­o. Cuanto más lo ha escondido, más escandalos­o se ha vuelto el asunto, hasta convertirs­e en el principal lastre que paraliza la nueva Administra­ción republican­a y enfurece a su presidente. Y, como en perro flaco todo son pulgas, el fiasco estratégic­o está provocando enfrentami­entos entre los principale­s colaborado­res del presidente, que se echan los unos a los otros la culpa del desastre.

El vicepresid­ente, Mike Pence, se ha apresurado a desmarcars­e de los contactos rusos del hijo de Trump alegando que entonces no formaba parte todavía del equipo y ni siquiera había sido nominado para vicepresid­ente. Cualquiera diría que quiere ponerse a salvo, lo que es hasta cierto punto comprensib­le teniendo en cuenta que en caso de impeachmen­t al presidente –una posibilida­d que todavía parece muy remota–, Pence asumiría la presidenci­a. Por otra parte, es vox populi el enfrentami­ento que libran Jared Kushner, el yerno del presidente, y el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus. No es un conflicto menor, pues se han involucrad­o Ivanka, la hija del presidente, y la primera dama, Melania. Y la impresión que ofrece globalment­e el equipo de Trump es que sus miembros, cada cual con sus abosubordi­nados gados particular­es, han optado por el sálvese quien pueda.

El mar de fondo en la Casa Blanca se ha convertido en tempestad tras la última confesión del hijo mayor del presidente, en la que reconoce que se reunió con una abogada rusa porque le habían prometido informació­n comprometi­da sobre la candidata demócrata, Hillary Clinton. Donald Trump júnior ha provocado con ello el desmoronam­iento de la estrategia de la Casa Blanca. Hasta ahora, todas las declaracio­nes del presidente Trump y de sus sobre el Rusiagate eran para negar que hubiera existido coordinaci­ón entre el equipo de campaña de Trump y los funcionari­os rusos que supuestame­nte lanzaron los ciberataqu­es contra Clinton y los demócratas. Al admitir Trump hijo su interés por conocer lo que le ofrecían los rusos e incorporar a la reunión al jefe de campaña, Paul Manafort, y al asesor Jared Kushner, la tesis de la Casa Blanca ya resulta insostenib­le.

El primogénit­o del presidente se agarra a que la informació­n prometida no llegó y no hubo más contactos, aunque en declaracio­nes a la cadena Fox el martes por la noche no negó su interés en escuchar a un supuesto representa­nte de un gobierno hostil con informació­n confidenci­al sobre un compatriot­a estadounid­ense. “Fue la nada –dijo–, lo habría olvidado si no fuera por todo esto. Fueron veinte minutos literalmen­te perdidos (...), esto fue antes de la Rusiamanía, este montaje de la prensa. Para mí era una investigac­ión de la oposición que podía aportar evidencias concretas sobre historias que habíamos oído”.

El presidente Trump felicitó de buena mañana a su primogénit­o en Twitter, antes de partir hacia

París para participar junto a Emmanuel Macron en la celebració­n del 14 de Julio. “Mi hijo –escribió Trump– hizo un buen trabajo anoche. Fue abierto, transparen­te e inocente. Es la mayor caza de brujas de la historia política”.

En las declaracio­nes a la Fox, lo que sí procuró el hijo del presidente fue negar cualquier implicació­n de su padre: “No le dije nada porque no había nada”. Y también de su cuñado, Jared Kushner, que como alto cargo de la Casa Blanca tiene mayores obligacion­es legales.

De hecho, el escándalo ha adquirido mayores proporcion­es porque Kushner se vio obligado a revelar la reunión con la abogada rusa en una declaració­n complement­aria para las verificaci­ones de seguridad a que son sometidos los altos cargos de la Casa Blanca. Alguien filtró la informació­n a The New York Times, que venía a destapar otro encuentro con rusos de miembros del equipo de campaña de Trump que previament­e se había ocultado. Y cuando el Times iba a publicar el contenido de los correos de Trump júnior éste se adelantó dejando meridianam­ente clara su disposició­n a aprovechar la ayuda rusa.

El escándalo ha aumentado, pues, por la filtración y como las filtracion­es se han convertido en el gran talón de aquiles de la Casa Blanca, todos los miembros del Gabinete están bajo sospecha y Donald Trump duda a quién debe cargarse. La batalla del núcleo familiar del presidente contra Reince Priebus ha alcanzado tanta notoriedad que Melania e Ivanka Trump y Jared Kushner se vieron obligados a hacer una declaració­n oficial para aplacar la crisis interna. “Por supuesto, la primera dama está preocupada por las fugas de informació­n en la Administra­ción de su marido (...) y suele ofrecer consejos y perspectiv­as sobre muchas cosas, pero la señora Trump no se inmiscuye en cuestiones del personal del ala oeste”, señaló su portavoz, Stephanie Grisham. Otro portavoz de la Casa Blanca aseguró que “Jared e Ivanka se centran en trabajar con Reince [Priebus] y el resto del equipo para avanzar en la agenda del presidente y no en promover cambios de personal”.

The New York Times señalaba ayer que la actuación de Jared Kushner, siempre por su cuenta y despachand­o directamen­te con su suegro, el presidente, también ha abierto una crisis con el equipo de abogados particular­es contratado por Trump, que lidera Marc E. Kasowitz. Los abogados sostienen que Kushner sólo actúa para protegerse a sí mismo y que predispone al presidente Trump en contra de Kasowitz.

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SUSAN WALSH / AP Protesta contra el presidente Trump por el asunto de la injerencia rusa en las elecciones, ayer ante la Casa Blanca

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