Un juez atormentado
El suicidio del primer instructor del caso agita un asesinato sin resolver de 1984 en Francia
El 16 de octubre de 1984, el cuerpo de Grégory Villemin, un niño de cuatro años, es hallado atado de pies y manos en el río Vologne. El 11 de julio del 2017, el cadáver de Jean-Michel Lambert, un juez jubilado de 65 años, es descubierto con una bolsa de plástico en la cabeza en su domicilio de Le Mans.
Primer y último acto –por el momento– del affaire Grégory, un caso sin resolver que lleva 33 años obsesionando a Francia y que hace un mes fue reabierto entre gran conmoción con la inculpación de tres nuevos sospechosos.
El suicidio –todo apunta que Lambert, el primer juez que investigó el caso, se quitó la vida– era uno de los pocos ingredientes que le faltaban a este culebrón truculento, plagado de oscuras intrigas familiares, odios, venganzas y pistas falsas.
Lambert tenía 32 años y ocupaba su primer puesto como juez en Vosgos (este de Francia) cuando el pequeño Grégory fue asesinado. Que se trataba de un caso especialmente enrevesado se vio pronto. Al día siguiente de la muerte, sus padres recibieron una carta: “Espero que te mueras de dolor. El dinero no te servirá para recuperar a tu hijo”. Desde hacía dos años, los Villemin eran acosados con notas y llamadas anónimas. Un caso de envidia familiar por el resquemor que provocaba a algunos parientes que Jean-Marie, el padre de Grégory, hubiese prosperado más que ellos.
Bernard Laroche, primo de JeanMarie, fue detenido y acusado, tras ser señalado por su cuñada, Muriel Bolle, de 15 años. Pero esta se retractó al día siguiente, acusando a los investigadores de haberla presionado. Laroche fue liberado pero, convencido de su culpabilidad, Jean-Marie lo mató de un tiro.
Con Jean-Marie en prisión, el caso dio otro giro. Lambert acusó a Christine, la madre de Grégory, después de que tres empleadas de Correos dijeran que la vieron enviando una carta el día del asesinato. Los Villemin clamaron la inocencia de Christine, aunque tardaría ocho años en ser exculpada.
El caso Grégory ha regresado a las portadas hace un mes, con la detención de tres sospechosos tras nuevos análisis grafológicos de las misteriosas cartas. Son Muriel Bolle, que hoy tiene 48 años, y Jacqueline y Marcel Jacob, los tíos de Jean-Marie. La tesis es que fueron estos dos quienes organizaron el secuestro del niño y encargaron a Laroche que lo asesinara, con la complicidad de Muriel. Los tres insisten en su inocencia.
Casi 33 años después, el asesinato de Grégory Villemin es aún un misterio. El caso marcó la carrera y la vida de Lambert, que nunca se libró del mote de “pequeño juez”, señalado como responsable del fiasco judicial. “Han tratado de convertirme en el chivo expiatorio. Asumo algunos errores de procedimiento, pero me gustaría que otros hicieran lo mismo”, decía el pasado 17 de junio entrevistado en televisión.
Decía que el exceso de presión mediática le impidió “trabajar con serenidad”. La muerte de Laroche, de cuya inocencia se convenció, todavía le atormentaba. “El caso me marcó, trastornó mi personalidad... Pero hay que tener pudor. Porque treinta años después yo estoy aquí, pero Bernard Laroche ya no”.
En 1987, Lambert fue apartado del caso, y otro juez más experimentado, Maurice Simon, tomó las riendas. Este martes, el día en que se suicidó, una cadena de televisión había publicado las notas de Simon, en las que criticaba “las carencias, la irregularidades, las faltas y el desorden intelectual” de Lambert.
Lambert fue culpado del fiasco judicial que siguió al asesinato de Grégory Villemin, un niño de cuatro años