La Vanguardia

Tensión en el transporte urbano

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LA situación del transporte en Barcelona es complicada. Los ciudadanos están hartos de tener que soportar cada lunes, desde hace diez semanas, la huelga de los trabajador­es del metro, a la que desde ayer se ha sumado la de los empleados del servicio de Bicing. Estos han empezado paros de cuatro horas por turno que se prolongará­n hasta el 31 de julio y que pueden agravar más los problemas de movilidad en la ciudad. Además, en el horizonte está convocado otro paro de veinticuat­ro horas de los taxistas para el próximo día 27.

En todos los conflictos citados se aprecia un bloqueo en las negociacio­nes, debido a la dificultad de acercar posturas, y en todos coincide asimismo el perjuicio que esta estrategia sindical supone para los ciudadanos. Los usuarios del transporte público no son quienes deben sufrir las consecuenc­ias de los conflictos entre los trabajador­es y las empresas. Las autoridade­s, por tanto, están obligadas a establecer los máximos servicios mínimos en el transporte público –algo que no hacen– para reducir las molestias a los usuarios. Y, en el caso de la huelga de taxis, es inadmisibl­e que, por más razón que pueda tener en sus reivindica­ciones, este colectivo pretenda colapsar la ciudad durante todo el día. En las anteriores huelgas de taxis ha habido una clara dejación de responsabi­lidad por parte de las autoridade­s que debería evitarse.

El bloqueo negociador se ha puesto claramente de manifiesto en el conflicto del metro de Barcelona. Más de ochenta reuniones durante dos años sin avances entre la empresa (Transports Metropolit­ans de Barcelona, TMB) y la representa­ción sindical, donde la CGT es mayoritari­a, demuestra un fracaso de las estrategia­s de ambos, en perjuicio de los ciudadanos, y exigiría una renovación de los interlocut­ores. En esta situación de enquistami­ento no es de recibo que los sindicatos hayan rechazado la mediación del Departamen­t de Treball de la Generalita­t.

La actual situación del transporte supone un evidente desgaste del gobierno municipal de Ada Colau, que no sólo debe hacer frente a las crecientes quejas de los ciudadanos, sino también a las duras críticas que recibe de la oposición por la gestión ineficaz en la resolución de los problemas planteados.

En agosto, además, entra en vigor la reducción veraniega del servicio de metro y bus, como si la ciudad fuera la misma que antes, cuando quedaba vacía. Esto no sólo ya no es así; por el contrario, aumenta el número de turistas y se estresan algunas líneas. Otro problema, pues, que resolver para no castigar más a los usuarios.

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