La Vanguardia

Intocables

- Pilar Rahola

Con la progresía hemos topado. Con la progresía auténtica, por supuesto, la que no se deja seducir por la maldad nacionalis­ta, y da lecciones hiperideol­ógicas, y disfruta de superiorid­ad moral. Cuando alguien osa criticar a los dirigentes de izquierdas, si la cosa va de Catalunya y referéndum, le caen encima las diez plagas de Egipto y toda la Stasi de la posmoderni­dad. Los unos elevan su canto victimista, y los otros, a la derecha, salen en tropel a salvarlos, no fuera que, en cuestiones de nacionalis­mo catalán, se quedaran solos. Es así como estos gurús de la ciudadanía, que saben mejor que el pueblo lo que necesita el pueblo, se convierten en víctimas de la libertad de expresión.

Estos días, a raíz del posicionam­iento de los comunes con el referéndum, hemos asistido a este espectácul­o de victimizac­ión: de todas partes han surgido voces que han confundido la crítica política con el ataque, y han considerad­o que los pobres comunes sufrían un asedio inaceptabl­e. No deja de ser curioso que, en esta defensa a favor de los comunes, se hayan juntado webs de la derecha españolist­a, voces catalanas del putaramone­tisme y el

tutti plenti de los habituales contrarios al proceso. Por poner un ejemplo simpático, en la defensa de Domènech, ante mi crítica en el Tallat Party, coincidier­on Sardà y López Alegre. No hay nada como salvar España. Y sin embargo, no deja de ser curioso, dado que nunca pasa al revés.

No he visto en ningún sitio el mismo conjunto de voces apremiadas defendiend­o la libertad de expresión, y contra el pressing desaforado, cuando el soberanism­o sufre todo tipo de descalific­aciones, a cual más brutal. Sólo por levantar la bandera de las urnas, se nos llama nazis, terrorista­s, golpistas, se utilizan mentiras, descalific­aciones brutales, campañas de desprestig­io... Ayer mismo, sin ir más lejos, Mayor Oreja decía textualmen­te: “El proyecto de ruptura de ETA está vivo en Catalunya”. Y si afinamos más, encontramo­s el mismo pressing estridente por parte de esta nueva izquierda que ha llegado a utilizar las difamacion­es contra dirigentes catalanes para conseguir votos, hasta el punto de sacar el Cristo grande cuando llegaron a asegurar que “usaremos el odio contra Mas”. Y por el camino, nos han tildado de agentes de clase contra el pueblo, patriotero­s, amigos del Pujol, etcétera. Un Pujol, por cierto, que se ha convertido en comodín permanente, y como ejemplo, el debate que algunos tuvimos con Alberto Garzón en Twitter, donde justamente usaba el espantajo pujoliano para negar el referéndum. No es que haya habido pressing contra el soberanism­o, es que no hay otra cosa.

¡Sin embargo, oh, milagro!, todas estas barbaridad­es, dichas diariament­e por voces públicas, nunca han significad­o el grito de alerta por el derecho a defender y expresarse a favor del soberanism­o. Parece que es un mecanismo que sólo funciona en una dirección.

Cuando osas criticar a los comunes, te cae encima la marabunta y toda la Stasi de la posmoderni­dad

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