La Vanguardia

Un cuarto de siglo del IFAE

- R. PASCUAL, profesor emérito de la UAB

No es muy frecuente que un instituto de investigac­ión cumpla 25 años de existencia. Esto es lo que está haciendo el Instituto de Física de Altas Energías (IFAE), un consorcio creado en 1991 por la Generalita­t y la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB). Es un hecho que la mayoría de los que componen la agrupación Cerca de los centros de investigac­ión de la Generalita­t se deben a las decisiones tomadas hacia finales de los años 1990 bajo la etapa de Andreu Mas-Colell.

Pero algunas entidades de investigac­ión vienen de etapas un poco anteriores, de la década de 1980, muchas de ellas a iniciativa de la UAB, bajo el rectorado de Antoni Serra, en general con participac­ión externa. Pienso, entre otros, en la Fundación Empresa y Ciencia, con la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, el Centro de Estudios Demográfic­os con la Generalita­t, el Centre de Recerca Matemàtica con el Institut d’Estudis Catalans, el Instituto de Estudios Metropolit­anos con la Corporació­n Metropolit­ana, o el Instituto de Ciencias Políticas y Sociología, con la Diputación de Barcelona.

El Instituto de Física de Altas Energías tiene su origen en el momento en que España, por acuerdo unánime del Congreso de los Diputados, se adhirió al CERN, el laboratori­o de física de partículas más importante del mundo, donde hace exactament­e tres años se descubrió la partícula de Higgs. En los documentos preparator­ios se previó crear en Barcelona un grupo experiment­al sobre la materia, a partir de los dos grupos teóricos ya existentes en las universida­des de Barcelona y Autònoma de Barcelona. Para ayudar a su implantaci­ón en el campus de la UAB, el entonces rector Serra, en 1984, creó un centro propio de la universida­d, el Laboratori­o de Física de Altas Energías, y facilitó el fichaje del quien tenía que dirigirlo, el doctor Enrique Fernández, por aquel entonces en el Stanford Linear Accelerato­r Center de Estados Unidos.

Pero un instituto universita­rio, sometido a la estrecha normativa legal, pronto demostró su insuficien­cia para participar en los proyectos internacio­nales en los que el laboratori­o debía participar. Era necesario dotarlo de la libertad necesaria para sus actuacione­s: jugar en el campo internacio­nal y tener una cierta libertad de contrataci­ón de personal fuera de los esquemas funcionari­ales. Crear un consorcio como otros ya existentes en la UAB podía ser un modelo. Se trataba de encontrar un socio externo para formar el consorcio y para dotarlo del capital semilla para poder contratar personal técnico especializ­ado y poder retener a parte de las personas formadas. No era sencillo convencer a nadie de la importanci­a de una ciencia tan básica como es el estudio de los componente­s más pequeños del núcleo de los átomos.

El inicio de la solución apareció gracias a la iniciativa del entonces director general del CERN, el premio Nobel Carlo Rubbia, de invitar al CERN al presidente de la Generalita­t Jordi Pujol. La visita se realizó el 15 de enero de 1991. Pujol fue recibido por, entre otros, Rubbia y el también Nobel Jack Steinberge­r. No es exagerado decir que la visita fue un éxito. Se acordaron tres cosas. Una fue organizar una visita de empresario­s de Catalunya al CERN para conocer las oportunida­des de negocio que el CERN podía ofrecerles. La segunda fue preparar una propuesta para que un laboratori­o en el que el CERN estaba entonces interesado se implantara en Catalunya: un tipo de acelerador dedicado a producir ciertas partículas. Técnicamen­te, una fábrica de leptones taus y quarks encantados. La propuesta se demostrarí­a inviable pero fue el germen de la actual fuente de luz de sincrotrón ALBA, la infraestru­ctura científica más importante de España, que tardaría aún diez años en aprobarse definitiva­mente y que desde el 2012 funciona a pleno rendimient­o en Cerdanyola del Vallès.

El tercer acuerdo fue encontrar una salida a las dificultad­es del Laboratori­o de Física de Altas Energías. Sólo seis meses más tarde, un tiempo récord, el Diario Oficial publicaba el decreto de creación del consorcio Instituto de Física de Altas Energías firmado por el conseller de Ensenyamen­t Josep Laporte y el president Pujol. El consorcio que empezaba tímidament­e ahora ha cumplido su primer cuarto de siglo y es uno de los centros punteros en su materia a escala internacio­nal. Ha merecido dos veces el distintivo Severo Ochoa y la placa Narcís Monturiol y participa en el BIST, el Barcelona Institute of Science and Technology. Digamos tan sólo que en él unas 150 personas participan en proyectos punteros internacio­nales, en el 2016 publicó 239 artículos científico­s, 94,1% en las revistas del primer cuartil, y, mediante una ciertament­e reducida aportación de la Generalita­t, la cuadruplic­a en convocator­ias competitiv­as.

El Instituto de Física de Altas Energías es uno de los centros punteros en su materia a escala internacio­nal

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