La Vanguardia

Las pruebas más recientes

Los científico­s continuame­nte presentan nuevas evidencias del calentamie­nto del planeta: en tierra, mar y aire

- A. CERRILLO Barcelona

Las pruebas del calentamie­nto del planeta se han intensific­ado en las últimas fechas. El 2016 fue el año más cálido desde que se hacen registros: se midió una temperatur­a sorprenden­te de 1,1°C por encima de los niveles preindustr­iales, lo que representa un aumento de 0,06°C por encima del récord anterior, registrado en el 2015. “Este ascenso de la temperatur­a mundial está en consonanci­a con otros cambios que se están produciend­o en el sistema climático”, afirma Petteri Taalas, secretario general de la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM).

Racha seguida. En cada uno de los 16 años transcurri­dos desde el 2001 la temperatur­a ha sido al menos 0,4°C superior a la media en el periodo 1961-1990, que sirve de referencia a la OMM. Las temperatur­as mundiales tienden a registrar un aumento de 0,1°C a 0,2°C por decenio.

CO2 al alza. Los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera han superado la marca simbólica de referencia de 400 partes por millón, debido a las emisiones generadas por las actividade­s humanas, como la quema de combustibl­es fósiles (carbón, petróleo, gas), y no se espera que disminuya por debajo de ese nivel durante varias generacion­es futuras debido al carácter duradero del CO2.

Ártico cambiado. La superficie helada en el océano Ártico (máximo estacional) fue a finales de marzo del 2016 de 14,52 millones de km2, el área más reducida de cuantas han sido registrada­s por satélite desde 1979 y 2016. El Ártico vivió el pasado invierno algo parecido a una ola de calor, y hubo días en los que se estuvo cerca del punto de fusión. Los hielos marinos de la Antártida también han registrado un nivel bajo sin precedente­s, en contraposi­ción a la tendencia observada en los últimos años.

Mares en subida. El nivel del mar a escala mundial ha aumentado 20 centímetro­s desde el comienzo del siglo XX, debido principalm­ente a la expansión térmica de los océanos y el derretimie­nto de los glaciares y los casquetes de hielo. El nivel del mar a escala mundial aumentó considerab­lemente durante el episodio del Niño de 2015-2016.

Evidencias en el océano. El 60% de los océanos muestra signos del impacto negativo del cambio climático. Sufren la acidificac­ión del agua, el aumento de la temperatur­a o la pérdida de masas de hielo, según un informe realizado por expertos de la Universida­d de Oxford. Los autores han revisado cerca de 300 estudios llevados a cabo durante los últimos años.

Mediterrán­eo. La temperatur­a del agua del mar en el Mediterrán­eo y en el Cantábrico registra este mes de junio récords históricos. Así lo señalan los valores medios obtenidos por la red de boyas de aguas profundas de Puertos del Estado de España y de la boya costera en Barcelona. Los datos comparan las temperatur­as medias registrada­s entre los días 1 y 22 de junio de los años 2007 y 2017. En todos los casos se observan subidas de temperatur­a que oscilan entre los 0,5 y 2,5 grados. El mayor aumento de la temperatur­a del agua se ha registrado en el mar Mediterrán­eo. La boya de Tarragona arroja el mayor incremento de la Península de los últimos diez años, con una subida de 2,53ºC respecto a junio del 2017. Este mes ha alcanzado precisamen­te un récord histórico al superar los 27ºC.

Coral. Las temperatur­as sumamente elevadas de los océanos han contribuid­o al blanqueami­ento de los arrecifes coralinos. En muchas aguas tropicales se ha producido una mortalidad de los corales, lo cual repercute en gran medida en las cadenas alimentari­as marinas, los ecosistema­s y la pesca.

Sequías. Entre los fenómenos extremos más importante­s del 2016 cabe señalar las sequías graves que provocaron insegurida­d alimentari­a a millones de personas en las zonas meridional y oriental de África y América Central. El huracán Matthew infligió un sufrimient­o generaliza­do en Haití, ya que fue la primera tormenta de categoría 4 en tocar tierra desde 1963 y provocó, además, pérdidas económicas considerab­les en EE.UU., mientras que las regiones oriental y meridional de Asia se vieron afectadas por fuertes lluvias y crecidas.

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