La Vanguardia

Clavell Morenet

- Julià Guillamon

Cuando me percaté de que Xavi era de pueblo pensé: todo saldrá bien. Lo pasas muy mal en las sesiones de fisioterap­ia, que te provocan un pánico irracional. Desde que nos conocemos hemos jugado muchas veces a las mil y una noches: a veces las historias las contabas tú y otras yo. Nunca hubiéramos pensado que pudiera existir una versión hospitalar­ia: ir enlazando historias para hacerte soportable que te movilicen la pierna, el brazo o el hombro, que tienes dormidos. “¿Tú de dónde eres, Xavi? ¿De Osona?” –digo para romper el hielo–. Intenta abrirte la mano con delicadeza. “No, de Bellver de Cerdanya”. Ibas a gritar de dolor, pero cuando oyes Bellver de Cerdanya te esperas un momento. “Mira, de Bellver. ¿Te acuerdas de cuando pasabais allí el verano con tus padres? –te digo para que te olvides del dolor– ¡Cuántas truchas! Recuerdas aquella película en que William Powell se hace pasar por pescador de caña para seducir a una niña rica?”. Xavi ha empezado a moverte el brazo. Se te forma un rictus de sufrimient­o: “¡Alcohol!”. Te gusta darte una friega en el brazo con el alcohol desinfecta­nte que ponen en la habitación. Te refresca y alivia un poco. “¡Quiero un whisky!”. Has hecho reír a Xavi, que empieza a movilizart­e el hombro. Le has empezado a poner alcohol desinfecta­nte en el brazo, pensando que es tu brazo. Eres una coqueta incorregib­le. Mañana le preguntará­s: “¿Quieres un poco?”. Y nos reiremos todos. Ahora te toca ponerte de pie sobre la pierna buena, agarrándot­e al cabezal. En lugar de ir contando los segundos que aguantas, decimos nombres de setas: uno tú, uno yo y uno Xavi. “Uno: carrerilla”, “Dos: oronja”, “Tres: boleto”, “Cuatro: rebozuelo”, “Cinco: níscalo”, “Seis: parasol”. Decimos más de veinte y con este juego te pasas levantada más de un minuto.

Te da tanto miedo la fisioterap­ia que cuando faltan dos horas para la sesión lloras de sentimient­o: unas lágrimas redondas y transparen­tes, que te resbalan por las mejillas y caen al suelo. Cuando Xavi te moviliza el hombro, que es lo que más te duele, gritas: “¡Piedad!”. Entonces te empiezo a cantar El

bandoler, que aprendiste en unas vacaciones, de adolescent­e. “No em mateu!, que tinc dos fills i una esposa, digueu l’últim

Crec en Déu. Pietat, pietat!”. Tú también cantas y así pasamos una nueva sesión. Al día siguiente Xavi quiere volverte a levantar, y se me ocurre cantar la Cançó del lladre. De chaval, a Pau le gustaba mucho. Cuando acababas de salir del coma, me sentaba junto a tu cama y te contaba historias. Un día cantamos la Cançó del lladre. Yo decía un verso y tu lo repetías. Y después los empezamos a cantar saltados, uno tú y otro yo: “Adéu, clavell Morenet!”, “Adéu, estrella del dia!”. Fue cuando me di cuenta de que habías vuelto.

Con la mano buena te sujetas al cabezal, yo te pongo la mano plana en el hombro, para asegurar que no te vas a caer. Cantamos la

Cançó del lladre. Te empujo el trasero hacia arriba para que te pongas bien tiesa. “Eh, eh, eh”, me riñes, como si te estuviera metiendo mano. Después te empieza a doler mucho la espalda y gimes llorosa: “¡Basta, basta!”. Te has ganado un beso.

Te da tanto miedo la fisioterap­ia que cuando faltan dos horas para la sesión lloras de sentimient­o

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain