Federer hace historia y logra su octavo Wimbledon
El suizo logra su octavo Wimbledon y su Grand Slam número 19
La inmortalidad es sólo para los elegidos. Y Roger Federer es el elegido. Con su raqueta y puño, su elegancia inigualable, su poesía en pista y su ADN diseñado para el éxito, el suizo ha escrito un capítulo más de su extensa leyenda. El reloj de arena pareció agotarse, diciéndole: estás mayor, es tiempo de retirarte. Hizo oídos sordos. Su cuerpo le dijo basta, su rodilla le falló y paró. La despedida parecía pertinente. No para Federer. En uno de los regresos más triunfales que el deporte pueda recordar, el suizo se coronó en Melbourne venciendo a su eterna némesis: Rafael Nadal. Ese regalo inesperado incluso para él, fue el inicio del verdadero objetivo del maestro. Coronarse en su jardín, lograr más títulos que ningún otro hombre en la Era Abierta. Ser recordado como el rey más laureado de Wimbledon. Seis meses más tarde, Federer desafió una vez más a la historia: Ocho veces campeón en el All England Club. Diecinueve títulos de Grand Slam. Deidad confirmada. Gloria infinita.
“No puedo ni creérmelo aún. Es mágico. Es demasiado”, acertó a decir entre lágrimas. “Fue cuestión de fe”, continuó Federer. “Después del año pasado no sabía si podría volver a estar aquí. Cuando perdí con Djokovic las finales del 2014 y el 2015 pensé que ya no tendría más oportunidades. Pero seguí soñando y luchando por ello. Y aquí estoy”.
La final ante Marin Cilic, invisible en el relato hasta el inicio del encuentro, duró en sí cinco juegos. Los primeros cinco. Hasta ese momento, Cilic golpeó con toda la potencia que sus casi dos metros le permitieron y Federer se encontró incómodo. En esos compases iniciales se cumplía con la premisa más compartida en la previa: el croata no era rival fácil. Siempre y cuando estuviese sano. La primera bola de break llegó para el balcánico pero se encontró con un segundo saque ganador para neutralizar la ventaja. “Chum jetz!”, gritó en alemán Federer. Ese ¡Vamos! ahogado suele ser el primer síntoma de preocupación en el box del suizo. Un respingo de amor propio. Un ‘aquí estoy yo’.
De tener bola de break a favor, Cilic pasó a entregar su servicio a un Federer que lo tomó con los brazos abiertos. Tras el quiebre, se liberó. Empezó a jugar con más agilidad, a presionar más desde el resto. Su movimientos empezaron a unirse naturalmente, sin esfuerzo. El croata se veía superado por el lado de la ventaja y por el lado del iguales. La grieta del servicio de su oponente se había disipado. Las nubes se volvieron más grises cuando, sirviendo por mantenerse en el parcial, regaló el set con una doble falta. Algo iba mal.
Tras un 0-9 letal, Cilic pidió atención médica. Pero cuando médico y fisioterapeuta llegaron, rompió a llorar con un desconsuelo que dejó helada a la central. Ambos trataron de susurrarle palabras de ánimo pero no hubo tratamiento alguno. ¿Era ansiedad? ¿Le había podido la presión? De un jugador sin experiencia en una cita de este calibre, quizá. Pero de un campeón de Grand Slam como Cilic, costaba creer que fuera un ataque de nervios. Tres juegos después, el croata fue atendido por ampollas en la planta del pie izquierdo. El llanto era de pura impotencia: sabía que había perdido la final.
“Ha sido uno de los días más duros de mi carrera”, confesó Cilic. “Sentir que en el partido más importante no puedes dar lo mejor de ti, te rompe. El dolor me ha bloqueado”.
En un partido de puro anticlímax, Federer logró hacer olvidar si un revés entró o una derecha voló. El broche sí será memorable: cerró con un ace. A lo grande. Y cuando sus cuatro hijos aparecieron en la grada, el papá se dejó ir. Ya no pudo contener las lágrimas. La emoción se apoderó de él. Elegido, inmortal pero genialmente humano. Eternamente joven: Roger Federer.
ROGER FEDERER “Cuando perdí con Djokovic las finales del 2014 y el 2015 pensé que no tendría más oportunidades” MARIN CILIC “Sentir que en el partido más importante no puedes dar lo mejor de ti, te rompe. El dolor me ha bloqueado”