La campaña de Tráfico muestra los sentimientos de las víctimas
Tráfico recurre a los sentimientos en su campaña de verano con testimonios de vidas truncadas en la carretera
Anna González, vecina de la Seu d’Urgell, perdió a su marido en un accidente de tráfico. El hombre iba en bicicleta y fue arrollado por un camión. Mar Cogollos quedó parapléjica por la distracción de otra persona al cambiar de emisora de radio. El coche en el que viajaba se salió de la carretera. A Jordi Porta la combinación alcohol-volante le cambió la vida. Se estrelló cuando iba en moto. Estuvo tres meses en coma y ese accidente le ha dejado postrado en una silla de ruedas.
Son los tres protagonistas de la campaña que la dirección general de Tráfico (DGT) ha puesto en marcha este verano. Con historias personales que no dejarán indiferente a nadie. Ellos han abierto la vía de las emociones. Y con sus experiencias Tráfico confía en tocar la fibra de todos los conductores. Como dijo el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido al presentar esta campaña, el mensaje de esas tres víctimas del asfalto es “el más real y directo que podemos recibir todos los ciudadanos, que solemos pensar que estos sucesos les pasan a otros y que nunca nos ocurrirán a nosotros”.
Son imágenes y testimonios crudos –no escenas duras como
Relatos crudos, en vez de duras escenas de impacto, que buscan llegar al corazón de todos los conductores
las de anteriores campañas– que buscan transmitir un mensaje muy concreto: “Nadie esta libre de sufrir un accidente, nos puede ocurrir a todos y ese siniestro puede cambiar una vida para siempre en cuestión de segundos”, recalcó el ministro Zoido.
La dirección general de Tráfico no es la única que ha decidido apostar por los sentimientos para que el mensaje cale en todos los conductores. Mostrar, con casos reales, la cara factura en vidas y dramas que se cobran los accidentes. El Servei Català del Trànsit también ha echado mano, en su última campaña, de las emociones con un mensaje que quiere llegar al corazón.
En los anuncios que han empezado a emitirse en Catalunya la pasada semana no sale ni una carretera, ni coches, ni sirenas, ni hospitales. Los protagonistas, como es el caso de Anna, Jordi y Mar, “son personas normales con familias normales”, afirmó en la presentación de la campaña el exconseller d’Interior, Jordi Jané. En este caso se quiere comunicar que un solo muerto en la carretera es ya un drama. Llegar al corazón del receptor del mensaje y ponerle en la piel del familiar del fallecido. Hacerle ver que detrás de cada víctima hay una familia, personas que querían a ese muerto y que por lo tanto no vale conformarse con reducir las muertes en carretera. El objetivo debe ser el de cero fallecidos, por muy utópico que eso pueda parecer en estos momentos.
Hasta llegar a esta vía de las emociones, las campañas de tráfico –con una historia de cincuenta años– han circulado por otras sendas con mensajes pensados para conductas concretas. Nada que ver, sin embargo, con campañas espeluznantes como las de finales de la década de los noventa o el 2002 y el 2004, cuando Tráfico apostó por el impacto. Eran anuncios que mostraban la muerte en la carretera. Escenas muy duras de la sangría
del asfalto. Valorar el resultado o efectos entre los conductores de cada campaña es una tarea prácticamente imposible. Pero si se consigue que los ciudadanos hablen de ellas o les presten una especial atención, una parte del trabajo ya puede darse por hecha. Lo más importante es que el mensaje invite a la reflexión, consiga que el conductor se ponga en la piel de una víctima o remueva conciencias sobre el riesgo real de sufrir un accidente cuando uno se salta las normas en la conducción. En eso siempre han coincidido todos los directores que han pasado por la DGT. Como en el hecho de que las campañas nunca deben ajustarse a los gustos del director de turno, si no que tienen que ser pensadas en función del momento (María Seguí apostaba, por ejemplo, en el año 2012 por inculcar a los ciudadanos que evitar los accidentes es hoy una responsabilidad social) o ser planteadas con mensajes ajustados a las conductas al volante que hay que cambiar. Esto ocurre cuando se detecta que el número de muertes achacadas a un comportamiento concreto se incrementa.
Cabe destacar, por ejemplo, las campañas específicas para concienciar sobre los peligros de mirar el teléfono móvil mientras se conduce, los mensajes que relacionan alcohol o drogas con los accidentes o la publicidad institucional que informa sobre el incremento de fallecidos en las carreteras causadas por las distracciones al volante, así como las
vidas que habrían podido salvarse si muchas víctimas hubiesen llevado puesto el cinturón de seguridad.
La pregunta que cabe hacerse al repasar este último medio siglo de campañas de tráfico es si esos mensajes funcionan y ayudan a reducir los accidentes. De lo que se trata es de que el conductor recuerde ese anuncio cuando se sube a un coche. En el caso de las imágenes de impacto, muchos expertos en el tema coinciden que suelen olvidarse con más rapidez que las campañas creativas que suelen cautivar al conductor. Dos claros ejemplos de anuncios que quedan en la memoria son los que llevaban el eslogan: “Si bebes no conduzcas” o “Ponte el cinturón, abróchate a la vida”.