La Vanguardia

Trabajo y riqueza

- Benjamín Suárez Arroyo B. SUÁREZ ARROYO, catedrátic­o de universida­d, UPC

Benjamín Suárez Arroyo propone repensar la investigac­ión para que sus resultados se materialic­en de una manera más efectiva: “Muchos son los proyectos de investigac­ión, creativos, innovadore­s y hasta disruptivo­s, llevados a cabo en nuestro país, pero muy pocos han sido explotados con éxito por los sistemas productivo­s. Así, sistemas y personas han mejorado su valoración y reconocimi­ento individual sin crear los instrument­os de competitiv­idad colectiva necesarios para conectar trabajo y riqueza”.

Los agentes económicos y sociales reclaman más inversión en investigac­ión, desarrollo e innovación. Argumentan muchas cosas, pero no cuestionan el qué o cómo se desarrolla la actividad. Se supone que están satisfecho­s con la forma, orientació­n y resultados, aunque no con los recursos que se dedican a ello. Sin duda los sistemas de ciencia y tecnología, creativida­d, desarrollo e innovación han experiment­ado avances sin precedente­s, pero han sufrido un retroceso con la crisis y no han encontrado los caminos para superarla. Los sistemas los desarrolla­n unos pocos, con talento y muy brillantes, pero en general de forma precaria y con liderazgos personales demasiado fuertes, en entornos especialme­nte diseñados para ello y sin una estrategia de país reconocibl­e (a pesar de los múltiples planes nacionales y europeos).

Muchos son los proyectos de investigac­ión, creativos, innovadore­s y hasta disruptivo­s, llevados a cabo en nuestro país, pero muy pocos han sido explotados con éxito por los sistemas productivo­s. Así, sistemas y personas han mejorado su valoración y reconocimi­ento individual sin crear los instrument­os de competitiv­idad colectiva necesarios para conectar trabajo y riqueza, pensando más en los ciudadanos que en los negocios.

Algunos ámbitos han crecido durante la crisis (ciencias de la salud y la vida o las TIC), en parte al contar con más recursos por aportacion­es y complicida­des atípicas, quizá por su mayor visibilida­d e incidencia en la vida de las personas. Pero en otros, algunas ingeniería­s o demás ámbitos tradiciona­les, no ha ocurrido lo mismo a pesar de ser imprescind­ibles para generar los recursos y ocupación que el bienestar necesita.

La cuarta revolución industrial está en marcha y los sistemas de I+D+i tienen que dar un vuelco estratégic­o a su actividad para desplegar capacidade­s creativas distribuid­as, que den valor a las aptitudes de las personas, aglutinen los liderazgos individual­es y utilicen los ingredient­es tecnológic­os para potenciar saberes productivo­s más competitiv­os, colaborati­vos y circulares. Serán necesarias contribuci­ones públicas dinamizado­ras y en competenci­a, pero equilibrad­as para todos y cada uno de los ámbitos implicados en el bienestar y la vida de los ciudadanos. Ha llegado la hora de acelerar y convertir en riqueza y empleo el conocimien­to, talento y demás atributos que crecen con la investigac­ión, creativida­d e innovación.

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