Inquietud por el destino de Liu Xia, la viuda del Nobel Liu Xiaobo
Temor ante la posibilidad de que China la quiera esconder para que no hable
A medida que pasan las horas crece la inquietud entre los amigos del fallecido premio Nobel Liu Xiaobo, por el destino de su viuda, la poeta Liu Xia. Nadie ha podido contactar con ella desde la muerte del escritor y disidente chino, y sus allegados temen que las autoridades la aíslen para que no pueda explicar nada de lo que sucedió durante los últimos días de la vida del su esposo, fallecido bajo custodia el jueves pasado a causa de un cáncer de hígado diagnosticado a finales de mayo. Alemania, Francia, EE.UU. y varias organizaciones internacionales han reclamado a las autoridades de Pekín que la pongan en libertad.
“Estamos muy preocupados por ella. La hemos visto en las fotos del funeral y se la ve muy débil y muy afectada. Parece la persona más triste del mundo”, ha señalado Hu Jia, un activista y amigo de la familia. “Nos inquieta pensar que se la puedan llevar a algún lugar desconocido, con la excusa de que tiene que descansar, y evitar así que hable”, añadió el activista .
La intranquilidad de Hu por la suerte de la viuda de Liu Xiaobo, compartida por otros allegados a la familia y también por diversos países y organizaciones pro derechos humanos, no es baladí. Esta poeta y fotógrafa de 56 años es actualmente una mujer rota, sumida en una profunda depresión y con problemas cardiacos, fruto de siete años de arresto domiciliario sin estar acusada de nada. Permaneció casi aislada desde octubre del 2010 hasta finales de junio pasado por el simple hecho de ser la esposa de un activista premiado con el Nobel de la Paz en el 2010. Un castigo que ha quebrado su estado de ánimo y ha deteriorado su salud, como corroboraron las imágenes del funeral. Liu Xia, vestida de negro riguroso, aparecía compungida y débil, y con la mirada fija en el ataúd abierto de su esposo.
Unas fotos que impulsaron a Sophie Richardson, directora para China de Human Rights Watch a señalar que “no hay mayor prioridad que la de lograr la salida del país de Liu Xia. Que las autoridades hayan difundido imágenes de la tortura que sufre ilustra esta urgencia”.
Una situación que las autoridades locales se encargaron de matizar este fin de semana. “Por lo que yo sé, Liu Xia es libre”, afirmó a la prensa Zhang Qingyang, un funcionario de la ciudad de Shenyang, que informó sobre el funeral de Liu Xiaobo. “Pero ahora mismo está muy afligida por la muerte de su esposo y es preferible que no reciba más sobresaltos en este periodo de duelo. Es el deseo de la familia. Es natural y las autoridades respetamos su derecho a no ser molestada”, añadió.
Sus allegados y las oenegés dudan de la sinceridad de estas declaraciones y las consideran cínicas. Temen que Pekín quiera aislar a Liu Xia, para que no pueda explicar lo que pasó en el hospital de Shenyang en los últimos días de vida de Liu Xiaobo, pero también para que no pueda ser visitada y se convierta en un nuevo símbolo de resistencia contra el régimen comunista como lo fue su esposo. “Liu Xia está claramente controlada”, ha señalado Ye Du, otro amigo de la familia.
Una sospecha alimentada por el hecho de que hace tres días que ni siquiera sus familiares han podido contactar con la viuda del Nobel. Una coyuntura que ha impulsado a la comunidad internacional ha reclamar a Pekín que libre a esta poeta que en el plazo de algo más de un año ha perdido, a su padre, a su madre y a su esposo. “No podemos permitir que su viuda, Liu Xia, sufra el mismo destino trágico que Liu Xiaobo”, dijo Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional.
Alemania, Francia y EE.UU. también se han sumado a esta iniciativa y piden a las autoridades chinas que liberen a la poetisa y le permitan abandonar el país si ese es su deseo. Una reclamación de difícil cumplimiento si se tiene en cuenta la intransigencia que acostumbra a mostrar Pekín ante las peticiones occidentales y con quienes desafían su autoridad.
Es una mujer rota, con una depresión y con problemas cardiacos tras siete años de aislamiento “No podemos permitir que sufra el mismo destino trágico que su compañero”, dice Salil Shetty, de Amnistía