La Vanguardia

Inversión en carreteras

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LAS inversione­s en infraestru­cturas han sufrido grandes retrocesos en los últimos años como consecuenc­ia de los recortes presupuest­arios exigidos para ajustar los niveles de déficit público. Ello ha tenido, entre otros, un importante impacto negativo en el mantenimie­nto de la red viaria del país, que acumula un creciente deterioro que habría que corregir. Por ello hay que aplaudir la iniciativa del Gobierno para impulsar un ambicioso plan de inversione­s, por valor de 5.000 millones de euros durante los próximos cuatro años, destinado a la conservaci­ón y mejora de las carreteras. Este importe supone multiplica­r por seis la actual capacidad inversora del Ministerio de Fomento en la red viaria.

La patronal del sector de las obras públicas (Seopan) estima que el déficit de inversione­s en la red viaria que acumula el conjunto del país es de 26.000 millones de euros. Pero, pese a ello, valora positivame­nte la iniciativa del Gobierno porque supone un primer paso para la recuperaci­ón de un sector vital para el desarrollo económico.

El compromiso del Estado español con los objetivos de déficit público exigidos por la pertenenci­a al euro no permite todavía, pese al crecimient­o económico, excesivas alegrías presupuest­arias. Lo interesant­e del plan presentado por el Gobierno, en este sentido, es que se financiará con fórmulas de participac­ión público-privada que diluirán a largo plazo su impacto en las cuentas públicas. El sistema de financiaci­ón previsto es el de pago por disponibil­idad, mediante el cual las empresas a las que se adjudiquen las obras asumirán el coste de construcci­ón y el mantenimie­nto de las obras por un periodo de treinta años a cambio de un canon anual que abonará el Estado. La utilizació­n de esta fórmula de financiaci­ón se ha generaliza­do en Europa. La desconfian­za inversora por la insegurida­d jurídica existente en España, como consecuenc­ia de incumplimi­entos anteriores en los compromiso­s del país, podría dificultar sin embargo la captación de la inversión privada necesaria.

El plan de inversión en carreteras se desplegará en una veintena de corredores viarios, que se detallarán después del verano, en los que Catalunya debería reivindica­r su parte correspond­iente. El objetivo del plan es completar los tramos pendientes de la Red Transeurop­ea de Transporte, para los cuales se podría contar con financiaci­ón del plan Juncker, resolver cuellos de botella en las vías existentes y adaptar las principale­s autovías en servicio a los últimos estándares de seguridad, ruido y emisiones. Además de los efectos que tendrán estas actuacione­s en materia de mejores comunicaci­ones, mayor competitiv­idad, seguridad vial y medio ambiente, el Ejecutivo espera que sirvan para dinamizar la economía con la creación de 150.000 empleos durante los periodos de construcci­ón y cerca de 40.000 durante el posterior mantenimie­nto.

El plan para la puesta a punto de la red viaria del país deberá hacerse con un cuidado control financiero, para evitar sorpresas en sobrecoste­s ocultos, como ya ha sucedido demasiadas veces anteriorme­nte, y con una adecuada selección de los proyectos, en función de su rentabilid­ad económica y social, para evitar los despilfarr­os en la inversión en infraestru­cturas de cemento que tanto se han prodigado en el pasado. No hay que volver a repetir errores.

La citada iniciativa del Gobierno suscita, también, otra reflexión: disponer de carreteras en buen estado es necesario, pero este país no empezará a cambiar de verdad hasta que se ponga el mismo interés en las infraestru­cturas del conocimien­to, la investigac­ión y la educación para propiciar un nuevo modelo productivo que garantice un futuro de progreso y bienestar.

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