La Vanguardia

Poetisa del gulag

IRINA RATUSHÍNSK­AYA (1954-2017) Escritora y disidente soviética

- GONZALO ARAGONÉS

En octubre de 1986 la guerra fría se relajaba. La prensa y todo el mundo estaban pendientes de la cumbre de Reykyavik entre Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov. Pero días antes de que los líderes de Estados Unidos y la URSS se reuniesen en la capital de Islandia, el 11 y el 12 de octubre, Moscú hizo un gesto. Ansiosas de que el mundo tomase en serio las declaradas intencione­s de mejorar las relaciones con Occidente y de mejorar la situación de los derechos humanos en el interior, las autoridade­s soviéticas liberaron el 4 de octubre a una de las últimas disidentes: la poeta Irina Ratushínsk­aya.

Igual que otros disidentes, la joven escritora se convirtió ese año en símbolo de la lucha contra la dictadura soviética en el momento en el que Gorbachov iniciaba sus políticas aperturist­as, la perestroik­a y la glasnost. Meses antes, Moscú liberó al activista Natán Sharanski, que pasó nueve meses en el gulag y hoy vive en Israel. Y ese mismo año también terminó el destierro interior para el más conocido de los disidentes, Andréi Sájarov, a quien desde 1980 se obligaba a vivir en la ciudad cerrada de Gorki (hoy, Nizhni Nóvgorod). Tras regresar a Moscú, comenzó a organizar los primeros grupos políticos independie­ntes y legales.

Fue precisamen­te el ejemplo de Sájarov el que enfrentó a Ratu- shínskaya y a su marido, Ígor Gueráschen­ko (médico de profesión), con las autoridade­s soviéticas. En 1981 firmaron una petición en su favor y participar­on en una manifestac­ión. Como consecuenc­ia, su marido perdió su trabajo y ambos fueron detenidos y condenados a diez días de arresto. Pero tras un segundo arresto, en 1982, el castigo fue mayor. Ratushínsk­aya fue juzgada en 1983 por “agitación antisoviét­ica y propaganda” y condenada a siete años en un campo de trabajo seguido de cinco años de Condenada en 1983 a siete años en un campo de trabajo, fue liberada en 1986 antes de una cumbre con EE.UU. exilio interior.

Ratushínsk­aya se había graduado en Física en su ciudad natal, Odessa (Ucrania), y trabajaba como profesora de primaria. Antes de convertirs­e en disidente ya tenía en frente al sistema, oficialmen­te ateo, debido a sus fuertes conviccion­es cristianas.

En 1982 publicó sus primeros versos en la revista Grani. Sus creencias y su sensibilid­ad como escritora le sirvieron para soportar los años de prisión. También necesitó de ingenio para continuar escribiend­o

en un penal femenino “para criminales contra el Estado”, en la república de Mordovia, donde no se le permitía tener papel. Escribía sus versos sobre barras de jabón, y los memorizaba antes de borrarlos. En total, creó así unas 250 poesías, que logró hacer llegar a su marido. Libros de

esos años son Poemas (1984), Fuera del límite (1985), Yo viviré (1986)

y El cuento de las tres cabezas (1986), que se publicaron en Londres, Frankfurt o Nueva York. Luego retrató su experienci­a en prisión en el libro autobiográ­fico

El gris es el color de la esperanza,

publicado en 1994.

Tras su excarcelac­ión, Ratushínsk­aya y su marido abandonaro­n la URSS y anunciaron que no volverían “mientras las autoridade­s soviéticas sigan violando los derechos humanos”. En 1987, estas les retiraron la ciudadanía.

Vivieron en Reino Unido y en Estados Unidos, donde Ratushínsk­aya trabajó en la universida­d de Chicago. Pero decidieron volver a Rusia en la década de los 90 para educar a sus dos hijos en la cultura rusa. Desde 1998 vivía en Moscú.

Además de seguir escribiend­o y ofrecer recitales poéticos, Ratushínsk­aya también ha trabajado como guionista para seriales de televisión muy populares en Rusia.

Ratushínsk­aya falleció en la capital rusa el pasado 5 de julio, víctima de un cáncer. Tenía 63 años.

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RICK EGLINTON / GETTY

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