Froome sufre pero sale vivo
El líder recibe ataques y tiene una avería en Peyra Taillade, donde incluso han de frenar a Landa para ayudarlo
La escritora francesa Amandine Aurore Lucile Dupin, más conocida por su seudónimo masculino George Sand, hizo una larga visita por la misma región que el Tour ayer. El 11 de junio de 1859 en concreto pasó por Le Puy en Velay, y vio una población “grande, montañosa, extraña e inverosímil, un auténtico decorado de teatro”.
El Tour no suele pasar mucho por Le Puy. No es sencillo llegar. Después de una primera visita en 1954 se lo pensó 36 años antes de regresar, y sólo para una salida. Aquí sólo han ganado el francés Dominique Forlini (1954), el suizo Pascal Richard (1996), el italiano Giuseppe Guerini (2005) y, desde ayer, el neerlandés Bauke Mollema. Siempre con escapadas, con ataques de lejos. Como ayer. Terrenos duros donde se mueve mejor un ciclista solo o un grupito pequeño.
Pero tenía razón George Sand cuando hablaba de decorados de teatro porque el retorno del Tour a Le Puy tuvo su buena dosis de dramaturgia. Cierto, sin cambios entre los cuatro de arriba de la general, que mantienen esas mínimas diferencias por debajo de los sesenta segundos. Cierto, con sólo dos retoques quizá menores entre los diez primeros: el siempre atrevido Dan Martin ha subido al quinto lugar, por delante de Landa, y el de nuevo hundido Nairo Quintana ha desaparecido de la élite. Pero aun así, fue una etapa
LA EXPLICACIÓN DEL LÍDER “Tenía rota la rueda trasera y por suerte Kwiatkowski me ha pasado la suya”
apasionante, con un protagonista fundamental: el collado de Peyra Taillade, repleto de gente, con unos desniveles infernales que dieron un toque especial a la carrera.
Las sirenas de alarma del Tour empezaron a sonar con fuerza en la aproximación del grupo de favoritos a este punto clave del día. Los hombres de Bardet –hay muchos y por todas partes– rompie- ron el grupo. Y entre los descolgados estaban Froome y Quintana. El británico tuvo que hacer un esfuerzo considerable para cerrar el hueco, que incluso rozó el minuto de pérdida. Lo hizo, y eso quiere decir que no le faltan las fuerzas. Pero justo entonces sufrió un incidente mecánico. Está abonado, por lo visto. Tuvo que cambiar la rueda de detrás con un compañero (Kwiatkowski) y volvió a montar una persecución de película. Primero con la ayuda de Henao y Kiryienka. Después fue Nieve quien tiraba del líder. Más adelante ya se quedó solo, y tuvo que encajar todo el desgaste. La tensión era absoluta en el Tour, ya en plena ascensión a Peyra Taillade, y entonces... un golpe de efecto de los que borran dudas (si las había). Desde el puente de mando del Sky ordenaron a Mikel Landa, que era el único del equipo que se mantenía con los favoritos, que esperara a su jefe de filas. Y entonces sí, con cierta facilidad, los dos se reintegraron al grupo que dirigía el Ag2R de Bardet. Todo fue un susto “unos momentos de mucho estrés”, dijo Froome. Y quedaron en nada... excepto que Quintana, incapaz de mantener aquel ritmo
endemoniado, se descolgó ya definitivamente de los favoritos. En Le Puy llegó con un retraso de cuatro minutos con Froome y compañía y en la general se sitúa en 6m16s.
“Tenía rota la rueda trasera”, explicó el maillot amarillo en la meta. “Por suerte tengo un gran equipo y una vez más tengo que agradecerles su colaboración. El coche estaba muy lejos y no tenía recambio”. Reconoció que lo pasó mal. “Siempre piensas que no entrarás,
NUEVA DECEPCIÓN Quintana no resiste la subida del día y ya está a más de 6 minutos del maillot amarillo
que no llegarás a los de delante, claro,” dijo.
Todo volvió al orden establecido y el teatro que habría admirado George Sand no llegó al estreno oficial en Le Puy. Froome pudo volver a mirar hacia adelante: “Me siento muy satisfecho con mantener el amarillo, y ahora viene un día de descanso. Perfecto. Son los otros los que tendrán que atacar”. Lo harán. Si pueden.