El discurso del método
Miguel Ángel Aguilar se refiere a los últimos pasos en el proceso independentista: “A partir de ahora, quienes tengan dudas razonables o metódicas quedan descalificados como dudosos. Y obsérvese el abismo diferencial entre la duda, signo de enaltecimiento, y la abominación hacia el dudoso en quien resulta imposible confiar”.
Parafraseando lo que José Ortega y Gasset decía a los argentinos en 1939 cabría escribir: ¡catalanes, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. Imaginen ustedes el brinco magnífico que daría Catalunya el día que resolviera abrirse a las cosas, ocuparse y preocuparse de ellas directamente, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos. Porque inflar el perro obliga a seguir soplando de modo incesante para evitar que se deshinche, y mantener la temperatura de ebullición requiere fuentes de calor constantes tanto más difíciles de encontrar cuanto menos responda el Gobierno a las provocaciones de la Generalitat.
Cuenta José Rodríguez de la Borbolla, Pepote, que siendo presidente de la Junta de Andalucía fue a Madrid para verse con Alfonso Guerra, entonces vicetodo en el Gobierno y en el PSOE. Quería aclarar dónde estaba la raya que separaba el libre albedrío del territorio de la obligada disciplina partidaria. Guerra le respondió que “la raya se mueve”. Una manera sutil de servirse del pronombre impersonal se para ocultar que la raya quedaría situada allí donde a él mejor le conviniera. En esa misma línea de arbitrariedad cristaliza estos días el tándem Carles PuigdemontOriol Junqueras, que han decidido erigirse en la encarnación del independentismo, de igual manera que Luis XIV proclamaba “l’État, c’est moi”.
A partir de ahora quienes tengan dudas razonables o metódicas quedan descalificados como dudosos. Y obsérvese el abismo diferencial entre la duda, signo de enaltecimiento, y la abominación hacia el dudoso en quien resulta imposible confiar. Llegados aquí, para el tándem de la Generalitat las carencias se reinterpretan como estímulos, las transgresiones reglamentarias se convierten en imperativos y las invocaciones a las libertades devienen objeciones inaceptables, estando en marcha la construcción nacional a la que todo debe subordinarse. La senda de las simplificaciones que nos devolverían a las banderías divisorias entre el “España, como problema” y el “España, sin problema” pronostica penosas consecuencias.