La península dividida
El Sur busca una relación más estrecha que propicie reencuentros familiares
El presidente de Corea del Sur, el liberal Mun Jae In, da un nuevo paso adelante en su estrategia destinada a conseguir un tratado de paz con Corea del Norte, anunciada el pasado día 6 en Berlín.
El presidente de Corea del Sur, el liberal Mun Jae In, ha dado un nuevo paso adelante en su estrategia destinada a conseguir un tratado de paz con el Norte, anunciada el pasado día 6 en Berlín. Su Gobierno propuso ayer al régimen de Pyongyang retomar las reuniones militares y el diálogo humanitario, con el fin de rebajar la tensión en la región después de que Corea del Norte lanzara su primer misil balístico intercontinental el pasado cuatro de julio. Se trata de la primera oferta de diálogo desde que Mun Jae In asumió la presidencia de su país en mayo de este año.
El viceministro de Defensa surcoreano, Suh Choo Suk, anunció ayer que su Gobierno ha propuesto al régimen que lidera Kim Jong Un celebrar a finales de esta semana una reunión entre representantes de los dos ejércitos, con el fin de detener “todo acto de hostilidad” a lo largo de la frontera, según la agencia Yonhap.
En un gesto que puede interpretarse como de buena voluntad, Seúl no ha planteado ni una agenda concreta que discutir, ni el rango de los representantes que deberían acudir a la cita. Sólo ha sugerido que la reunión se celebre en Tongilgak (el Pabellón de la Paz), un edificio bajo control norcoreano en la Zona de Seguridad Conjunta, en la zona desmilitarizada (DMZ, en sus siglas en inglés) que separa ambos países.
A la vista de que lo primordial para Seúl parece ser la celebración de la reunión, todo induce a pensar que sobre la mesa se expondrán asuntos de fácil consenso. La delegación surcoreana sugerirá seguramente que ambas partes detengan las emisiones de propaganda a través de sus altavoces a lo largo de la zona fronteriza. Y la representación norcoreana, por su parte, es posible que se centre en reclamar a Seúl que bloquee el lanzamiento de panfletos contra el régimen de Pyongyang por parte de grupos de activistas surcoreanos.
De llevarse a cabo esta reunión sería el primer encuentro que celebran las autoridades militares de los dos lados del paralelo 38 en casi tres años. La península quedó dividida por la guerra que terminó en 1953, y todavía no se ha firmado un acuerdo de paz.
En Seúl se respiraba ayer un prudente optimismo sobre la celebración de esta reunión. Aunque Corea del Norte aún no ha respondido a la oferta, Kim Jong Un ya sugirió el año pasado, en su discurso ante el congreso del Partido de los Trabajadores (nombre oficial de la organización comunista norcoreana), la oportunidad de retomar el diálogo para eliminar los riesgos de un choque armado en la frontera. Pero la entonces presidenta surcoreana Park se negó a tal encuentro.
Además de sugerir una ronda de conversaciones militares, Seúl planteó también ayer, a través de su Ministerio de Unificación una reunión de la Cruz Roja de ambos países el primer día de agosto, con el fin de reanudar las reuniones de familias separadas. El objetivo sería el de organizar una nueva cita para primeros de octubre, con ocasión de la celebración de las festividades que honran a los antepasados, uno de los ritos más importantes de la cultura coreana. De llevarse a cabo este reencuentro, sería el primero que tiene lugar desde octubre del 2015.
Sin embargo, la organización de esta reunión puede resultar complicada. Pyongyang no perdona a Seúl que no quiera repatriar a la desertora Kim Ryon Hui y advirtió en su día que no habría más reencuentros familiares hasta que no se resolviera ese caso.
Corea del Sur, por su parte, advirtió que ella llegó por su propia decisión y que no hay bases legales para devolverla. Pyongyang alega que ella ha cambiado de opinión y desea regresar a su país.