Palimpsesto mural
La limpieza de las fachadas descubre pintadas que hacían los estudiantes para celebrar su éxito académico
Después de siglos de suciedad acumulada, las fachadas y paredes de la catedral de Sevilla van recobrando su color tradicional y, al mismo tiempo, van apareciendo los grafitis que hacían los estudiantes que lograban doctorarse.
Después de siglos de suciedad acumulada, las fachadas, paredes y muros de la catedral de Sevilla van recobrando su color tradicional. Y con él, sus grafitis, casi una decena de vítores o víctores, pintadas que hacían los estudiantes que lograban doctorarse para comunicar al mundo su hazaña. Cuanto más rico era el estudiante, más grande y a mayor altura colocaba su víctor, para que las generaciones venideras tuvieran bien presente su logro.
Desde hace casi diez años se desarrollan los trabajos iniciados por el arquitecto Alfonso Jiménez, Rosa Domínguez y Juan Luis Barón, profesores del Departamento de Construcciones Arquitectónica de la Universidad de Sevilla, y a medida que se han ido limpiando paredes han ido apareciendo estas pinturas, realizadas con sangre de animales o pigmentos vegetales, muy resistentes al paso de los años.
La Real Academia Española define el víctor como “un letrero escrito sobre una pared o sobre un cartel o tablilla, en aplauso de una persona por alguna hazaña, acción o promoción gloriosa”. Algunos autores remontan el origen de estos vítores al sueño del emperador romano Constantino antes de una batalla, durante el que visualizó este símbolo in hoc signo vinces (con este signo vencerás). Posteriormente Francisco Franco lo exhibió profusamente durante la Guerra Civil.
En la catedral sevillana se pueden encontrar hasta una decena de estos víctores, la mayor parte de ellos en la fachada de la calle Alemanes, pero también en la avenida de la Constitución, junto a la capilla del Sagrario. Son perfectamente legibles los víctores de Don Alonso García o Don Melchor, junto a otros que no se han podido descifrar. Pintadas o grafitis que también se encuentran en el cercano Archivo de Indias, donde pueden leerse los apellidos Silva o García de la Parra, que en este caso posiblemente se relacionen con el apellido de personas dedicadas al comercio con las Indias. El víctor equivaldría a la expresión actual de “¡Viva... (seguido del nombre que corresponda) y de ahí procede la expresión “lanzar vítores” o “llegar entre vítores”.
Para el turista resulta chocante encontrar estos borrones rojos en medio de un monumento tan majestuoso como la catedral, el mayor templo católico del orbe. A medida que fueron apareciendo esas extrañas letras y dibujos rojos tras las labores de limpieza, suscitaron intriga y controversia entre los sevillanos y los expertos, hasta que se pudo certificar que se trataba de una costumbre importada de la Universidad de Salamanca, que se extendió en los siglos XVII y XVIII por universidades del sur (Granada o Úbeda) y por América, como sucede en las de Santo Domingo, México o San Marcos de Lima.
El hecho de que la mayor parte de estas pintadas históricas haya aparecido en la actual calle de los Alemanes no es casual. Allí se localizaban las famosas Gradas de la catedral, el mercado y zona de negocio donde mercaderes y comerciantes cerraban sus tratos y acordaban cifras, un mundo propio que vivió su momento de esplendor a principios del siglo XVI y que fue citado por Cervantes, especialmente en Rinconete y Cortadillo, pero también por Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo y muchos más. En mitad de la calle se encuentra la puerta que da acceso al Patio de los Naranjos, el antiguo patio de las abluciones, entrada principal de la mezquita musulmana sobre la que se construyó la catedral.
La calle de las Gradas fue durante varios siglos la más concurrida de Sevilla, por lo que los estudiantes que habían alcanzado su difícil meta querían que el hecho pudiera ser contemplado por toda la sociedad sevillana, la que se citaba diariamente allí, cuando Sevilla era “fantasía, el imperio de Occidente de riqueza y mancebía y un revoltijo de gentes al pie de Santa María”.
Todo apunta a que una vez concluidos los trabajos de adecentamiento exterior de la catedral sevillana haya que determinar si se permite que se mantengan donde ahora están, o se toma la decisión de borrarlos. De momento, la opinión mayoritaria es dejarlos tal cual, ya que en definitiva forman parte de la historia del edificio y no afectan a la parte más noble.
Otros expertos, como Rocío Martínez, doctora en Historia del Arte, consideran que “sería mejor borrarlos, siempre y cuando se pudiera hacer de manera que no afecte al conjunto. Peor sería dejar un borrón infame que mantener las cosas como están. Creo que no tienen sentido en un inmueble religioso. Otra cosa son los que aparecen en edificios ligados a la vida universitaria, como sucede en Salamanca. No dejan de ser unas pintadas que estropean el conjunto visual. Los autores ya han tenido tiempo de ver su nombre inmortalizado”.
ADOLFO S. RUIZ La opinión mayoritaria es dejarlos tal cual, ya que en definitiva forman parte de la historia del edificio