Los militares ya beben naranjada
Gran parte de la derecha liberal ha terminado siendo absorbida por el AKP, en parte por la barrera del 10% de votos para obtener representación ideada por ellos mismos para dejar fuera –últimamente sin éxito– al movimiento kurdo. El fantasma del Kurdistán distorsiona la política turca y su represión pone a la vista las taras de su democracia. Cuando Erdogan llegó al poder, la cúpula militar se insubordinó porque, en su primera recepción en la fiesta nacional, pretendió que los generales bebieran zumo de naranja. Los militares se salieron con la suya y les sacaron vino, pero Erdogan, que a diferencia de casi todos sus predecesores, no sólo lee el Corán sino que además lo hace en árabe, logró convencerlos de la conveniencia de la naranjada en público. Así, en la fiebre de la madrugada del domingo no había hombre más relajado que el jefe del ejército –padrino de bodas de la hija de Erdogan–, que no sólo sonreía mucho, bajo su gorra de general de cuatro estrellas, sino que siguió con todo respeto el extenso rezo de versículos del Corán con que se homenajeaba a las víctimas. Cabe decir que el Parlamento fue bombardeado cuando había en su interior más de cien diputados que acudieron para defender la soberanía, siguiendo la llamada del presidente de la Cámara, a pesar de los vuelos rasantes de los F-18. Los destrozos fueron importantes en algunos vestíbulos y partes de la fachada continúan melladas por las bombas. La intentona golpista del 2016 segó la vida de muchos seguidores del AKP, que salieron a la calle a defender la democracia o, con más propiedad, a defender su gobierno. Los 249 mártires van a ser sacados en procesión hasta la saciedad. El sábado había familiares –o no– que sostenían los retratos de varios de ellos, sentados al pie de la tribuna. Y los nombres de todos están siendo inscritos en letras doradas en monumentos prêt-à-porter que ya se están inaugurando por todo el país. Durante la conmemoración, sus nombres fueron citados uno por uno y replicados con un “presente”.