Un tesoro de vino
Si es cierto que el vino mejora con la edad, ahora se dispone de una oportunidad histórica para verificar esa teoría, o avinagrarla. Utilizar el calificativo de histórica no es ninguna exageración ni significa caer en el hiperbólico léxico del trumpismo. Pocas veces parece tan vinculado el adjetivo a su sujeto. Todavía ha habido otras descripciones elocuentes para ensalzar el asunto. En la publicación online del museo Smithsonian se lee que operarios que ejecutaban el proyecto de renovación del museo Liberty Hall, en el campus de la Kean University de Nueva Jersey, dieron hace unos días con “el santo grial” del morapio.
Es como una historia inspirada en Edgar Allan Poe, pero en lugar de restos humanos y desvelar un misterioso asesinato, de repente, emergió un tesoro embotellado.
Pese a que la mansión se remonta a 1772, antes de la guerra de Independencia de Estados Unidos –la Revolución–, los obreros procedieron a derribar un tabique alzado en la era de la Prohibición (1920) para ocultar las dependencias donde se guardaban las bebidas alcohólicas. Aunque sabían que esa parte de la casa se correspondía a la bodega, y suponían que habría licores, lo que jamás se imaginaron es que aparecerían unas cincuenta botellas de vino de Madeira y 42 garrafas de vino de Madeira que se remonta como poco a 1796, el año en que John Adams, primer vicepresidente de EE.UU., salió elegido como segundo presidente.
Liberty Hall fue edificada originalmente como una residencia de 14 habitaciones y era propiedad del primer gobernador elector de Nueva Jersey. A lo largo del tiempo tuvo varias ampliaciones hasta alcanzar las 50 habitaciones y estuvo en poder de las familias Livingston y Kean, quienes la cedieron como museo a la universidad, que cuenta con 13.000 estudiantes.
John Kean, presidente del Liberty Hall, tenía constancia de que debía de haber una colección de vinos. Lo que no se podía imaginar era su “significado histórico”, dicho a los medios por el propio Kean. “Sabíamos que había espirituosos ahí abajo, pero desconocíamos su edad”, declaró al NJ.com, medio local de la ciudad de Union, que adelantó el hallazgo.
“Lo más interesante en este caso es que el Madeira nos lleva muy lejos y estamos intentando trazar el recorrido, por qué estaba aquí y quién era su propietario, ya que disponemos incluso de recibos de la época”.
Según los historiadores, este caldo era a finales del siglo XVII y durante el XVIII el vino número uno en el Nuevo Mundo, la bebida de señores y damas.
Algunos han llegado a afirmar que es el vino de la fundación de Estados Unidos. John Hancock alcanzó notoriedad por hacer contrabando de Madeira hacia las colonias evadiendo las tasas británicas. De hecho, la revista The
Smithsonian explica que la incautación del buque Liberty, cargado de Madeira de estraperlo, provocó alborotos en Boston. El entonces abogado John Adams consiguió que la corona retirara los cargos a Hancock, pero este incidente contribuyó a forjar el escenario que llevó a la lucha por la independencia.
Según los expertos, mientras que la mayoría de los vinos se convierten en vinagre, el Madeira puede perdurar de manera indefinida si está bien almacenado. Así que el museo contactó con la empresa The Rare Wine C., especialista de California, que les indicó que este tipo de vino raramente “se pica”.
Entonces decidieron rellenar un decantador con una muestra de este Madeira. Kean lo probó y destacó que aquellos a los que les gusta el vino dulce “disfrutarán de su envejecimiento”. El Madeira fue el vino que más se importó en el siglo XVIII precisamente por su resistencia. Diversos documentos señalan que las trece colonias importaban el 95% de la producción que se hacía en esa isla portuguesa.
“Puedes abrir cualquiera de las botellas y se verá que está perfecto”, insistió Kean. Pero no dijo nada de su valor monetario.
El hallazgo se hizo al derribar un muro alzado para ocultar la bodega durante la prohibición