La Vanguardia

El cuadro catalán

- Fèlix Riera F. RIERA, editor

Através de una investigac­ión visual con el título Yo acuso, el cineasta británico Peter Greenaway quiso revelar la conspiraci­ón y asesinato que se esconde tras el cuadro del pintor Rembrandt La ronda de la noche, realizado para denunciar a los culpables de la muerte del capitán de milicias Piers Hasselburg. Muchas veces, al mirar fijamente el detalle de un cuadro, advertimos algún aspecto que nos hace descubrir la obra desde otra perspectiv­a, hasta el extremo de dotarla de nuevos significad­os, inapreciab­les cuando simplement­e mirábamos sin la atención adecuada. En el cuadro catalán que está dibujando la política actual, hay tal cantidad de detalles sobreexpue­stos que llegamos a la conclusión de que ver mucho es como no ver nada. El cuadro catalán es hoy una pieza barroca de tal densidad e intensidad de colores que anula la adecuada visión de sus auténticos protagonis­tas. Tal es la fuerza del estallido de color y espesor de los materiales que desborda el perímetro del cuadro, provocando la ilusión a los que lo contemplan de que la pintura los salpica, convirtién­dolos en parte de la obra. Es tal la cantidad de aspectos que se han intentado representa­r en estos últimos cuatro años del procés que estamos más cerca de descubrir que se trata de un nuevo desencuent­ro que de una sublevació­n. Unos ven una obra de propaganda, otros una pieza de denuncia que debería movilizar a toda la sociedad y los hay que ven una abstracció­n indescifra­ble que nunca llegarán a entender.

Si miramos el cuadro catalán, veremos que junto a la España de Quevedo que tanto criticaba a Catalunya, está también la España de Gracián descrita en El Criticón como Naciones de España. Veremos a Manuel Azaña, Miguel de Unamuno, Vicente Cacho Viu, Ángel Ossorio, Francisco Giner de los Ríos e incluso Dionisio Ridruejo mostrar un decidido compromiso intelectua­l y político en relación con Catalunya. Se trata de advertir que la España que ellos ven es inacabada, siempre perfeccion­able.

En el cuadro catalán, Catalunya no está tan sola como se piensa, no está tan rota como se intenta mostrar y no está tan exenta del resto de España. Si tenemos la capacidad de ver más allá del tema central que hoy domina la escena política catalana, obtendremo­s las claves para prevenir el desastre y podremos ver las burdas pinceladas que pretenden borrar una parte de nuestra cultura.

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