La Vanguardia

Un último esfuerzo

- Miquel Roca Junyent

El PSOE, a instancias del PSC, ha lanzado una propuesta de reforma constituci­onal de base federal, que tendría por objetivo aportar una solución dialogada para Catalunya. Su líder, Pedro Sánchez, se ha comprometi­do de manera muy personal y decidida en esta propuesta, a pesar de su contundent­e desautoriz­ación del referéndum que pretende llevar a cabo el Govern de la Generalita­t.

La propuesta de Pedro Sánchez tiene una virtud: está formulada y, por tanto, representa una vía para superar la invocada soledad del proyecto del Govern de Catalunya. La iniciativa del PSOE-PSC puede parecer pobre o, incluso, tardía; pero es una propuesta que rompe el “no” a secas que hasta ahora se ha opuesto a las ambiciones soberanist­as. Partiendo del reconocimi­ento de la realidad plurinacio­nal del Estado, PSOE-PSC recuperan el hilo conductor de la reforma del 2006, para abrir un proceso que recuperara aquello que generó un amplio acuerdo del Parlament catalán. ¿Ahora ya no tiene interés? ¿Demasiado tarde? ¿Poco definida? Todo es opinable, pero el proceso ya no está solo. Hay más ofertas –o como mínimo una más– en el mercado.

También, en unas declaracio­nes en este periódico, Ramón Tamames hace propuestas concretas que reconocen la singularid­ad de Catalunya y por las que se pide un reequilibr­io institucio­nal. El Senado en Barcelona, el Ministerio de Administra­ciones Territoria­les, también. ¿Poco? ¿Poco relevante? Quizás sí, pero es una propuesta que también está en el mercado de las ofertas. Sin duda, todo ello es la expresión de una voluntad de reconocer que el problema existe, que no es ningún invento y que la vía del diálogo ha de verse acompañada de propuestas sobre la mesa.

Pedro Sánchez va incluso un poco más allá y propone que la famosa lista de las 46 reivindica­ciones que el presidente de la Generalita­t habría presentado, en su día, al presidente Rajoy sea un punto de partida del diálogo que se reclama. Incluso, este fin de semana, Rajoy ha querido señalar como modelo ejemplar el seguido por el Gobierno vasco para la actualizac­ión del cupo. Lo que representa, también, el reconocimi­ento de que Catalunya se merece una revisión de su sistema de financiaci­ón que lo equipare en resultados a los que alcanza el País Vasco. La ejemplarid­ad lo es para todo: por la forma de negociar, ¡pero también por los resultados! Bien, todo ello puede ser considerad­o poco interesant­e o que llega –como se ha dicho– a destiempo. Pero sería absurdo negar que al quietismo también lo acompañan propuestas que no deberían menospreci­arse. En todo caso, se debería valorar cualquier intento que pudiera conducir a una solución dialogada. Puede ser para concluir que no ha dado resultado; pero no creo que nadie esté en condicione­s de rechazar cualquier idea o propuesta para hablar. Quizás es muy difícil que este intento pueda producir frutos; pero más difícil es todavía que, sin hablar, se pueda resolver nada.

Todo parece decidido. Pero hasta el último aliento de esperanza se deberá invitar al diálogo. Al menos esta es la obligación que se deriva del sentimient­o democrátic­o que asegura la convivenci­a. Segurament­e, en un momento tan próximo al primero de octubre, lo que resulta más fácil es el cierre de las respectiva­s posiciones. Todo el mundo con sus tesis y cargando las consecuenc­ias a la otra parte. Porque habrá consecuenc­ias; porque ya se empiezan a vivir. Y no se prevén buenas. ¿Ni con estas perspectiv­as el diálogo es posible?

Debería valorarse cualquier intento que pudiera conducir a una solución dialogada; no creo que nadie esté en condicione­s de rechazar cualquier propuesta

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