Primeros espadas
Chick Corea y Béla Fleck protagonizan una sesión de impacto
Tercer dúo de impacto en la edición número 55 del Festival Internacional de la Porta Ferrada. El domingo por la noche desfilaron en el siempre acojedor Espai Port el pianista Chick Corea y el intérprete de banjo Béla Fleck. Ambos de la Costa Este norteamericana, y primeros espadas en sus respectivos instrumentos. Corea –con unos muy bien llevados 76 años– es propietario de un currículo impresionante, que lo sitúa en el parnaso del jazz junto a compañeros de generación como Herbie Hancock o Keith Jarrett. Fleck, nacido en 1958, es un innovador músico que, a lo largo de su trayectoria, ha insuflado nuevos matices al bluegrass. Y ambos se han caracterizado, siempre, por la mirada ecléctica que felizmente les une.
Chick Corea y Béla Fleck han trazado una trayectoria conjunta que suma ya una década. Una aventura que tuvo su capítulo inicial con el disco The enchantment, aparecido en 2007, y que continuó con otro álbum en el año 2015, titulado –de manera no excesivamente original– Two. No estamos hablando de una convocatoria de corte masivo como las que, tradicionalmente, se estilan entre los grandes festivales de esta época del año. Sin embargo –y atendiendo a la excelencia que caracterizó su comparecencia– nos permitimos augurar que podremos contar su concierto en tierras ampurdanesas entre los más memorables del verano de 2017. El elegante despliegue de Señorita y las líneas claras de Waltse for
Abbie marcaron los primeros compases de la actuación, que prosiguió con Children’s songs nº 6 y el espléndido escalado conjunto con el que nuestros protagonistas culminaron el mencionado tema. La noche nos reservaba varios quiebros, como las dos piezas con las que Chick Corea y Béla Fleck honraron la memoria del compositor barroco Domenico Scarlatti –acometiendo en este episodio una creación de sensacional lirismo–, o la espléndida alusión a la obra del compositor francés Henri Dutilleux, uno de los más apreciados por parte del pianista según señaló él mismo.
Referencias más explícitas al universo del bluegrass –Juno, Mountain– prepararon la senda para un final de impacto, culminando la sesión con la magnífica Armando’s
rhumba, que, sirva de anécdota, Michel Camilo y Tomatito también habían interpretado la noche anterior en el mismo escenario. Extraordinaria velada, con desarrollos de vuelo libre en los que, por supuesto, cada uno de los protagonistas dio sobradas muestras de su genio y virtuosismo individual. Sin embargo, fue el vector colectivo, y las complicidades entre ambos, lo que marcó un camino que sitúa la propuesta en algún mágico lugar más allá de géneros, procedencias y etiquetas.