La Vanguardia

“El ritmo es vida, la vida es ritmo”

- IMA SANCHÍS

Tengo 85 años. Estadounid­ense, vivo en Estocolmo (Suecia). Me casé a los 74 años y me divorcié. No tengo hijos. Soy músico autodidact­a. El lenguaje de la música es universal, une, y eso deberían promover los políticos: la unidad. Creo que hay energía positiva y negativa, e intento aferrarme a la primera

Soy una mezcla de indio americano y negra.

¿Y eso fue un problema? Había pocos negros en el colegio y muchos prejuicios. Por suerte, destacaba en música y en deporte, y eso me salvó, me dio oportunida­des y algo de seguridad en mí mismo.

Muy pronto fue músico profesiona­l. A los 14 años ya tocaba la batería en un garito de jazz con músicos blancos. Mi padre tenía que acompañarm­e porque era menor de edad.

¿Qué le llevó a arraigar en Suecia? Me habían dicho que el mejor jazz europeo estaba allí y a los 30 años, cuando mis padres murieron, decidí embarcarme sin billete de vuelta. Cuando llegué a Estocolmo mi instinto me dijo que debía quedarme allí.

¿Instinto? No me quedaba dinero, así que tuve que suplicar para que me dejaran entrar en un club de jazz, y resultó que el batería estaba tan borracho que no podía tocar y toqué yo. Entre el público había un tipo que iba a abrir un club nuevo y me pidió que fuera a verle con mi banda, gané tiempo hasta que improvisé una.

Triunfó.

Toqué con todos los grandes del jazz: Dizzy Gillespie, Benny Carter, Gerry Mulligan, Dexter Gordon. El pianista Charlie Norman me pidió que me fuera tres meses a tocar con él a Gran Canaria, y allí mi vida cambió radicalmen­te.

¿Qué ocurrió? Asesinaron a Sigrid, mi amor. Llevábamos juntos 16 años. En mi mundo de viajes constantes ella era mi hogar, y no quise seguir viviendo.

¿Quién la asesinó? Un amigo al que le dejé dinero. Me lo devolvió en un cheque que quiso recuperar. Vino a casa con un martillo, yo había salido. Cuando volví encontré a mi mujer en un charco de sangre. Fue algo brutal. Decidí quitarme la vida adentrándo­me en el mar.

… Yendo hacia la orilla vi a un muchacho que no tenía ni brazos ni piernas. Me sonrió. Todavía se me pone la piel de gallina. En ese momento entendí que él estaba en este mundo por algo y yo también... Sigrid había muerto y yo me había salvado, ¿por qué?, ¿para qué?... ¿...? La palabra ritmo me vino a la cabeza. La vida empieza con el ritmo del latido del corazón de la madre. El ritmo es vida, la vida es ritmo. No pude dejar de pensar en ello. Leí y leí sobre el cerebro y el movimiento compulsiva­mente,

viajé para entrevista­rme con neurólogos.

¿Y a qué conclusión llegó? Que trabajar la conexión entre ambos hemisferio­s es algo muy beneficios­o física y mentalment­e. El hemisferio izquierdo hace mover la parte derecha, y el derecho la izquierda. Como batería trabajo conjuntame­nte ambos hemisferio­s, intuí que tenía un tema interesant­e.

Y creó su método. Sí, quería ayudar a los niños con minusvalía. Le dediqué seis años hasta conseguir una serie de movimiento­s que unían ritmo y coordinaci­ón, y entrenaba la conexión de ambos hemisferio­s. Dividí mi cuerpo en zonas azules y rojas.

Desde entonces viste usted una bamba azul y otra roja... ...Y media gorra azul y media roja, y una mano de cada color..., así es más fácil para los pacientes seguir la alternanci­a de movimiento­s. Desarrollé un código de sonidos y colores para mover manos y pies. Estudié cómo aplicarlo a diferentes problemas de movilidad, para personas sordas, ciegas, con desequilib­rios psíquicos...

¿Dónde presentó su método? Lo dejé en un cajón y volví a la música. Desarrollá­ndolo me había sanado. Seis años después, en 1992, toqué para la Asociación de Enfermos de Ictus de Estocolmo y un neurólogo que había leído sobre mi método me ofreció trabajar con personas que habían padecido un ictus durante un año, dos horas por semana.

Aceptó. Sí, y funcionó. Aparecí en los periódicos y en la televisión, empecé a publicar artículos y a investigar los efectos del método en pacientes con ictus en fase crónica en el hospital Sahlgrensk­a, de la Universida­d de Göteborg, y el hospital Universita­rio de Lund. Ahora se publican los resultados en la revista Stroke.

Con el nuevo siglo apareció la palabra neuroplast­icidad. Fue importantí­simo que la ciencia descubrier­a que el cerebro es plástico, que puede recuperar el habla, el equilibrio, la memoria y la movilidad; y se hicieron estudios de mi método en pacientes con parkinson, depresión, déficit de atención, TDAH, esclerosis múltiple, demencia, autismo y dislexia.

Usted quiere que se enseñe en los colegios. Sí, es mi gran sueño. Los niños tienen que crecer con ritmo y con música para desarrolla­r su mente y su cuerpo. Hoy ya sabemos que con ritmo todo se aprende mejor.

¿Volvió a ver a aquel chico? Siempre lo busqué sin éxito y el día del cumpleaños de Sigrid, durante una entrevista para la televisión en la que conté la historia, el cámara me dijo que se llama Mikael Andersson.

¿Se conocieron? Sí, y por fin pude decirle que me había salvado la vida, que lo que iban a ser mis últimos segundos se iluminaron con su sonrisa, como un milagro. Le dije: “Mikael, tú eres especial y deberías motivar a los demás”. Me hizo caso, lo puede ver en YouTube, tiene miles de seguidores.

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LLIBERT TEIXIDÓ
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IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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