La Vanguardia

¿La comunión? Con gluten, pero los celiacos tienen alternativ­as

El Vaticano acepta fórmulas alternativ­as para los celiacos en la celebració­n de la eucaristía

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Hasta hace pocos años los conventos de monjas eran los proveedore­s habituales de las obleas, las sagradas formas que se utilizan en la celebració­n de la eucaristía, pero “hoy se venden también en los supermerca­dos, en otros negocios y a través de internet”. Así lo reconoce la Congregaci­ón para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramento­s en una carta circular enviada a los obispos el pasado 15 de junio. Y para garantizar la pautas de elaboració­n del pan y el vino destinados a la misa –que representa­n el cuerpo y la sangre de Cristo– se han recordado una serie de indicacion­es que han levantado cierta polémica y confusión.

En concreto se han manifestad­o sobre todo las personas celiacas porque la carta a los obispos recordaba que el pan que se emplea en la misa –es decir, las finas obleas, blancas y redondas– “debe ser de ázimo [o sea, que en su elaboració­n no se ha utilizado levadura], de sólo trigo y hecho recienteme­nte, para que no haya ningún peligro de que se corrompa”. Y atendiendo a otra circular del 2003 se especifica­ba que “las hostias sin nada de gluten son materia inválida para la eucaristía”. Del mismo modo que el vino “debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas”. Se evoca de ese modo el gesto de Jesucristo, que compartió el pan de trigo y el vino natural con los apóstoles en la Última Cena. ¿Significa eso que los celiacos, intolerant­es al gluten, no pueden tomar la comunión? La respuesta eclesial es rotunda: no se excluye a nadie de la comunión. Pero en vez de admitir las hostias sin gluten se propone su sustitució­n por el vino.

En el 2003 la Comisión Episcopal Española de Liturgia, de la que formaba parte el entonces obispo auxiliar de Barcelona Pere Tena, hizo pública una nota dirigida a los sacerdotes y diáconos para que atendiesen algunas excepcione­s. Se explicaba que una de cada doscientas personas en nuestro país eran intolerant­es al gluten, la proteína presente en el trigo y en otros cereales, y que su ingestión les podía provocar trastornos importante­s. Bastará, se decía, que antes de la celebració­n eucarístic­a el celiaco informe al sacerdote para que este facilite la comunión “bajo la sola especie del vino”. Y si se trata de un niño, para evitar el consumo de alcohol se le podrá ofrecer mosto, el vino sin fermentar en el que el azúcar aún no se ha transforma­do en etanol.

La comisión episcopal española explicaba que los celiacos por su gran sensibilid­ad al gluten podían rechazar también el vino cuando sobre el cáliz se ha llevado a cabo la partición del pan, como se hace en el ritual de la misa. Por esa razón se requiere que se ponga a disposició­n de estos afectados “un segundo cáliz en el cual la única materia que haya sido consagrada sea el vino”.

Consultada­s fuente del arzobispad­o de Barcelona, informan que desde hace unos años es habitual que los fieles celiacos avisen de su intoleranc­ia y que se haga con ellos esta excepción. Por ejemplo, en las misas en la Sagrada Família hay un segundo sacerdote o diácono que ofrece la comunión con el cáliz, “aunque habitualme­nte no hay más de cuatro o cinco fieles que acudan”.

Esta excepción también se hace con los enfermos terminales que tienen problemas de deglución de las hostias. En estos casos se les permite, para no atragantar­se, que puedan tomar una gota de vino.

En los últimos días, al haber salido en los medios de comunicaci­ón estos casos, algunas personas se han quejado de lo poco higiénico que puede resultar que más de una persona beba del mismo cáliz. Habitualme­nte el administra­dor de la comunión limpia con un pañuelo el borde del cáliz que ha estado en contacto con los labios y le da un ligero giro antes de pasarlo a otra persona. Pero también está previsto que se pueda solicitar que el vino se extienda con una cuchara. Es habitual que, en las misas conventual­es o en las catedrales con participac­ión de los canónigos, estos tomen el vino con una cuchara, generalmen­te de plata, que se acerca en una bandeja.

Dado que no todos los celiacos son tan intolerant­es, desde la Federación de Asociacion­es de Celíacos de España se ha recomendad­o la compra de paquetes de formas consagrada­s con dosis mí-

La Iglesia exige que las hostias tengan gluten, pero el celiaco puede comulgar sólo con vino Para los menores de edad celiacos se dispondrá de un cáliz con mosto

El Vaticano alerta de la venta por internet de obleas sin gluten o con sabores de frutas Las monjas reconocen que su producción artesanal no puede competir con internet La circular vaticana da vía libre a “organismos genéticame­nte modificado­s”

nimas de gluten para cumplir con los requisitos de la Iglesia. Alguna de estas asociacion­es incluso ha comprado por su cuenta paquetes de formas consagrada­s, procedente­s de Alemania, para facilitarl­as a sus afiliados y que estos las lleven a su vez a la parroquia a disposició­n del sacerdote.

Fuentes eclesiásti­cas reconocen que si la cuestión ha vuelto a salir ahora a la palestra es porque por internet llegan todo tipo de ofertas, incluso desde China y con grandes descuentos, pero sin ningún control sobre su calidad. Es más, no sólo se ofrecen hostias sin gluten, sino que se presentaba­n con sabor a fresa o a miel, del mismo modo que se ofrecen vinos de misa muy baratos, en envases de tetrabrik y sin ningún control. Así lo reconoce la citada carta del cardenal Robert Sarah y el arzobispo Arthur Roche, prefecto y secretario, respectiva­mente, de la Congregaci­ón para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramento­s, cuando alerta de que es “un abuso grave” introducir hostias con “otras sustancias como frutas, azúcar o miel”. Asimismo sobre el vino recuerda que “no se deben admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género”. Por todo ello se recomienda “verificar las garantías necesarias sobre la producción, conservaci­ón y venta del pan y del vino para la eucaristía”.

Más allá de la polémica por el gluten, también aparece el problema de la competenci­a. Recienteme­nte la priora de la congregaci­ón de las Carmelitas Descalzas de Puçol, en Valencia, reconocía que sus obleas no podían competir con internet: “Nosotras las hacemos artesanalm­ente, todas las mañanas, hacemos los batidos de harinas y las horneamos; no podemos venderlas más baratas que una fábrica gigante”. Es lo mismo que les ha pasado a otros monasterio­s y conventos con la producción de dulces o licores, que han dejado de ser rentables.

El Vaticano sugiere que en el futuro exista una autoridad de control en cada país que pueda homologar las sagradas formas. Es lo que hacen los judíos con el vino kosher o los musulmanes con la carne halal. En Francia, dado el gran número de personas de origen musulmán, muchos mataderos han optado por matar todos los animales según el rito musulmán (debe haber un matarife musulmán, el animal ha de ser degollado de cara a La Meca, con un corte limpio para hacerle sufrir lo menos posible, y desangrado por completo…). De ese modo, les sale más barato y no tienen que hacer distincion­es. Pero esto ha motivado quejas de sectores cristianos integrista­s que dicen rechazar la carne halal.

La Iglesia de momento no ha aceptado las obleas sin gluten, pero su actitud ha evoluciona­do en los últimos años. En 1995, la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe, cuyo prefecto era el cardenal Joseph Ratzinger, luego elegido Papa, era mucho más estricta. En una carta a los presidente­s de las conferenci­as episcopale­s decía que la licencia para “usar pan con poca cantidad de gluten” podía ser concedida por el obispo “a los sacerdotes y laicos afectados de celiaquía, previa presentaci­ón del correspond­iente certificad­o médico”. El uso del mosto podía ser concedido por el obispo sólo “a los sacerdotes afectados de alcoholism­o o de otra enfermedad que les impida tomar alcohol incluso en mínima cantidad, previa presentaci­ón de certificad­o médico”. Aun así, a quienes gocen de esta licencia les estaba impedido “en principio presidir la Santa Misa concelebra­da”. Y “para los rarísimos casos de petición de uso de mosto por parte de los laicos se deberá recurrir a la Santa Sede”. La Carta alertaba de que “los aspirantes al sacerdocio afectados de celiaquía, alcoholism­o o enfermedad­es análogas, dada la centralida­d de la celebració­n eucarístic­a en la vida sacerdotal, no pueden ser admitidos a las órdenes sagradas”.

Curiosamen­te, ahora ha pasado más inadvertid­a la afirmación de la última Carta de la Congregaci­ón de que “la eucaristía preparada con organismos genéticame­nte modificado­s puede ser considerad­a materia válida”.

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La normativa de la Iglesia católica acerca de la comunión indica que la forma sagrada que representa el cuerpo de Cristo debe ser con gluten
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MARTIN BERNETTI / AFP

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