La Vanguardia

David Davis

La UE y el Reino Unido chocan en derechos ciudadanos y la factura del Brexit

- BEATRIZ NAVARRO

MINISTRO BRITÁNICO DEL BREXIT

La vaguedad con la que David Davis, el ministro británico del Brexit, está llevando a cabo las negociacio­nes exaspera a la UE. Acaban de concluir cuatro días de reuniones en Bruselas y Londres sigue sin compromete­rse a nada.

El divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea no entrará en la categoría de separacion­es amistosas. El primer contacto a fondo entre los abogados de ambas partes ha dejado claro que las posiciones de partida están alejadas en puntos clave o son aún difusas por parte de Londres, a pesar de que ha transcurri­do más de un año del referéndum en que los británicos decidieron poner fin a más de 40 años de convivenci­a.

La impacienci­a europea con la indefinici­ón británica era patente en la rueda de prensa que el negociador comunitari­o, Michel Barnier, y su homólogo británico, David Davis, ofrecieron ayer para hacer balance de la ronda de negociacio­nes celebrada esta semana en Bruselas, cuatro días de reuniones en los que se ha hablado mucho pero se ha progresado más bien poco. “La primera ronda (en junio) fue para temas de organizaci­ón. Esta segunda, para la presentaci­ón. La tercera debe ser la de la clarificac­ión” sobre las respectiva­s posiciones, pidió Barnier, frustrado porque Londres no presente propuestas sobre cómo calcular la factura del Brexit. “Para llegar a una solución hará falta que las partes demuestren flexibilid­ad”, pidió Davis, atrapado por las divisiones de los tories sobre hasta qué punto desconecta­rse de la UE.

Como en tantos divorcios, el dinero es uno de los grandes caballos de batalla. En este capítulo, “el único avance de la negociació­n” se registró de hecho la semana pasada, con la declaració­n ministeria­l admitiendo que tienen obligacion­es financiera­s que van más allá de su salida de laUE”, afirman fuentes diplomátic­as. Aun así, Davis se resistió ayer a admitir que implicarán una transferen­cia neta de fondos de Londres a Bruselas (presupuest­o comunitari­o, pensiones...). La delegación londinense se limitó a hacer preguntas sobre la base jurídica de la posición europea, por ejemplo que Londres no tiene derecho a pedir su parte de los activos comunitari­os, como sus edificios o satélites ya que según Bruselas pertenecen a la UE, no a los estados. El método de cálculo europeo puede elevar la factura del Brexit a 100.000 millones.

“Van a seguir mareando la perdiz todo lo que puedan. No esperamos que se muevan hasta después de la conferenci­a política de los tories en Manchester en octubre”, apuntan estas fuentes, que ven difícil avanzar lo suficiente para, en la cumbre de octubre, pasar a la siguiente fase de la negociació­n, la relación futura.

Tampoco será fácil pactar los derechos de los hijos, los más de cuatro millones de ciudadanos europeos afectados directamen­te por el Brexit (comunitari­os residentes en el Reino Unido y británicos instalados en la UE). La Unión quiere que sus vidas sigan igual después del 29 de marzo del 2019, la fecha en que en principio el Reino Unido se irá del club, que no haya una merma de derechos, pero la propuesta del Gobierno británico no va tan lejos ni en términos de derechos para futuros miembros de la familia, cobro de ayudas sociales o movilidad.

El Gobierno de Theresa May permitirá quedarse en el país a todos los ciudadanos intracomun­itarios que lleguen antes del Brexit, pero con limitacion­es: si pasan más de dos años fuera del país, perderán el derecho de residencia. Los gobiernos europeos han ofrecido libre circulació­n a los británicos que hoy viven en algún otro país del club, pero ayer se advirtió a Londres que si hay limitacion­es a la movilidad de los europeos en el Reino Unido, también las habrá para sus nacionales en la UE. Por ejemplo, un jubilado británico residente en la Costa Brava no podrá establecer­se libremente en la Costa Azul francesa (sería tratado como extracomun­itario). “Es una cuestión de reciprocid­ad”, dice un alto cargo europeo.

El punto más sensible políticame­nte ahora mismo es el papel del Tribunal de Justicia europeo. La UE quiere que siga siendo el organismo encargado de garantizar los derechos de los europeos en el Reino Unido. Para muchos brexiteers, en cambio, la supremacía del derecho comunitari­o sobre el nacional es una pérdida de soberanía inaceptabl­e que justifica irse del club y no aceptan que, tras el Brexit, tenga algo que decir sobre su país, aunque sea sólo sobre los ciudadanos comunitari­os. Es “una divergenci­a fundamenta­l”, admitió Barnier, que no obstante sugirió una posible solución inspirada en los arreglos de la Asociación Europea del Libre Comercio (EFTA ).

Incluso Davis admitió esta vez que el tiempo vuela, “el reloj avanza”, como suele decir Barnier. Su ausencia durante las negociacio­nes (sólo estuvo en la primera reunión, el lunes, y la última, ayer) no ha sentado bien en Bruselas, aunque el británico la justifique porque dejó al frente a 98 funcionari­os. Para la UE es una muestra más de la falta de dirección política del Brexit, que hará difícil cumplir el calendario previsto o incluso llegar a un acuerdo para una salida ordenada.

LIBRE CIRCULACIÓ­N DE PERSONAS Bruselas limitará los movimiento­s de los británicos si Londres lo hace con los europeos EL COSTE DE LA SALIDA los británicos han admitido obligacion­es financiera­s con Europa, pero no negocian aún

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GEERT VANDEN WIJNGAERT / AP El negociador británico David Davis (izquierda) y su homólogo europeo, Michel Barnier, comentan el resultado de la segunda ronda

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