La Vanguardia

¡Ánimo, valiente!

- SALVADOR LLOPART

Dunkerque

Dirección: Christophe­r Nolan

Intérprete­s: Fionn Whitehead, Tom Hardy, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Harry Styles, Jack Lowden, Aneurin Barnard

Producción: EE.UU., 2017. 107 m. Dunkirk. Drama bélico.

En Dunkerque la palabra pierde protagonis­mo frente a la imagen, que lo domina todo. Tampoco hay demasiada reflexión en esta suntuoso ejercicio de cine al por mayor. Aquí mandan los sentimient­os básicos. El miedo, por ejemplo. Y su contrapart­ida: el valor.

Desde Memento (2000), o antes, desde Following (1998), una de sus primeras películas, antes incluso de la trilogía de Batman, Nolan sabe que el cine, si es algo, es emoción a 24 imágenes por segundo, y a esa emoción lo sacrifica todo, incluida la lógica del relato. O de los relatos acumulados, como aquí ocurre.

La imagen como imperativo categórico. Razón de ser última de esta aproximaci­ón a la batalla de Dunkerque –o a huida de Dunkerque, mejor– que es una batalla en sí misma: la batalla por el cine entendido como una tradición. En medio de la oscuridad de la sala, en pantalla grande –a poder ser en IMAX– y la respiració­n compartida de la platea. Es una batalla noble, por supuesto, de la que no sabemos el resultado... Pero sí sabemos lo que pasa en

Dunkerque. La emoción está ahí; se encuentra, por ejemplo, en una mirada compartida entre Mark Rylance, un clásico, y un joven actor, de los que hay tantos en el filme. Mirada de complicida­d y comprensió­n ante la cobardía del militar, interpreta­do por Cillian Murphy, otro militar paralizado por el horror. Un soldado acaba de matar a otro por accidente. Persecucio­nes en avión, protagoniz­adas por el rostro, sólo el rostro, de Tom Hardy. O Kenneth Branagh que mira al horizonte. De esos momentos hay muchos. Dunkerque es un mosaico de chispazos, una colección de actitudes en medio del fragor de la batalla.

Pero los momentos se acumulan unos sobre otros, como se acumula la transpirac­ión del director. El sudor por conseguir esa emoción. Nolan habla siempre en prosa, incluso cuando creen que están haciendo poesía. Prosa resultona, con sentido. Como aquí. Pero sin ese decir más las cosas que tiene la verdadera poesía visual. Uno sale de Dunkerque más cansado –agotado casi– que emocionado, aunque se multiplica la admiración por el esfuerzo del director. Ánimo, valiente.

 ?? EFE ?? Imagen de Dunkerque
EFE Imagen de Dunkerque

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