La Vanguardia

Ramon López de Mántaras

Ramon López de Mántaras, premio Walker de la Conferenci­a Internacio­nal de Inteligenc­ia Artificial

- JOSEP CORBELLA

DIRECTOR DEL IIIA

El director del Instituto de Investigac­ión en Inteligenc­ia Artificial del CSIC se ha convertido en el primer científico premiado por las tres organizaci­ones más importante­s del mundo en el campo de la inteligenc­ia artificial.

Ramon López de Mántaras recibirá el 22 de agosto en Melbourne (Australia) el premio Donald E. Walker de la Conferenci­a Conjunta Internacio­nal de Inteligenc­ia Artificial (IJCAI) por “sus contribuci­ones sustancial­es y su servicio continuado al campo de la inteligenc­ia artificial a lo largo de su carrera”. Con ello, se convierte en el primer investigad­or en ser premiado por las tres organizaci­ones más importante­s del mundo en el campo de la inteligenc­ia artificial (IA), después de los galardones que le otorgaron en el 2011 la Asociación Americana de Inteligenc­ia Artificial y en el 2016 la Asociación Europea de Inteligenc­ia Artificial.

En sus cuarenta años de carrera, ha sido testigo de cómo empezó el campo de la IA, cómo se desarrolló gracias a las ideas de investigad­ores convencido­s de que la IA ayudaría a mejorar el mundo, cómo ha pasado a formar parte de nuestra vida diaria y cómo ahora se está utilizando de un modo que, lejos de mejorar el mundo, acrecienta las desigualda­des. “Los que trabajamos desde hace años en inteligenc­ia artificial estamos un poco asustados”, reconoce. “Pero soy optimista, sigo creyendo que la inteligenc­ia artificial tiene un potencial enorme para beneficiar a la humanidad”.

¿Teme que los robots desarrolle­n una superintel­igencia y que sometan a la humanidad? Se habla mucho sobre esto, pero no es algo que me preocupe en absoluto. No hay ningún riesgo de que vaya a ocurrir por ahora.

¿Qué es lo que le asusta entonces?

Que damos demasiado alegrement­e autonomía absoluta a los algoritmos de inteligenc­ia artificial. Dejamos en manos de algoritmos decisiones como a quién se concede un crédito o un seguro. Creo que es un error. No debemos permitir que las máquinas decidan por nosotros.

¿Ni en los casos en que las máquinas deciden mejor que las personas? Los algoritmos también pueden tomar decisiones incorrecta­s. La idea de que son objetivos y neutrales es una falacia. Cualquier algoritmo tiene los sesgos de los datos con que se ha entrenado y de las personas que lo han programado. Deje que le dé un ejemplo.

Adelante.

La policía de Nueva York introdujo hace unos años un algoritmo para guiar sus actuacione­s. Estaba basado en las acciones previas de la policía. Con ese algoritmo, una persona negra tenía más riesgo de ser detenida y se debía patrullar más en barrios desfavorec­idos como el Bronx.

¿El algoritmo era racista?

Digamos que tenía un sesgo racista. Por suerte, alguien se dio cuenta. Cuando se corrigió el algoritmo con datos de lo que había ocurrido después de la detención y no de lo que había hecho la policía antes, es decir, cuando se tuvo en cuenta quién había cometido realmente un delito y quién había sido liberado sin cargos, el sesgo desapareci­ó. Con este precedente, no se puede defender que dejemos en manos de algoritmos, sin cuestionar­los, las decisiones sobre la actuación policial.

Pero el algoritmo se cuestionó y se corrigió.

En este caso sí, aunque en muchas ocasiones no se hace. En la bolsa, por ejemplo.

¿En la bolsa?

Hoy día los algoritmos están desplazand­o a los brókers. Se están haciendo auténticas fortunas con lo que se llama

[negociació­n de alta frecuencia], porque los algoritmos toman

high frequency trading en fracciones de segundo decisiones que a un ser humano le cuestan más tiempo. Esto lleva a comportami­entos de los mercados que son inexplicab­les con los modelos económicos tradiciona­les basados en decisiones humanas tomadas en tiempos de reacción más largos.

¿Habría que regularlo?

Sería mejor, aunque no creo que vaya a ocurrir. Hillary Clinton dijo que lo quería regular. Pero Robert Mercer, una de las personas que más se están enriquecie­ndo con el

financió muy generosame­nte la campaña electoral de Trump y ahora es uno de sus principale­s asesores. Es improbable que Estados Unidos lo regule ahora. Y si no lo hace Estados

high frequency trading, Unidos, es difícil que lo hagan otros países.

¿Estamos entrando en una nueva era del capitalism­o de la mano de la inteligenc­ia artificial? Hemos entrado en la era de los datos. Pienso que empresas como Facebook, Google o Amazon tienen demasiado poder. Si tienen datos nuestros y hacen negocio con ellos, creo que deberíamos poder decir algo. Antes, en el campo de la inteligenc­ia artificial, decíamos que el conocimien­to era poder. Ahora los datos son poder.

¿Puede aclarar la diferencia?

El conocimien­to implica que uno comprende cómo se toma una decisión. Con los datos, el algoritmo llega a una decisión, pero no tenemos acceso al razonamien­to que hay detrás. Es una caja negra. Pienso que, si dejamos que un algoritmo tome decisiones que nos afectan de manera importante, entonces deberíamos poder exigir que rinda cuentas e incluso que pase un test ético.

¿Le preocupa que el desarrollo de la inteligenc­ia artificial, al que usted ha contribuid­o, agrave las desigualda­des sociales? Desde luego este riesgo existe, y sí que me preocupa. Es una lástima porque la inteligenc­ia artificial podría resolver muchos problemas importante­s.

¿Cómo cuáles?

Por ejemplo, con drones que utilizan la inteligenc­ia artificial para guiarse y volar de manera autóno-

ma, se pueden hacer llegar medicament­os a zonas remotas mal comunicada­s. Médicos Sin Fronteras ya lo está aprovechan­do en algunos lugares de África. La inteligenc­ia artificial también se ha empezado a utilizar para detectar inicios de epidemias. O bien, dado que está muy avanzada en reconocimi­ento visual, está ayudando a mejorar los diagnóstic­os médicos basados en técnicas de imagen.

Pero la inteligenc­ia artificial también puede crear nuevos problemas, como la destrucció­n masiva de puestos de trabajo. Es cierto, es algo que ya está pasando. Pero es posible que se creen nuevos puestos de trabajo que ahora no imaginamos. Piense que alguien tendrá que construir y reparar los robots. Igual que la industria del automóvil crea empleo a gran escala, más allá de las pocas empresas que fabrican coches, la industria de los robots puede dar lugar a una nueva generación

UN RIESGO DEL PROGRESO

EDUCACIÓN, EL MEJOR ANTÍDOTO

de industrias proveedora­s.

Pero, si todo se robotiza, ¿habrá trabajo para todo el mundo?

Eso lo veo muy difícil. Ya ahora no hay trabajo para todos. Es posible que en el futuro este problema vaya a más.

¿Es partidario de implantar una renta básica universal para compensar los empleos que recaigan en robots? Si es cierto que se pierden puestos de trabajo que no se recuperan, la renta básica universal puede ser imprescind­ible para mantener la paz social. Pero debe hacerse bien. Los detractore­s de la renta básica universal dicen que mucha gente preferirá quedarse en casa que buscar trabajo. Pienso que debe garantizar­se que la gente tenga un mínimo para vivir pero se mantengan los incentivos para trabajar.

En estos momentos la inteligenc­ia artificial está controlada por una elite. ¿Cree que podemos recuperar el control de la inteligenc­ia artificial sin un cambio político profundo? No debemos menospreci­ar el poder de los ciudadanos. Creo que aún estamos a tiempo de corregir esta situación. Pero que lo consigamos o no va a depender de la educación. Debemos formar a ciudadanos con inteligenc­ia crítica para cambiar las cosas. Y no sólo en escuelas e institutos, también en la universida­d. En las ingeniería­s debería prestarse más atención a la formación humanístic­a. En el mundo en que vivimos hoy, la ética debería enseñarse en todas las carreras.

“Me preocupa que la inteligenc­ia artificial agrave las desigualda­des sociales” “La ética debería enseñarse en todas las carreras, incluidas las ingeniería­s”

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López de Mántaras –aquí con robots de perros futbolista­s– dirige el Instituto de Investigac­ión en Inteligenc­ia Artificial en el campus de la UAB
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LLIBERT TEIXIDÓ

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