Roger Guasch
La emblemática plaza Mayor de Madrid acoge por vez primera el Liceu a la Fresca: un acto de paz en tiempos de conflicto
DIRECTOR GENERAL DEL LICEU
El Liceu a la Fresca, uno de los proyectos que ha puesto en marcha el actual director general del Liceu, Roger Guasch, se ha saldado en la edición de este año, en la que se ha expandido a municipios de toda España, con cien mil espectadores.
La frase, oportuna y casi lapidaria, fue de un espectador cualquiera entre los tres mil que el viernes acudieron a la plaza Mayor de Madrid para ver en pantalla gigante la transmisión de Il trovatore escenificado en el Liceu en ese momento: “La cultura no tiene color ni nación”, fue lo que dijo. Y precisó: “Luego, cada pueblo tiene su idiosincrasia. Pero la cultura con mayúsculas es internacional y, sin duda alguna, tiende puentes”.
Quien así habló, en conversación al azar con La Vanguardia minutos antes de la función, era José Luis Morales, técnico de Televisión Española. Él no venía con el equipo de La 2 que ofrecía la transmisión en directo de la ópera, sino como aficionado “a todas las músicas” y vecino del barrio a quien gusta disfrutar de los espectáculos que con frecuencia variable allí se ofrecen.
Desde hace unos meses, esa frecuencia ha crecido notablemente por la sencilla razón de que este año se conmemora el cuarto centenario de la gran plaza madrileña. Y el estreno aquí de las noches del Liceu a la Fresca –concelebrado esta vez en 149 municipios catalanes y 16 del resto de España más Andorra– era uno de los actos centrales del cumpleaños número 400 de tan neurálgico y castizo lugar de Madrid.
El nombre de plaza resonó patéticamente en los televisores de todo el globo cuando, hace cuatro años, la entonces alcaldesa Ana Botella perpetró aquel discurso en defensa de la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos del 2020 con invitación al personal a tomar “a cup of café con leche in plaza Mayor”.
Pero, como nos recuerda José Luis Morales en justa evocación de hitos más trascendentes que el de aquel superlativo patinazo de la mujer de Aznar, “aquí reside una parte de la historia de España”. Lo que empezó siendo un importante punto de reunión y un mercado construido extramuros de la ciudad también acogió actos de fe y ejecuciones –a garrote frente al portal de Pañeros, con horca ante la casa de la Panadería y con hacha o cuchillo ante la casa de la Carnicería–, así como corridas de toros, representaciones escénicas de toda índole y hasta beatificaciones. Un emplazamiento ideal para ver una obra de Verdi donde una gitana es condenada a la hoguera y, en la versión de Joan Anton Rechi, la acción se ambienta en la guerra de Independencia y se vincula a Goya y su obra.
Claro que en la noche de este viernes a temperatura perfecta en la capital de España, la trasposición de una obra del Gran Teatre barcelonés a la emblemática plaza de Madrid, con apoyo de La Caixa y presencia de la alcaldesa Manuela Carmena, adquiría una significación contrapuesta a todo conflicto. Pues de manera implícita Il trovatore Barcelona-Madrid servía de exaltación de la paz y la fraternidad cultural justo cuando en el ámbito político pintan bastos entre las máximas autoridades de España y Catalunya.
“Que la música sirva para unir no está nada mal”, decía también una viuda y jubilada residente en Vicálvaro, Ludivina: amante de la ópera “y sobre todo de la zarzuela” que se aficionó a la música “cuando servía en Las Arenas (Bilbao) en casa de unos señores que vivían debajo de Joaquín Achúcarro”, el gran pianista. “Yo no sé inglés ni otros idiomas en los que cantan algunas obras, y me da rabia. Pero lo bueno de la música es que la entiende todo el mundo”, añadía la mujer. A ella, que alguna vez ha ido al Teatro Real –“a lo barato, en zona paraíso, porque los sitios buenos ahí son muy caros”–, el que se ofrezcan conciertos y óperas gratis le parece de perlas. “Es bueno que promocionen la música y aficionen a la gente, ¿no?”, decía. Con una precisión: “Da igual de dónde vengan o desde dónde toquen los músicos... Aunque sí, lo del Liceu ahora pues está muy bien”.
“La música une a la gente, la entiende todo el mundo, es universal y tiende puentes”, dicen dos espectadores