París corona a Froome.
El dominio en la contrarreloj redondea el póquer de victorias de Froome en el Tour
El pelotón atraviesa el Grand Palais de París, escenario de la última etapa del Tour de Francia, competición que se adjudicó ayer el británico nacido en Kenia Chris Froome.
El Tour 2017 ya es historia. En unos Campos Elíseos con medidas de seguridad excepcionales, estaciones de metro cerradas, controles y cacheos con calma y detalle y largas colas para acercarse ni que fuera ligeramente al el circuito final, la edición número 104 de la Grande Boucle cerró las puertas. El sprint majestuoso de este año se lo llevó el neerlandés Dylan Groenewegen, de 24 años, en un síntoma más de las nuevas generaciones que van abriéndose paso. Y Chris Froome, como estaba más que anunciado, cerró su póquer de victorias: 2013, 2015, 2016 y 2017. Queda así a un peldaño tan sólo de los legendarios Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, los cuatro históricos del Tour de Francia una vez borrados los años que no existieron, los siete de Lance Armstrong.
“Para mí es todo un honor que me citen al lado de estos grandes campeones. Ahora que tengo cuatro me doy cuenta de la dificultad que tiene todo eso, de lo que supone el esfuerzo de los que conquistaron cinco. Ciertamente, cada año que pasa ganar es más difícil”, dijo.
Froome, sin embargo, llega a los
cuatro ya con 32 años. Y eso empieza a ser una edad complicada para mantener el dominio. Su victoria ha sido ajustada, por 54 segundos sobre el colombiano Rigoberto Urán, mientras el francés Romain Bardet finalmente mantuvo sin sustos el tercer lugar, a 2m20s.
En toda la historia del Tour nueve veces ha habido un vencedor de 33 o más años y entre estos, sólo dos en época reciente: Cadel Evans (34) en el 2011 y Carlos Sastre (33) en el 2008. Si queremos mirar más atrás hay que retroceder hasta el neerlandés Joop Zoetemelk, campeón en 1980 con 33 años también.
En el análisis de la igualdad de este Tour sobresale que Froome no ha sido el mejor, entre los corredores del podio, en la montaña. Al contrario, tanto Urán (22 segundos) como Bardet (16) le arañaron tiempo, ya sea en distancia real o por las bonificaciones. Donde el británico del Sky ha consolidado su éxito ha sido en la contrarreloj, y eso que sólo tenía 36,5 kilómetros para imponer su sabida superioridad. Dos etapas cortas que le han servido para tomar margen sobre sus compañeros del podio: 1m16s a Urán y 2m36s a Bardet. Quizás un rival como Tom Dumoulin le ha- bría dado más trabajo. O Richie Porte, de no haber sufrido la caída que lo eliminó del Tour en el Mont du Chat. O incluso Valverde, por qué no, si no hubiera desaparecido de la carrera de una forma tan prematura.
La fuerza de Froome ha sido, también, la de su equipo. Pasan los años y el Sky, que empezó a hacer suyo el Tour con Bradley Wiggins en el 2012, no afloja. Cada pieza que pierde la sustituye por otra todavía mejor. De los compañeros de Froome en su primera victoria aún conserva dos: Vassil Kiryienka y Geraint Thomas. Este último, que fue líder los cuatro primeros días, es el único del bloque que no ha llegado a París donde, por cierto, también un Sky, Luke Rowe, ocupa la última posición de la clasificación. Ha sido el primer año en que el Sky se ha impuesto en la clasificación por equipos.
En la montaña el peor día de Froome fue en Peyragudes. “Pero por suerte sólo cedí una veintena de segundos. Cuando tienes un mal día en la montaña caen los minutos. Creo que aquel día no me alimenté bien y me quedé sin gasolina en la reserva”. Ahora habrá que saber con qué reservas se presenta el año que viene.