Una mirada joven sobre el Llobregat
Jóvenes estudiantes de Arquitectura redibujan el vínculo entre zonas urbanas y río con unos trabajos que llevan plenamente incorporados los criterios de sostenibilidad y accesibilidad
Una protofactory, un innovador sistema de depuración hidráulica, o una cooperativa agraria son algunos de los veinte proyectos de final de grado presentados por alumnos de la Esarq (School of Architecture de la Universitat Internaciona de Catalunya, UIC) en un intento de plantear una nueva y joven mirada sobre el territorio, en este caso sobre el valle Llobregat. Sus trabajos pueden verse en la exposición Full Contact: Barcelona-Llobregat, inaugurada el pasado jueves en el Dipòsit del Rei Martí (Bellesguard, 12) y conforma la sexta edición de esta iniciativa. Este año los alumnos han trabajado sobre un tramo fluvial de 10 kilómetros que abarca los municipios de Pallejà, Sant Vicenç dels Horts, Molins de Rei y Sant Feliu de Llobregat.
El valle se ha dividido en cuatro tramos con cuatro grupos de alumnos, que se han distribuido, a su vez, en cuatro talleres dirigidos por diferentes arquitectos. Además, han contado con el asesoramiento del servicio de Urbanismo del Área Metropolitana de Barcelona, responsable del encargo de los trabajos. “Es una reflexión sobre el tramo fluvial, que busca responder a las necesidades que tienen los núcleos urbanos. Las futuras construcciones pueden beber de estas ideas, aunque por ahora no es más que una reflexión”, explica Iñaki Baquero, arquitecto director de uno de los talleres.
Los bocetos propuestos resultan punteros en accesibilidad y sostenibilidad. Los futuros arquitectos parecen llevar estos dos elementos incorporados en su ADN. Han reprogramado las márgenes del Llobregat para garantizar la conexión peatonal entre los núcleos urbanos y el parque fluvial. Un ejemplo de ello es la Protofactory de Mireia Butí, que se ubicaría en la zona industrial de Molins de Rei y cuyo sistema productivo en círculo le permitiría “construirse a sí misma”. “Se trata de un nuevo concepto de industria que puede estar cerca de las viviendas. Los vecinos pueden pasear por el interior y exterior de modo que la industria sea centro de relación social”, explica Mireia. El edificio contaría con un sistema de fachada productiva mediante la plantación de bambú que cubriría algunas paredes. La construcción de edificios multifuncionales, sostenibles y rentables era para muchos una declaración de intenciones más que una proyección real. Cada vez más, se apuesta por este tipo de arquitectura, que se incluye como materia obligatoria en centros como Esarq. Si todavía quedan dudas de la importancia que estas técnicas tienen en las nuevas generaciones de arquitectos, sólo hace falta ver los trabajos expuestos en el Dipòsit del Rei Martí y frotarse los ojos.
Los proyectos pueden contemplarse hasta el 31 de este julio y durante el mes de septiembre. Allí, en la antigua finca de la torre Bellesguard, se encuentran obras como la de Carlota Aluja, creadora de un parque agrario-urbano en una zona de futura edificación en Sant Vicenç del Horts y que da acceso al Llobregat. “No estoy de acuerdo con la construcción que va a hacer el Ayuntamiento, porque no busca la relación entre municipio y río. Mi idea es que la agricultura trascienda la actividad productiva con una infraestructura que permita a los vecinos disfrutar de ese espacio”, explica Carlota. Su proyecto contempla el cultivo de la colza, planta que ayudaría a la industria circundante al generar biomasa y que crecería, a su vez, en los invernaderos que reaprovecharían el CO2 de las industrias Los compañeros de Carlota también tienen ideas de mejora para Sant Vicenç, a cual más innovadora: desde la decoración de una hipotética rambla con árboles de Paulownia (especie que absorbe rápidamente CO2) hasta el soterramiento de la vía transversal de ferrocarril para facilitar el paso a los viandantes. Una exposición que transporta al mañana visionando futuras formas de vida. Nuevas formas de repensar el territorio y, sobre todo, nuevas expectativas.
Los alumnos de la UIC han trabajado sobre una zona de 10 kilómetros que abarca 4 municipios del Baix Llobregat