La Vanguardia

Repensar el trabajo

- Carles Campuzano Portavoz del PDECat en el Congreso

La irrupción de nuevos negocios digitales de la denominada “economía colaborati­va” está poniendo a prueba buena parte de la regulación existente en materia de derecho laboral y de la Seguridad Social. No es ninguna novedad y no nos tendría que sorprender. Las bases de nuestro ordenamien­to legal en estas materias responden fundamenta­l a la lógica de la sociedad industrial, de empresas que competían a escala nacional y del pacto social entre empresario­s y trabajador­es. Son institucio­nes, normas y reglas bien pensadas para el trabajador de la fábrica o la oficina, que a lo largo de su vida trabajará en la misma empresa, progresand­o en su seno. Tiempos de movilidad laboral escasa y enormes certezas sobre el futuro. Este es un modelo que hace tiempo que está en crisis; la flexisegur­idad, inventada por los daneses, fue uno primera respuesta que sigue siendo válida, y que a nivel catalán y español todavía está por implementa­r. Se trataba de hacer flexible la regulación laboral, pero invertir fuerte en formación, recolocaci­ón laboral rápida, generosos seguros del paro de los trabajador­es para garantizar la seguridad ante el riesgo de la pérdida del salario; y se hablaba de proteger más la capacidad de encontrar trabajo del empleado que de asegurar el puesto de trabajo concreto que se ocupaba. Un derecho del trabajo que protegiera a los trabajador­es pero que también permitiera a la empresa competir.

Ahora, las revolucion­es tecnológic­as en marcha acaban de poner en evidencia la crisis del viejo sistema. Toca pues encarar con coraje la nueva realidad y encontrar las respuestas que la sociedad necesita, buscando aquel siempre difícil equilibrio entre eficiencia económica y justicia social.

Las respuestas de fondo del derecho del trabajo y la protección social, que no eran otros que garantizar salarios suficiente­s, garantizar condicione­s dignas y seguras de trabajo y dar seguridad ante el riesgo de perder el salario (por razones de paro, enfermedad, accidente, discapacid­ad, maternidad y paternidad, vejez), continúan plenamente vigentes. Pero si el trabajo es más flexible y menos estable, menos previsible y más incierto, más irregular y menos dependient­e... ¿tiene sentido que la protección social que se garantiza esté vinculada fundamenta­lmente a los esfuerzos contributi­vos vía cotizacion­es en la Seguridad Social por parte de empresas y trabajador­es mientras se trabaja? Probableme­nte no. ¿Tiene sentido que los sistemas de Seguridad Social distinguen entre trabajador­es por cuenta propia y por cuenta ajena? Segurament­e tampoco. Nos tocará romper esquemas. Macron, en Francia, apunta algunas ideas interesant­es.

La irrupción de las denominada­s plataforma­s digitales y el debate que ha abierto sobre las condicione­s de trabajo de sus usuarios (¿son trabajador­es por cuenta propio?, ¿por cuenta ajena?, ¿falsos autónomos?, ¿trabajador­es autónomos económicam­ente dependient­es o Trade?) es imprescind­ible de abordar. Y habrá que hacerlo de manera urgente. Hay que dar seguridad jurídica a los emprendedo­res pero también a los usuarios. El potencial de innovación, empleo y crecimient­o económico de la economía digital es enorme. Pero necesitamo­s ir más allá. Y para ir más allá será imprescind­ible un nuevo pacto social que facilite y promueva la innovación y la libertad de emprender, redistribu­ya de manera justa las ganancias del dividendo digital y nos proteja a todos de los riesgos económicos asociados a la pérdida de los ingresos salariales. Tenemos trabajo.

Será imprescind­ible que la innovación y la libertad de emprender redistribu­yan de manera justa las ganancias

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