La Vanguardia

Axel Rüger

DIRECTOR MUSEO VAN GOGH

- CARMEN MONTÓN Amsterdam. Servicio especial

El Museo Van Gogh, de Amsterdam. que dirige Axel Rüger, realiza una exposición centrada en la influencia de la escuela Barbizon en Van Gogh, con una temática que gira alrededor de la naturaleza y los bosques.

Una selección de paisajes de bosques forma la exposición de verano del Museo Van Gogh, de Amsterdam. Trece cuadros de Vincent, más veinticuat­ro de artistas de la escuela de Barbizon y algunos grabados muestran la influencia de los pintores de esta escuela francesa del siglo XIX en Vincent van Gogh. Por un lado, atrae al holandés su modo innovador de representa­r la naturaleza. El sotobosque, raíces que se retuercen en el aire, la maleza que se extiende cubriendo el suelo; estos elementos impensable­s hasta entonces como protagonis­tas del lienzo se convirtier­on en tema de la pintura. Por otro lado, su actitud antiacadem­icista y el modo personal de pintar la naturaleza se ganaron la admiración de Van Gogh.

Los pintores de la escuela de Barbizon fueron los primeros en pintar al aire libre. Dos inventos favorecier­on esta innovación. El primero fue la producción masiva de tubos de pintura de óleo. Hasta entonces, los artistas tenían que mezclar los colores en el estudio. La segunda fue el comienzo del ferrocarri­l: en la línea París-Fontainebl­eau podían salir fácilmente de la ciudad a su lugar favorito, que entonces era todavía un bosque salvaje.

Los cuadros cuelgan en paneles colocados uno frente al otro en diagonal en el primer piso del pabellón Kurokawa. En algunos casos las pinturas están unidas por el tema que representa­n, en otros muestran la inspiració­n que encontró Van Gogh en la obra del

pintor de Barbizon del que se trate.

El amor de Vincent por la naturaleza, que considerab­a inseparabl­e del arte, le venía de su infancia. Nacido en la región del Brabante holandés, estaba muy acostumbra­do a pasear entre los campos cultivados o por los bosques. Conocemos sus óleos de almendros en plena floración realizados a su llegada al sur de Francia, o los trigales de color de oro cerca de Arles, incluso las casas de campo de Auvers-sur-Oise, ejemplos todos de ese amor. Sin embargo, los Van Gogh de esta exposición se limitan a la interpreta­ción de la naturaleza que se ajusta a la nueva visión del grupo francés. Primeros planos de los detalles ya arriba mencionado­s, colores más sobrios, más oscuros, pero sí la pincelada de trazos cortos, o puntos de color al estilo puntillist­a, o bien la pincelada pastosa que parece aplicada con los dedos.

Este tipo de cuadros aparecen en todas las etapas de su corta vida de artista. En Holanda, antes de ir a

Francia, pinta Vendaval en las dunas de Loosduinen, de 1883. Le gusta el otoño; para él, la naturaleza en otoño siempre supera la fantasía. En 1887, ya en París, le aburre la ciudad y sale a los alrededore­s para pintar. En Sendero

en el bosque, de 1887, recrea a base de pinceladas cortas la luz de un día soleado dentro del bosque de Asnières. Ya en el sur de Francia pinta en 1888 Atardecer en Montmajour. Desde esta colina cerca de Arles, el pintor está viendo el atardecer. El suelo presenta hojas caídas de colores otoñales y entre ellas se ve un estanque. El horizonte es una línea de azul cobalto, mínima silueta de la ciudad, y el cielo está tratado con pinceladas rápidas en tonos azules y amarillos. Tuvo que darse prisa –y se nota en el modo de trabajar– antes de que el sol se escondiera del todo.

Entre sus cuadros cuelgan vistas de bosques de algunos holandeses de la época, y por supuesto de Corot y Rousseau. De este último está

El ideal nunca logrado de Van Gogh fue formar una colonia de artistas donde reinase el intercambi­o de ideas estéticas

Árbol de tronco retorcido en el Carrefour de l’Epine, de 1854, del que Van Gogh dice: “Rousseau no copia los árboles, los dibuja, los modela, pinta cada tronco como si fuera una figura”.

En 1890, pinta Van Gogh, ya en Auvers, donde terminaría su vida,

Raíces de árbol. Es un primer plano de raíces de formas caprichosa­s de color azul sobre un suelo arenoso amarillo. El cuadro está sin acabar, se nota especialme­nte en la esquina inferior izquierda. Se considera que podría ser su última obra.

Van Gogh trataba de transmitir en sus paisajes de bosque una tal impresión de modo que mirándo- los “se pudiese pasear, respirar y sentir su olor”, escribe a su hermano Theo.

Barbizon queda como el ideal nunca logrado de Vincent van Gogh: formar una colonia de artistas donde reinase la camaraderí­a y el intercambi­o de ideas estéticas. En 1883 marchó de La Haya a

Drente, provincia holandesa del norte, donde quiso crear, sin éxito, el Barbizon holandés. Más tarde lo intentaría en la Casa Amarilla de Arles. Aquí no sólo no lo logró, sino que acabó en drama. Pero esto ya pertenece a la historia y mito de este pintor, uno de los más admirados del mundo.

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LUUK KRAMER / VAN GOGH MUSEUM
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