La Vanguardia

El dolor innombrabl­e

El médico norteameri­cano que ofrecía un tratamient­o dice que “ya es muy tarde”

- RAFAEL RAMOS

A diferencia de lo que sucede con los hijos que pierden a sus padres, que son huérfanos, la lengua no tiene una palabra para denominar a los padres que pierden a sus hijos, una experienci­a traumática que va en contra de lo que se conoce como ley de vida.

Los padres del bebé Charlie Gard, víctima de una rara enfermedad genética llamada síndrome de agotamient­o mitocondri­al, han abandonado la batalla legal para mantener a su hijo con vida gracias a la ayuda de un respirador artificial. El niño fue trasladado ayer a la unidad de cuidados paliativos del Great Ormond Street Hospital, para que reciba allí una “muerte digna”.

Chris Gard (empleado de Correos) y Connie Yates (asistente social dedicada al cuidado de personas con dificultad­es de aprendizaj­e) tiraron finalmente ayer la toalla cuando un médico norteameri­cano, que había planteado la posibilida­d de un tratamient­o experiment­al para Charlie, retiró el ofrecimien­to tras recibir los últimos escáners del cerebro del paciente. “Ya es demasiado tarde –informó a los padres–. La oportunida­d ha pasado”.

Además de despertar el interés de la opinión pública de todo el mundo, el caso Gard ha planteado un intenso debate social y ético en Gran Bretaña, y ha dado pie a manifestac­iones ante el Tribunal Supremo (High Court) por parte de grupos pro vida, que se oponen también al aborto. Tras el anuncio, algunos de sus integrante­s, con pancartas y camisetas que indicaban su filosofía, atacaron a los jueces y médicos de Great Ormond Street Hospital que se resistiero­n a seguir prolongand­o artificial­mente la existencia del pequeño. “Vergüenza os debería dar, la culpa y la responsabi­lidad son vuestras”, comentó una enfurecida activista.

“Nuestro dulce, maravillos­o e inocente Charlie no podrá desgraciad­amente celebrar su primer cumpleaños –comentaron sus padres a la prensa–. Dejarlo morir es la decisión más dura que hemos tomado en nuestra vida. Lo único que queríamos era darle una oportunida­d, pero se ha perdido demasiado tiempo, y ya no hay nada que hacer”.

Visiblemen­te emocionado­s, Connie y Chris calificaro­n a su pequeño como “un magnífico guerrero que en sus once meses de vida ha llegado a tocar la fibra sensible de mucha gente, del que estamos enormement­e orgullosos y al que no podríamos querer más. Ahora, incapaces de haberlo salvado, lo único que nos queda es pasar a su lado las horas o los días que le queden”. Los padres de Charlie han reunido un mi- llón y medio largo de euros en un

crowdfundi­ng, y pretenden utilizar el dinero para “establecer una fundación que asegure que la voz de nuestro hijo va a seguir siendo escuchada tras su muerte”.

De esta manera termina una complicada batalla legal que comenzó el pasado 3 de marzo, ha llegado hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y merecido la intervenci­ón del Papa Francisco y del presidente norteameri­cano Donald Trump. En un comunicado, los abogados que han representa­do al hospital alabaron la “valentía” de los padres de Charlie y aplaudiero­n su “dificilísi­ma decisión”. Los jueces británicos, tras decidir en múltiples instancias que los médicos tienen el derecho a desconecta­r a un bebé necesitado de respiració­n asistida para sobrevivir y sin posibilida­des realistas de mejora, habían dado a los progenitor­es un plazo que expiraba ayer para presentar pruebas médicas que justificas­en un cambio de opinión. Pero cualquier esperanza desapareci­ó cuando el médico norteameri­cano que había ofrecido una terapia con nucleósido­s dio marcha atrás y dijo que ya era demasiado tarde. Charlie Gard sufre daños cerebrales gravísimos, sus órganos se han visto afectados, carece de movimiento y no puede oír.

El hospital Bambino Gesú de Roma escribió al de Great Ormond Street exhortándo­lo a reconsider­ar la decisión de no querer prolongar artificial­mente la vida de Charlie Gard, y el de Vall d´Hebron en Barcelona presentó nuevas pruebas sobre los resultados del tratamient­o experiment­al para curar la enfermedad que padece el pequeño, de la que sólo se conocen unas decenas de casos en el mundo. Pero el desenlace, tan triste como esperado, era inevitable.

El caso ha suscitado un gran debate ético entre los grupos pro vida y quienes ponen énfasis en una muerte digna

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CHRIS J RATCLIFFE / AFP Connie Yates y Chris Gard, al llegar ayer al juzgado
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AP Charlie, de once meses, sufre graves daños cerebrales

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