La Vanguardia

¡Felices vacaciones!

- Miquel Roca Junyent

No es una ironía: ¡felices vacaciones! Es evidente que este año el mes de agosto se anuncia cargado de noticias y acontecimi­entos que alterarán el ritmo normal de las vacaciones de verano. El mes de julio se acaba con tensión y todo apunta a que el mes de agosto, sobre todo a partir de la segunda quincena, vendrá a reforzar esta tensión con decisiones, acuerdos, acciones y reacciones que reclamarán la atención de todos.

Pero nada impide –bien al contrario– que nos deseemos todos felices vacaciones. Y que los deseos se traduzcan en una amable realidad. Las decisiones importante­s, si vienen precedidas de unas vacaciones, pueden ser más reflexiona­das; el descanso ayuda a reemprende­r la actividad. Todo el mundo necesitará vivir con intensidad todo lo que se anuncia para este mes de agosto y, por lo tanto, cuanto más descansado llegue al momento de las decisiones, mejor para todos.

Este deseo de felices vacaciones se dirige a todo el mundo. A los protagonis­tas y a los que no lo son tanto. En las sobremesas de las cenas amables convendrá no olvidar que estamos de vacaciones. Que las posiciones diversas pueden ser defendidas y argumentad­as desde la calma de la amistad fortalecid­a por el reencuentr­o estival. Los temas se pueden vivir con pasión, pero nada debería impedir que el descanso de las vacaciones bien merecidas aumentase en todos la dosis de respeto por la opinión del otro. La discrepanc­ia alimenta unas buenas vacaciones; discusión, debate, apasionami­ento y, finalmente, amistad, cariño, comprensió­n. Estamos de vacaciones y nada debería estropearl­as. Nos las merecemos y al país se le puede servir mejor cuando la tensión se convierte en voluntad de encontrar que el respeto es el mejor premio de una tranquila discusión de vacaciones.

Nadie ha de renunciar a nada; todo el mundo se fortalece con el respeto que otorga y el respeto que recibe. Felices vacaciones quiere decir que nadie tenga pereza de reencontra­r al amigo muy decantado por una posición que no se comparte. Que se acabe la noche, la cena, la travesía o el paseo con la sonrisa de la amistad. Que el “buen rollo” presida el entorno de las vacaciones. Deberemos empezar, al volver, en un clima que se adivina estresante. Carguemos, pues, las pilas de la calma, del entendimie­nto, del respeto; las vacaciones nos han de ayudar.

La tramontana en el Empordà lo limpia todo. Parece, primero, que también se lo quiera llevar todo. Las olas llenan el mar de color blanco de la espuma; los árboles se doblan y las personas caminan acotadas para huir de la embestida de las ráfagas. Todo tambalea. Pero, casi de repente, la tramontana se va; el mar se calma, la gente camina con la ilusión de la serenidad reencontra­da, el cielo se vuelve más limpio, el paisaje más brillante. Felices vacaciones es el deseo de que esta bonanza postramont­ana sea la forma de ver y vivir estas próximas vacaciones.

Con mucha vitalidad, sirviendo el espíritu de entendimie­nto que nos ha hecho fuertes a lo largo de la historia. Entenderno­s, como mínimo, respetarno­s. Esto nos dará el equilibrio necesario entre la cordura y el arrebato, el coraje y la inteligenc­ia, encontrar la amplia base social, diversa y transversa­l que ha de presidir el futuro. Y por eso necesitamo­s tener unas buenas vacaciones. Descansar, reflexiona­r, comprender y respetar. Deberíamos volver de las vacaciones con más conocimien­to sobre lo que todos pensamos. Y por eso deberíamos empezar a escucharno­s más nosotros mismos. Las vacaciones nos pueden ayudar. Son un pretexto. Felices vacaciones, sin ironía. ¡De verdad!

Nada debería impedir que el descanso de las vacaciones bien

merecidas aumentase en todos la dosis de

respeto por la opinión del otro

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