La Vanguardia

Otra corrupción

- Fernando Ónega

Pregunto a un empresario qué hay de cierto en la leyenda urbana de que están echando a los trabajador­es de más edad, para contratar a jóvenes sin experienci­a, pero mucho más baratos. El empresario me responde que no es ninguna novedad, parece mentira que seas periodista, eso lo vienen haciendo desde hace mucho tiempo. “Sólo quería que me lo confirmase­s, porque acabo de leer que los nuevos parados son gente de más de 40 años”, le replico, un poco avergonzad­o. Y el empresario me confiesa que a él le duele esa política laboral, pero sería tonto y perdería competitiv­idad si no aprovechas­e las oportunida­des que le ofrece la ley. “Al fin y al cabo nos beneficiam­os todos: los empleadore­s, que aprovecham­os mejor la recuperaci­ón; los jóvenes, que acceden antes a un puesto de trabajo, y toda la sociedad, que tiene más cotizantes a la Seguridad Social. Piensa que por cada mayor menos en plantilla yo puedo contratar a dos jóvenes”.

Y además, añade este cronista, sin el engorro de la fijeza, que empieza a ser una cosa antigua, casi franquista, que lastra las perspectiv­as de futuro de un empresario moderno e innovador. De ahí que se estén firmando millones de contratos, pero el 90 por ciento son temporales. Ya lo había dicho Felipe González cuando hizo la primera reforma laboral que provocó una huelga general: lo que importa a los jóvenes es tener trabajo, no cómo sea ese trabajo. Es decir, más vale trabajar un mes que no trabajar ninguno, que es una forma de tranquiliz­ar la conciencia y tener contento al Fondo Monetario Internacio­nal.

Así se está poblando España de trabajador­es low cost. Mi interlocut­or encontrarí­a justificac­ión. “Pero son trabajador­es, oye, y nos beneficiam­os todos: el joven, que encuentra una oportunida­d; sus padres, que dejan de estar angustiado­s por él, y toda la sociedad, que evita una revuelta social”. Aquí el que no se conforma es porque no quiere. Este cronista se queda pensando si esa filosofía, ya imperante, ya inamovible, no será otra forma de corrupción. Aprovechar la ley para enriquecer­se, contratand­o a bajo precio y con perjuicio de otros, tiene que tener algo de corrupción. Pero perfectame­nte legal, faltaría más.

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