La Vanguardia

En pie, y coleando

Barcelona se esfuerza por preservar buena parte de su legado: las instalacio­nes olímpicas

- SERGIO HEREDIA

David Escudé me propone un ejercicio interesant­e: revisitare­mos buena parte del anillo olímpico mientras trotamos Montjuïc arriba.

El comissiona­t d’Esports de l’Ajuntament de Barcelona se mantiene en forma. Tiene 42 años y ganas de marcha. Dice que piensa correr el próximo maratón de Barcelona, siempre y cuando la familia y las exigencias profesiona­les se lo permitan. Y si no es posible, pues nada. Seguirá corriendo, como hacía cuando tenía quince años y se entrenaba en las pistas de tierra del Barça, junto al Mini Estadi. Deporte es salud. –Cuantas más colas hay en un centro deportivo, menos colas hay en el médico –dice Escudé

–¿Qué me quiere demostrar, con esta visita a las instalacio­nes olímpicas? –le pregunto. –Su vitalidad –contesta. Hay vida en el Olímpic, en el Palau Sant Jordi y en las piscinas Picornell: decenas de pequeños chapotean en el agua, participan­do en un evento escolar. Hay un buen abanico de espectador­es en las gradas.

Otras ciudades olímpicas no lo han logrado. El anillo de Atenas es un solar de escaso uso, decadente y económicam­ente desastroso. Se utilizó uno de sus estadios como campo de refugiados.

No se sabe muy bien qué va a ocurrir con Río. Se desviaron millones de reales brasileños, desperdici­ados en corruptela­s, y las empresas encargadas de su mantenimie­nto se encuentran en bancarrota.

Barcelona ha tenido sus dilemas. En total, cuenta con 21 instalacio­nes olímpicas. El Estadi Olímpic ha sido su caballo de batalla, por encima del resto. Desde Barcelona’92, se han vivido allí las aventuras de los Dragons de fútbol americano, las del Espanyol de fútbol, diversos partidos de la selección catalana, diversas reuniones de atletismo –incluidos unos Mundiales júnior y unos Europeos absolutos– y una infinidad de conciertos. Durante buena parte de ese tiempo –salvo el periodo en el que acogió al Espanyol (1997-2009)–, su uso fue discontinu­o.

–Realmente, no nos preocupa ninguna instalació­n. Al fin y al cabo, nos interesa que todas estén al día y bien conservada­s. En el caso del Estadi Olímpic, el parque temático Open Camp lo mantiene a pleno rendimient­o –dice Escudé. Es una certeza relativa. Lo cierto es que Open Camp, que suma un año de vida, tiene graves problemas financiero­s. En junio, se supo que la empresa ha entrado en suspensión de pagos. Peligra el puesto de unos 150 empleados.

–Open Camp es una idea fantástica que viene del mandato pasado (con el alcade Trias) –apunta Escudé–. Le cuesta arrancar más de lo que debería. De hecho, los parques temáticos, salvo Port Aventura, no suelen tener beneficios a corto plazo. Pero no se olvide de que aquí arriba no llega el metro. Además, no se puede fabricar allí un gran acontecimi­ento cada mes (en este verano, por el Estadi pasan U2 y los Rolling Stones).

El Palau Sant Jordi, unos pasos más allá, se encuentra en otra dimensión. Tiene un uso y también un mantenimie­nto más eficientes: allí caben 24.000 personas, frente a las 65.000 que pueden asomarse al Estadi. Asimismo, cuenta con un programa amplio y variado: a grandes rasgos, un concierto mensual, incluidos espectácul­os como Disney On Ice, Soy Luna o WWE Live, una competició­n de wrestling.

“Además, el Sant Jordi dispone de una serie de salas integradas que pueden ser utilizadas independie­ntemente para reuniones y fiestas o para el lanzamient­o de nuevos productos”, dice un informe del Ayuntamien­to de Barcelona.

–El Sant Jordi, las Picornell o la Mar Bella funcionan al 100% de su capacidad –apunta Escudé.

Ofrece números. Las Picornell han acogido los Mundiales de Natación del 2003 (allí explotó Michael Phelps) y el 2013. Y hoy, allí se imparten 160 actividade­s dirigidas a la semana. Actualment­e, hay 6.341 usuarios abonados a la instalació­n, que cuenta con mil m2 de espacio de fitness y dos piscinas olímpicas.

–¿Lo ve? –me dice, mientras paseamos por el vientre de la piscina.

Decenas de niños van de aquí allá. Otros socios echan humo en las bicicletas estáticas.

Por el pabellón de la Mar Bella, que acogió el bádminton en Barcelona’92, pasan más de 100.000 usuarios al año. De ellos, 42.000 escolares asisten a las competicio­nes del Consell de l’Esport Escolar de Barcelona. Y otros 72.000, en el programa municipal L’escola fa esport a la ciutat.

El Velòdrom d’Horta acoge los entrenamie­ntos de la Escola Municipal de Ciclisme y se monetiza a base de torneos de fútbol 7. En el Port Olímpic, sede del Centre Municipal de Vela, se imparten cursos de vela ligera, windsurf, crucero, paddle surf, kayak y submarinis­mo. Tiene 1.232 abonados y 5.959 usuarios no abonados. Y en el Inefc, que presenció las competicio­nes de lucha libre y grecorroma­na, se matriculan los licenciado­s en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, unos 750 al año.

Otros espacios han sido totalmente reformulad­os. Es el caso de la Estació del Nord (ofreció el tenis de mesa; hoy es un club de 10.000 m2 con 4.626 abonados) o de la Espanya Industrial (halterofil­ia; hoy un centro de barrio).

–Lo que debemos hacer nosotros es pensar en el futuro. Plantearno­s las cosas a 25 años vista, tal y como habían hecho nuestros padres –concluye Escudé.

Amamantar el legado.

EL ESTADI, LA DUDA

Aunque Open Camp mantiene el Estadi en el día a día, la empresa ha entrado en suspensión de pagos

PÉSIMOS EJEMPLOS Uno de los estadios de los Juegos de Atenas acogió a refugiados de guerra; Río se hunde bajo la corrupción

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CÉSAR RANGEL Un grupo de turistas se asoma al Estadi Olímpic de Montjuïc, sede hoy del parque temático Open Camp
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MARC ARIAS Un grupo de ciclistas durante un entrenamie­nto en el Velòdrom d’Horta

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