Entre las dos orillas
Gentiloni ve bien la petición de El Sarraj de “apoyo técnico” a sus guardacostas
La crisis migratoria en el Mediterráneo podría dar un giro importante si se materializa la iniciativa del Gobierno italiano de enviar barcos de apoyo a los guardacostas libios.
La crisis migratoria en el Mediterráneo central podría dar un giro importante en los próximos meses si se materializa la iniciativa anunciada ayer en Roma por el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, tras su entrevista con su homólogo libio, Fayez el Sarraj. El Gobierno italiano está estudiando la petición de El Sarraj de enviar unidades navales a aguas libias para dar “apoyo técnico” a los guardacostas del país norteafricano y atajar así el incesante tráfico de pateras. Gentiloni ya adelantó que es favorable a ir adelante con el plan.
El encuentro en Roma y el posterior anuncio se produjo apenas 24 horas después de la vistosa cumbre en un castillo cerca de París, en la que el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, se erigió en mediador entre El Sarraj y el hombre fuerte en el este de Libia, el mariscal Jalifa Hafter. Ambos se comprometieron al cese de hostilidades y a la celebración de elecciones.
Roma se sintió en fuera de juego por la inesperada maniobra de Macron. Los italianos no fueron invitados y se les avisó muy tarde sobre la cita. Aunque hubo malestar, Gentiloni, siempre muy diplomático, trató ayer de disimularlo. “Si se dan pasos adelante en Libia, el primer país en ser feliz entre los países europeos es Italia”, dijo el premier. Italia, que fue potencia colonial en Libia, tiene grandes intereses económicos allí, amén del desafío que constituye la migración masiva desde sus costas. No en vano fueron los italianos los primeros en reabrir su embajada en Trípoli, pese a la inestabilidad.
El envío de buques de guerra a aguas libias sería un hecho de impacto en la actual coyuntura. El Sarraj lo pidió por carta hace unos días, según se supo ayer. El primer ministro libio habló de la necesidad de contar con “tecnología avanzada para controlar nuestras costas”. Gentiloni usó el término de “apoyo técnico, por medio de unidades navales”. Pese a los eufemismos, a nadie se le escapa la trascendencia de enviar a la Marina de guerra. Es obvio que podría tener un efecto disuasorio de cara a las mafias de traficantes de seres humanos. El Ministerio de Defensa en Roma está analizando la cuestión. Pero Gentiloni fue más allá. “Si respondemos positivamente, como creo que es necesario, puede representar una novedad muy relevante en la acción contra el tráfico de seres humanos desde Libia”, destacó el jefe del Gobierno. La medida necesitaría ser refrendada por el Parlamento.
Algunos comentaristas, como el del diario turinés La Stampa, consideran que la ausencia de Italia de la cumbre en el castillo francés fue “una ducha fría” para la autoestima de Roma y una prueba de que la incertidumbre sobre su futuro político a medio plazo –se prevé elecciones en la primavera del año próximo y el escenario está muy fragmentado– debilita al Gobierno italiano ante sus socios y aliados, incluso en cuestiones que afectan a sus intereses estratégicos esenciales como la situación libia.
Los recelos hacia Francia no son nuevos. El rotativo La Repubblica los agitó anteayer al publicar en portada un amplio reportaje en el que denunciaba la pasividad total del contingente militar francés en el norte de Níger, que hace la vista gorda con las caravanas de los traficantes de migrantes.
Roma, con grandes intereses en Libia, se sintió marginada de la reciente cumbre que convocó Macron