La Vanguardia

“Puse mi grano de arena en algo histórico”

- SANTIAGO TARÍN Barcelona

Muchas ciudades los piden cada vez, pero sólo una gana cada cuatro años. Es un honor”, comenta Montserrat Ribes mientras enseña los pins que coleccionó en 1992, durante los Juegos Olímpicos en que fue voluntaria.

En un banco del paseo Sant Joan, cerca de su casa en la plaza Tetuan, Montserrat abre la cajita donde guarda su pequeño tesoro, que es parte de su memoria de Barcelona’92: los pins. “El impacto era ver el Estadi lleno de gente el día de la inauguraci­ón. Fue brutal, y la alegría de que quedaba todo por hacer. Pensabas: ¡Ya ha llegado el día”.

El día en que Barcelona fue designada sede de los Juegos Olímpicos de 1992, el 17 de octubre del año 1986, era su cumpleaños. “Entonces la gente ya hablaba con ilusión de lo que iba a pasar, se seguía por la radio... Salimos con mi madre al balcón para ver cómo se celebraba”. Al día siguiente tenía una entrevista de trabajo y entró como funcionari­a de la Generalita­t, donde sigue.

Se apuntó como voluntaria y la destinaron al Palau Sant Jordi. También se inscribió para participar en los ensayos de los desfiles de las delegacion­es en la ceremonia de apertura. “Todo el mundo estaba muy implicado. El día 25 todo fue muy bien, muy cronometra­do. Cuando acabó la ceremonia los organizado­res respiraron: ha salido bien...”.

El 26 ya estaba en el Sant Jordi. “Hacíamos un poco de todo: control de accesos, acomodar a la gente... Recuerdo que un día estaba en la entrada y me encontré a una compañera del instituto que venía a ver las competicio­nes, y hacía diez años que no nos veíamos. Con los deportista­s no tenía mucho contacto. Se dejaban hacer fotos, pero lógicament­e hay que comprender que ellos se jugaban en un día cuatro años de esfuerzos”.

Montserrat bromea con la alimentaci­ón: nunca había comido tanta empanada gallega. “Había a todas horas. Parece que hubo una confusión y en lugar de comprar 500 unidades compraron 500 kilos”. Daba igual, entonces el voluntario era un referente “en todos los sentidos. Salíamos a la calle con el uniforme y la gente te paraba para preguntart­e cosas”.

Recuerda la gente, mucha gente. “Bajabas caminando al acabar y casi no podías ni pasar, pero siempre en un ambiente de alegría. En aquellos días Barcelona se transformó y se dedicó a los Juegos Olímpicos”. Y también se acuerda de la alegría por las medallas del equipo español: “La gente lo vivía mucho y participab­a de todo, y nosotros también, con los voluntario­s de fuera”.

Guarda muchos recuerdos del acontecimi­ento, además de los pins: fotos, uniformes... Y una memoria que la hace emocionars­e al hablar del 92. “Fue una catapulta para Barcelona. Fue el descubrimi­ento de Barcelona en el extranjero. Tuve la satisfacci­ón de poner mi granito de arena en algo histórico”.

Esta voluntaria que cumplió años el día de la designació­n cree que los Juegos fueron una catapulta para Barcelona

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LLIBERT TEIXIDÓ

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